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Rubén Martín

25/06/2023 - 12:04 am

Los otros náufragos

Los pasajeros del barco que partió de Libia hacia Italia y que se hundió frente a las costas de Grecia cuatro días antes de la travesía del Titán, no buscaban “salir de la vida cotidiana y descubrir algo verdaderamente extraordinario”, buscaban sencillamente encontrar una mejor vida para ellos y sus familias.

Migrantes de Eritrea, Libia y Sudán navegan en un bote de madera antes de ser asistidos por trabajadores humanitarios de la ONG española Open Arms, en el mar Mediterráneo, el sábado 17 de junio de 2023. Foto: Joan Mateu Parra, AP

Hace una semana, el domingo 18 de junio, cinco personas se embarcaron en un pequeño submarino llamado Titán de las costas de Terranova, Canadá, para bajar al fondo del mar y ver el sitio donde yace el casco partido del Titanic, el trasatlántico más grande de su época, hundido el 14 de abril de 1912 tras chocar con un iceberg.

Las cinco personas que emprendían el viaje para ver el Titanic eran el millonario y aventurero británico Hamish Harding, el millonario pakistaní Shahzada Dawood y su hijo Suleman,  Stockton Rush, director ejecutivo de OceanGate y piloto el Titán, y el experto en el Titanic, el francés Paul-Henry Nargeolet. Los paseantes pagaron 250 mil dólares (unos cuatro millones 250 mil pesos) cada uno por el viaje a las profundidades del Atlántico.

Poco más de dos hora después de iniciada la inmersión, la empresa OceanGate, que organiza el viaje a los restos del Titanic, anunciaron que perdieron contacto con los que viajaban en el Titán. Desde que se conoció esta historia se convirtió en la noticia más difundida en el mundo a lo largo de la semana pasada, a la vez que se iniciaron operativos de búsqueda para encontrar a los cinco pasajeros del Titán.

Cuatro días antes de estos hechos, una embarcación con al menos 700 personas zarpó del puerto libio de Tubrok con destino a las costa de Italia. Lamentablemente se hundió frente al Peloponeso cerca del puerto griego de Pylos. En esta embarcación viajaban, en su mayoría, jóvenes de Libia, Egipto, Siria y Pakistán que buscaban una mejor vida en Europa que la que tenían en sus países de destino. El saldo, hasta ahora de esta naufragio es de 82 muertos, 514 desaparecidos y 104 sobrevivientes.

Tanto en el hundimiento del Titán, como en el naufragio de este barco con 700 pasajeros se desplegaron operativos de búsqueda para rescatar a las personas involucradas en esta tragedia. Pero los recursos destinados a rescatar a las cinco personas del Titán, tres de ellos millonarios, no son comparables con los de los náufragos del Mediterráneo. En el rescate de la embarcación en el Mediterráneo participó solo el gobierno de Grecia que dispuso para ello diez embarcaciones, una fragata de la armada griega, un helicóptero y un dron de Frontex (según France 24).

En tanto en el operativo para intentar rescatar a los cinco pasajeros del Titán participaron elementos de los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Francia, Noruega y de la Marina real británica. A los esfuerzos de estos gobiernos se sumaron buques privaos como Polar Prince, una embarcación que transportó el sumergible al sitio de los restos del Titanic; Horizon Maritime informó que envió un buque adicional, el Horizon Arctic, para ayudar. De acuerdo al recuento del operativo de búsqueda del Titán, de la cadena BBC, también participó el buque Deep Energy, un barco con bandera de Bahamas que se especializa en colocar tuberías y cables a profundidades de hasta tres mil metros. “El Deep Energy lleva dos vehículos operados por control remoto que pueden sumergirse a 3,000 metros” (BBC, 19 junio).

Por su parte, la Guardia Costera de Estados Unidos habría desplegado aviones C-130, y Canadá proporcionó un avión especializado, conocido como el P-8 Poseidon, una aeronave descrita como “altamente sofisticada” y con capacidad para detectar submarinos sumergidos, regularmente utilizada para labores de inteligencia militar.

