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Adrián López Ortiz

25/05/2017 - 6:16 pm

Ningún periodista más asesinado. ¿Es posible?

La tarea es doble y paralela: debemos abrir espacios de exigencia con las autoridades pero también puentes de diálogo entre medios, periodistas, academia y sociedad civil organizada. De lo local a lo nacional y de lo nacional a lo internacional. Mientras más amplia la red, más fuerte el blindaje y más rico el aprendizaje.

“Nos gusta pintar al periodismo mexicano en blancos y negros, en medios malos y medios buenos, en periodistas santos y periodistas corruptos. Nada más reduccionista que esa visión dicotómica”. Foto: Cuartoscuro

Tanto en Sapiens como en Homo Deus, dos ensayos brillantes, el historiador Yuval Noah Harari explica que lo que hace triunfar a ciertos pueblos por encima de otros es la cooperación flexible.

La capacidad de coordinarse y ejecutar proyectos complejos y de largo plazo. Proyectos que serían imposibles de realizar por individuos y grupos pequeños porque requieren de habilidades colectivas con una característica fundamental: poner el interés colectivo por encima del propio.

Esto no significa que las causas personales se sacrifiquen, mucho menos que esa cooperación sea permanente. Sino que en ciertos momentos históricos las sociedades construyen narrativas –cuentos- colectivos que les permiten imaginar y visualizar futuros diferentes y compartidos. Pero ojo, esos proyectos no tienen que ser necesariamente éticos: la cooperación flexible hizo posible la desgracia del nazismo.

Hago esta introducción tan amplia para señalar la situación que vive el periodismo en México actualmente. El asesinato de Javier Valdez parece haber sido la gota que derramó el vaso. El punto de no retorno.

La muerte de Javier generó una indignación sin precedente en lo local, nacional e internacional. Tanta que el Presidente tuvo que salir a decir -de nuevo- que habría más recursos y personal, tanto para la Fiscalía como para el Mecanismo de Protección. Sí, las mismas instituciones que son un orgullo en el papel pero que en la realidad dan vergüenza.

En medio de esa indignación, han surgido señales de cierta unidad en el gremio periodístico y el sector de los medios de comunicación. Desde marchas y protestas en Culiacán y Ciudad Juárez, hasta mesas de diálogo con temáticas diversas y un desplegado de #BastaYa al que nos sumamos medios estatales, nacionales e internacionales.

Por supuesto con desplegados no alcanza, pero por algo se empieza. En Noroeste suscribimos ambas iniciativas porque nos parece que son tiempos de ser generosos y no mezquinos. Desde Culiacán veo como la indignación está sirviendo como acicate para ciertos grupos de la sociedad civil que quieren manifestarse y exigir. Pero que no necesariamente saben cómo.

El problema del gremio periodístico no es solo la falta de unidad, también en muchos casos hablamos de rivalidades abiertas. Rivalidades que no son una competencia de negocio e innovación por el mercado o la audiencia, sino claras pugnas de poder y de total desconfianza entre nosotros. Nos gusta pintar al periodismo mexicano en blancos y negros, en medios malos y medios buenos, en periodistas santos y periodistas corruptos. Nada más reduccionista que esa visión dicotómica.

Por eso aprovecho este espacio para invitar, desde “afuera”, desde “provincia” como dicen mis amigos chilangos, a que pasemos de la indignación a la cooperación flexible.

No soy ingenuo. Es cierto que el ecosistema de medios mexicano es complejo al menos por tres factores: las presiones de la refundación digital, el mal equilibrio de la publicidad oficial, y la censura/autocensura que imponen los poderes fácticos, a saber la clase política y el crimen organizado.

Y es precisamente por esa complejidad que vale la pena cooperar de mejor manera con prioridades claras y objetivos específicos.

Me explico: si bien es cierto que el dinero público socava la independencia de la mayor parte de los medios de este país, que compra periodistas y se usa para promover carreras políticas; sí podemos concentrar la discusión y construir consensos en lo que debe ser la prioridad ahora: proteger a los periodistas del embate de la violencia, venga de donde venga.

La tarea es doble y paralela: debemos abrir espacios de exigencia con las autoridades pero también puentes de diálogo entre medios, periodistas, academia y sociedad civil organizada. De lo local a lo nacional y de lo nacional a lo internacional. Mientras más amplia la red, más fuerte el blindaje y más rico el aprendizaje.

Hay que crear espacios, mesas y plataformas, para discutir en concreto protocolos de seguridad y autocuidado, herramientas de evaluación del riesgo, capacitación en seguridad digital, recursos materiales y financieros para la reacción inmediata ante las amenazas, esquemas de terapia psicológica y psiquiátrica para el trauma, entre otros.

El problema es tan complejo y la crisis tan grave que no podemos arreglarlo todo al mismo tiempo. Vamos empezando con lo que más importa: la vida de los periodistas. Porque mientras los medios seguimos pensando en protagonismos, los periodistas de a pie están muertos de miedo.

Reitero la invitación: aprovechemos el momento. Diseñemos acciones concretas y responsables específicos. No debe ser tan difícil si estamos dispuestos a ceder un poco, a ser generosos, a ponerle tantita humanidad.

No debe ser tan difícil intentar algo diferente, si de todos modos nos están matando. Imaginemos un salto hacia adelante: un México con libertad de expresión. Construyamos otra narrativa: ningún periodista más asesinado.

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.

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