Óscar de la Borbolla
25/03/2019 - 12:05 am
Libertad y miopía
Estas preguntas son inquietantes porque las elecciones que involucran la vida tienen un hondo calado en el futuro, no son simplemente optar por el camino de la izquierda o por el de la derecha, sino caminar hacia dentro de uno u otro, caminar en un futuro del cual no sé qué se me vaya a ir presentando.
Cuando a ojo de buen cubero, uno hace una revisión de su vida, descubre que no todo lo ocurrido sucedió como uno lo hubiese deseado; que son muchos los acontecimientos que sedieron torcidos y precisamente contrarios a lo que se quería. Y también, uno advierte -porque a la vida le caben muchas cosas- que no fueron pocas las veces en que uno se salió con la suya e incluso que con gran frecuencia los resultados fueron mejores que lo planeado. La revisión de la vida, así, por encima, da una impresión contradictoria: o sentirnos víctimas de la mala fortuna, o dueños y señores, seres libres, responsables exclusivos de lo que somos.
Esta contradictoria impresión de la vida: los bandazos que damos de una convicción a otra obedecen al estado de ánimo desde el cual nos evaluamos o, también, al fracaso o al éxito que acaba de ocurrirnos. Generalmente, reconocemos el éxito como fruto de nuestras decisiones y actos y, en cambio, buscamos afuera de nosotros la razón de los fracasos. Nada de esto es verdad. Pero así lo vivimos y, más aún, cuando estamos en esos momentos nos resulta incuestionable la idea que defendemos. Oscilamos entre la marioneta y el auriga.
La pregunta es entonces si somos o no libres de elegir nuestra vida. En abstracto, a todos, o a la gran mayoría, nos parece que sí somos libres; pero en concreto, es decir, cuando estamos inmersos en una circunstancia determinada, la idea de libertad se tambalea: ¿qué tan libre soy si lo que elijo no resulta como lo había previsto?, ¿hay libertad cuando elijo entre distintas puertas una de ellas, sin saber lo que hay detrás de ninguna? ¿Qué elijo cuando elijo?, ¿elijo lo que sé o lo que no sé?, y si elijo lo que no sé, ¿lo he elegido realmente?
Estas preguntas son inquietantes porque las elecciones que involucran la vida tienen un hondo calado en el futuro, no son simplemente optar por el camino de la izquierda o por el de la derecha, sino caminar hacia dentro de uno u otro, caminar en un futuro del cual no sé qué se me vaya a ir presentando.
Pero, entonces, si lo que me hace responsable de mi vida es que fui yo quien la eligió; pero si cuando elijo nunca sé lo que elijo, ¿cómo puedo ser responsable si elegí sin saber lo que elegía? Parece un juego de palabras, pero no lo es. Más bien es la complejidad de la vida humana.
Decía Montaigne que sólo somos libres de elegir el comienzo de nuestra acción y que el resto, el futuro, las consecuencias, son producto del azar. Elegimos el primer paso pero no los siguientes, los que se convierten propiamente en camino. El camino escapa a nuestra libertad y es el resultado del azar.
Si esto es así, entonces, no sólo cuando fracasamos, sino cuando "parece" que nos salimos con la nuestra, la vida es ajena a nuestra decisión: no hay por qué inculparnos por nuestros fracasos, pero tampoco vanagloriarnos de nuestros éxitos, porque nosotros lo único que elegimos fue el primer paso. Somos estrictamente responsables de lo que logramos ver con nuestra miopía del futuro: el mero principio de la acción. No soy responsable de todo lo que se ha venido, ni de lo bueno ni de lo malo. En el fondo, la vida nos sucede.
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