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Julieta Cardona

25/05/2019 - 12:03 am

Lo que es bello cuando muere

nos hace falta sincronía con el aire, aventarnos al precipicio de los ciclos y liarnos de lleno con el movimiento natural de la vida para dejar de preguntarnos por qué todo lo que respira se descompone. incluida la esperanza.

Foto: Seth Macey.

a nuestros ojos, hay poquísimas cosas que son bellas cuando están muertas. las flores. las estrellas. el atardecer. las hojas de los árboles. el cáncer. la culpa.

aseguramos su belleza por razones poéticas. que si las flores por ser pedacitos de tiempo disecados. que si las estrellas porque despiden más luz. que si el atardecer por la danza efímera de colores en el cielo. que si las hojas secas por el desprendimiento de nostalgia. que si el cáncer porque tenemos otra oportunidad. que si la culpa porque tenemos otra oportunidad.

nos hace falta sincronía con el aire, aventarnos al precipicio de los ciclos y liarnos de lleno con el movimiento natural de la vida para dejar de preguntarnos por qué todo lo que respira se descompone. incluida la esperanza.

la esperanza. esa cosa tan parecida a la mimosa púdica, una planta tímida que se estremece al tacto. esa cosa que, viva, nos lleva a pregonar verdades que asumimos como universales: mapas de galaxias, macroestructuras cósmicas, 380,440 mil kilómetros de aquí a la luna, trayecto de la luz recorrido en el vacío multiplicado por los segundos que caben en un año y otros disparates tomados como fenómenos naturales, fórmulas, unidades astronómicas, cálculos, números. verdades que, en otro lugar —allá lejos a una distancia que la física apenas puede alardear— son risas nerviosas de seres gigantes que no saben de gravedad ni de atropellos cuánticos. risas que llegan a la tierra transformadas en el sonido del mar.

estamos enamorados de lo transitorio (entendiéndolo, sí, pero sin aceptar que dura apenas un ratito – un ciclo – algo natural). nos molesta que termine como si de verdad conociéramos lo eterno. aborrecemos la simplicidad, relatividad y evanescencia de los cuerpos porque somos simples, relativos y evanescentes. y somos, también, cosas buenas. escuálidas promesas de carne en descomposición. accidentes biológicos. contenciones etéreas. somos también la vida que no cabe en la asfixia o el dolor. todo lo que es bello cuando muere. incluida la esperanza.

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