En Michoacán, ¿dónde quedaron los Derechos Humanos?

25/03/2014 - 12:00 am

Desde Juárez y con cinco años de experiencia sobreviviendo la guerra de los cárteles, parapetado en la defensa derechohumanista, veo con gran desconsuelo e incluso angustia que de los reportes de Michoacán han desaparecido esas dos palabras: Derechos Humanos.

Nadie con un mínimo de congruencia entre lo que percibe y piensa, puede negar dos hechos: en Michoacán hay una Guerra y se suspendieron “de facto” los Derechos Humanos.

En una guerra cada ejército desarrolla toda una estrategia violenta o diplomática para defender a sus mandos o sus cuadros intermedios; es seguro que los marinos y militares toman medidas de protección para los suyos, al igual que los Policías Federales del jefe Rubidio, que anduvo por esta frontera junto con el delegado de la PGR; los cuerpos de autodefensas armados o desarmados, y como terceros actores, pero no menos principales, los miembros de los cárteles. Todo mundo con la guardia en alto, y todo mundo con su porción de poder.

Cierto es que pueden luchar por una buena causa, pero todos y cada uno lo hacen ejerciendo el poder en el territorio que controlan y cualquier ejercicio de poder trae implícito el exceso y el abuso. Eso lo supimos y sufrimos en carne propia decenas de miles de juarenses.

Como ejemplo expongo sólo algunos datos aterrorizantes: a 11 mil 500 se les privó del derecho a la vida en Ciudad Juárez; a más de 60 mil, del derecho al amor de su hijo, padre, hermano o esposo asesinado; más de 250 mil juarenses fueron detenidos, investigados y remitidos a una celda por 36 horas; cerca de diez mil fueron sometidos a juicio y torturados una buena parte de ellos; otros, arraigados en el DF hasta por 80 días y a muchos se les dejó libres en la alameda central con un “ nos ha de disculpar joven” (cantadito con el acento defeño).

Pero estamos convencidos que pudo ser peor. Si no se hubieran levantado de su silla un puñado de defensores de Derechos Humanos, que asumieron la defensa del Estado de Derecho desde la esfera ciudadana, y pese a que muchos (15 contabilizados oficialmente) murieron en el intento, y más de 20 están asilados en los Estados Unidos, estoy seguro que salvaron la vida, la libertad y el patrimonio de millares de juarenses.

En una guerra nadie respeta la esencia humana llamada dignidad y, con el pretexto de “me quieren matar”, golpean, abusan, y asesinan al que tiene la mala suerte de estar en el lugar equivocado a la hora equivocada, pero estos en su gran mayoría son ciudadanos desarmados, ajenos a la discordia y a la guerra.

Para defenderlos se construyeron las comisiones de Derechos Humanos y se les paga para que hagan su trabajo, aunque en Juárez fue deplorable el desempeño de estas instituciones derechohumanistas, y parece que repiten sus malas prácticas en Michoacán.

Yo, como el visitador de la CEDH que soy, puedo decir que la instrucción siempre fue y sigue siendo: “No intervengan en zonas, ni en hechos de riesgo, ni se confronten con la autoridad que pueda hacerles daño”, “reciban las quejas y pásenlas a la otra Comisión y si nos la devuelven hagan los tramites normales (que tardan de 6 meses a un año)” y “si se meten en problemas es por su cuenta y riesgo”.

La CNDH aplicó una rutina más irresponsable aun. Dado que la mayoría de los abusos provenían de autoridades federales, la instrucción era recibir la queja y enviarla a México, desde donde le darían trámite. Muchas siguen en ese proceso.

Así se comportaban los encargados oficiales de defender los Derechos Humanos, por eso la difícil tarea se cargó en las espaldas de los defensores ciudadanos y algunos visitadores que desafiamos al sistema y fuimos apoyados por otros ciudadanos que sacaron el rostro por las víctimas y contra la violencia y la corrupción. Organizaciones como la Mesa de Seguridad, algunos sacerdotes, grupos de periodistas, activistas radicales y moderados, gremios de médicos, algunos intelectuales, empresarios y académicos, la solidaridad internacional de Human Rights Watch, Amnistía Internacional, Defenders On Line de Europa, WOLA (La Oficina de Washington en América Latina), la oficina de la Alta Comisionada de la ONU para Derechos Humanos, la prensa nacional (entre los que vale destacar a Alejandro Páez, Jorge Zepeda, Ricardo Raphael, Javier Solórzano, Carmen Aristegui, Dennise Maerker, Alejandra Cullen, Robles Maloof, Monsiváis cuando aún vivía), y muchos más periodistas europeos y norteamericanos que alzaron la voz junto con nosotros. Pero sí era claro, para que los apoyos llegarán era indispensable que en Juárez hubiera un fuerte movimiento a favor del Estado de Derecho y la defensa de los Derechos Humanos.

Con mucha preocupación veo a la CNDH ausente de Michoacán; no escucho a la dependencia estatal, ni a los intelectuales, reclamando la suspensión de Garantías Individuales sin agotar el procedimiento del Artículo 29. Veo a los empresarios asustados y escondidos tras el poder de los rifles castrenses y una especie de gobernador delegado plenipotenciario, pero no veo a los Derechos Humanos por ningún lado.

¿O será que ya nos acostumbramos a vivir y morir según la caverna de las velas en Macario?

Michoacanos, arriba el ánimo, no se dejen de los armados, que sólo son unos cuantos y ustedes la gente de paz son muchos más.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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