La única certeza en este complejo escenario es que Japón sale perdiendo económicamente tanto si los Juegos se cancelaran como si se celebran entre restricciones inéditas en un evento de este calibre, como está previsto que suceda.
Por Antonio Hermosín
Tokio, 25 jun (EFE).- El descontento de los japoneses y de patrocinadores no ha bastado para cambiar los planes de los responsables de los Juegos Olímpicos de Tokio, cuya cancelación acarrearía pérdidas multimillonarias a las que nadie se quiere exponer.
Los Juegos, para los que resta menos de un mes, serán «la luz al final del túnel» de la pandemia, según los anfitriones, mientras que el Comité Olímpico Internacional (COI) justifica su celebración con que los atletas se vienen preparando durante años para esta cita, pese a los riesgos que conlleva.
De lo que no han hablado con claridad ni unos ni otros ha sido de las obligaciones contractuales y de los posibles costes derivados de una eventual cancelación, donde podría residir la verdadera clave sobre el destino de los Juegos que se presentan como los más caros y extraños hasta la fecha.
ANFITRIONES «ACORRALADOS»
El contrato de «Ciudad Anfitriona» sitúa a Japón, o más en concreto al Gobierno de Tokio, a merced del COI a la hora de una posible cancelación del evento, ya que el organismo internacional es el único con potestad de recurrir a esa medida en circunstancias de fuerza mayor como una guerra o «si la seguridad de los participantes se ve amenazada por cualquier razón».
En este contexto, cualquier decisión para suspender los Juegos debería ser consensuada por los anfitriones o el COI o de lo contrario Japón se enfrentaría a una larga y compleja batalla legal contra el organismo internacional, que podría reclamarle una indemnización por las pérdidas de ingresos televisivos.
El COI, cuya financiación depende mayoritariamente de esa vía, sería por tanto el principal interesado en seguir adelante con los Juegos haya o no público en las gradas y pese a que vayan a llevarse entre férreas limitaciones para todos los participantes y sin visitantes extranjeros.
«Hemos sido acorralados en una situación en la que no podemos parar en este momento. Estamos condenados si lo hacemos, y estamos condenados si no lo hacemos», afirmó Kaori Yamaguchi, excampeona mundial de judo y miembro de la ejecutiva del Comité Olímpico de Japón, en un reciente artículo de opinión.
Una estimación del Instituto nipón de Investigación Nomura situaba en 13.560 millones de euros (16.000 millones de dólares) el precio que tendría para Japón la cancelación de los Juegos.
Los autores del informe advertían de que el país asiático sufriría un impacto económico mucho mayor en caso de verse obligado a imponer nuevas medidas anticontagios a raíz de un nuevo repunte del coronavirus causado por los Juegos.
SOBRECOSTES GARANTIZADOS
La única certeza en este complejo escenario es que Japón sale perdiendo económicamente tanto si los Juegos se cancelaran como si se celebran entre restricciones inéditas en un evento de este calibre, como está previsto que suceda.
Los organizadores esperaban ingresar unos 800 millones de dólares (670 millones de euros) a partir de la venta de entradas para los Juegos, pero el veto a los espectadores foráneos y la restricción al acceso del público local a los estadios han mermado esta fuente de ingresos.
Esto complica aún más las cuentas de Tokio 2020, cuyo último borrador de presupuesto se disparó hasta los 15.400 millones de dólares (12.950 millones de euros) debido a los costes del retraso de la competición y a las medidas anti-COVID-19.
Parte de los costes adicionales serán asumidos por los patrocinadores locales, aunque la mayoría provendrán de las arcas públicas del Gobierno central y regional, y en último término, del bolsillo de los contribuyentes nipones.
PATROCINADORES DESCONTENTOS
Los propios patrocinadores, tras un esfuerzo adicional para aportar 210 millones de dólares (180 millones de euros) más para los Juegos pospuestos (lo que eleva su contribución total a 3 mil millones), habrían traslado su descontento a la organización con los planes para celebrar el evento con un reducido número de espectadores y sugerido un nuevo retraso del evento, según publicaron algunos medios.
Aunque el comité organizador desmintió que existiera «tal petición», empresas como el gigante nipón del motor Toyota -patrocinador de categoría «top» de los Juegos- han expresado su «preocupación» por la celebración de los Juegos en medio de la pandemia.
Otros patrocinadores, como el periódico Asahi, uno de los principales de Japón, han llamado abiertamente a la cancelación de una cita deportiva que consideran una «apuesta» demasiado arriesgada.
Y es que las empresas se juegan el ver sus logos decorando gradas semivacías, además de quedar asociadas a un evento que puede pasar a la historia por sus restricciones sin precedentes para todos los participantes o incluso por convertirse en un foco de contagios.