En el operativo para rescatar a los cinco del Titán se colocaron boyas de sonar en el mar, o sonoboyas, que “detectan e identifican objetos que se mueven en el agua y, a menudo, se utilizan en la búsqueda de submarinos enemigos”. En total se utilizaron una decena de aviones y embarcaciones y cientos de personas participando en el justificado intento de rescate de los cinco pasajeros del Titán. Lamentablemente no tuvieron éxito, pues el miércoles 21 de junio se anunció que esta embarcación habría implosionado ocasionando la muerte de sus tripulantes. El anunció lo hizo John Mauger, vicealmirante de la Guardia Costera de Estados Unidos que coordinó el operativo de búsqueda de los cinco pasajeros del Titán. Según cálculos de algunos medios europeos, el operativo de rescate del Titán habría costado entre seis y siete millones de euros, equivalentes a unos 113 millones de pesos.

No deja de llamar la atención el contraste entre ambos operativos de búsqueda. En un caso se trató de un viaje a mirar el Titanic anunciado por la compañía que organiza esta travesía como una “oportunidad de salir de la vida cotidiana y descubrir algo verdaderamente extraordinario”.

Los pasajeros del barco que partió de Libia hacia Italia y que se hundió frente a las costas de Grecia cuatro días antes de la travesía del Titán, no buscaban “salir de la vida cotidiana y descubrir algo verdaderamente extraordinario”, buscaban sencillamente encontrar una mejor vida para ellos y sus familias. Pero no lo lograron, y sin embargo no recibieron la misma atención y ayuda para rescatarlos que la que sí tuvieron los cinco que emprendieron un viaje a ver los restos del Titanic. No digo que los cinco del Titán no merecían ser rescatados. Pero la misma respuesta de ayuda y búsqueda merecían las 700 personas del barco que salió de Libia.

Lo cierto es que eso no ocurre, lo cierto es que en la vida real hay náufragos de primera y otros de segunda o tercero. Esto ocurre con los migrantes de países del norte de África que emprenden la arriesgada travesía de cruzar el Mediterráneo en embarcaciones poco seguras, y todo para procurarse una mejor vida en Europa. A costos extremamente altos. Algunas organizaciones civiles llaman al Mediterráneo el cementerio de los migrantes.

Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), desde 2014 a la fecha 27 mil 565 migrantes han muerto se encuentran desaparecidos en el Mediterráneo, de ellos cinco mil 136, murieron o desaparecieron el año 2016 y en lo que va del año actual, se registran mil 807 muertes o desapariciones.

La OIM registra de 2014 a la fecha un millón 655 mil 535 migrantes que intentan la travesía de los cuales casi tres por ciento han muerto o desaparecido, 471 mil 954 (29 por ciento) han sido interceptados en el mar, en tanto un millón 164 mil 018 (70 por ciento) han completado llegadas irregulares a Europa. los hundimientos de embarcaciones en el Mediterráneo son constantes. Antes del hundimiento del 14 de junio, este mismo mes hubo otros incidentes grandes el 8 junio, que dejó 20 muertos y desaparecidos y el 5 junio con 20 muertos y desaparecidos. Cada una de estos hundimientos se pueden ver en el mapa de cada incidente elaborado por el Proyecto Migrantes Desaparecidos elaborado por la OIM: https://missingmigrants.iom.int/es/region/el-mediterraneo.

Como ocurre con los migrantes centroamericanos o mexicanos que intentan llegar a Estados Unidos, a los migrantes norafricanos que pretenden llegar a Europa, se les persigue y criminaliza en lugar de buscar migraciones seguras que tenga por máxima prioridad cuidar y proteger la vida de cada uno de ellos. Pero en los hechos, lo que vemos es que hay unos náufragos que valen más que otros. Impidamos que esto siga ocurriendo.

Rubén Martín
Periodista desde 1991. Fundador del diario Siglo 21 de Guadalajara y colaborador de media docena de diarios locales y nacionales. Su columna Antipolítica se publica en el diario El Informador. Conduce el programa Cosa Pública 2.0 en Radio Universidad de Guadalajara. Es doctor en Ciencias Sociales. Twitter: @rmartinmar Correo: [email protected]

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