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Benito Taibo

25/01/2015 - 12:00 am

Llévate mis amores

Primero se escucha el silbato del tren, largo, hondo, que rompe en mil pedazos, como a un espejo, la aparente monotonía de ese azulado amanecer veracruzano. Hasta las vías, llegan corriendo, apurándose las unas a las otras, empujando carretillas llenas, un grupo de mujeres. Algunas son muy jóvenes. Se despliegan a lo largo de la […]

Primero se escucha el silbato del tren, largo, hondo, que rompe en mil pedazos, como a un espejo, la aparente monotonía de ese azulado amanecer veracruzano.

Hasta las vías, llegan corriendo, apurándose las unas a las otras, empujando carretillas llenas, un grupo de mujeres. Algunas son muy jóvenes.

Se despliegan a lo largo de la vía férrea, linealmente a lo largo de unos cincuenta metros.

Las carretillas llevan bolsas de plástico llenas de otras pequeñas bolsas con arroz guisado, frijoles, totopos, pan dulce, a veces atún con mayonesa.  Otras, botellas de plástico con agua, de a dos en dos, amarradas con un cordel.

Todas las mujeres están listas, mueven las piernas, se dan instrucciones, piden mutuamente tener cuidado. El sol se asoma tímidamente. Allá arriba, lejos, está el Pico de Orizaba mirándolas impasible, ajeno al drama que va a suceder en unos instantes.

Ya se escucha el traqueteante sonido de las ruedas metálicas del tren sobre las vías.

Las mujeres esperan impacientes; como si fuera a llegar de un momento a otro el amor perdido,  el hijo que se fue, el padre ausente…

El tren rebaja un poco la velocidad. De las intersecciones que hay entre vagones comienzan a aparecer cabezas, brazos, torsos que se asoman recortados por la luz, en silueta. No hay caras. Son los anónimos  migrantes centroamericanos y mexicanos que  van montados en “La Bestia” para intentar llegar al otro lado, a los Estados Unidos. Un viaje por el infierno que ha sido contado muchas veces y que está lleno de destrucción, corrupción, impunidad, violencia.

Pero no ahora. No en éste momento.

Las mujeres suben los brazos con las bolsas y botellas hasta los viajeros, que se las arrebatan, una, y otra,  y otra vez.

Una coreografía.

Se escuchan los gracias, los dios las bendiga, los cuídense, los no te bajes, los buen viaje

El tren se aleja. Las carretillas están vacías. Las mujeres sonríen.

Todos las llaman “Las patronas”; será que así se llama la pequeña población de  3,500 habitantes que se encuentra a unos ocho kilómetros de Córdoba, Veracruz: “La Patrona” en recuerdo y memoria de la Virgen de Guadalupe.

Llevan varios años repitiendo, cada vez que pasa “La Bestia”, esta acción. Sin pedir nada a cambio. Por solidaridad, por empatía, por gusto, porque tienen unos corazones tan grandes que no deben caberles dentro del pecho.

Andamos buscando héroes en estos tiempos violentos, para intentar encontrar en ellos una suerte de camino a la redención, sin saber que los héroes están allí, entre nosotros; que tienen nombres y caras de mujer, y que cocinan en inmensos peroles para hacer menos duro el viaje de los que nada tienen o todo lo han perdido, excepto, tal vez, la ilusión de un futuro mejor.

He visto a estas mujeres, en película, hace unos días en el Festival Internacional de Cine de San Cristóbal de las Casas. Es un documental que se llama “Llévate mis amores” y está dirigida por Arturo González Villaseñor. Una cinta sin maquillaje, pura y dura, que sin embargo, con inmensa delicadeza cuenta una epopeya de nuestro tiempo. Un asombroso retrato de la esperanza. Aquí su liga en Facebook.

Sí todos los días nos asalta el horror, “Las Patronas” son un bálsamo, el acicate, el tornillo que la falta a nuestra cabeza.

Confieso que lloré durante gran parte de la película; de emoción.

“Las Patronas” no le piden nada a nadie, no tienen que ver con ninguna autoridad, ni con ningún partido político o asociación civil. No tienen cuenta en el banco, ni tan siquiera un mail donde buscarlas; ellas dan comida, agua y sonrisas.

Hay que llegar hasta allí, a “La Patrona”, a ocho kilómetros de Córdoba y muy cerca de Amatlán de Acutzingo, a los pies de las cumbres, para rendirles el tributo que se merecen, para darles las gracias a nombre de todos.

Y llevarles arroz, frijol, abarrotes, huevos, pan, ropa para los migrantes.

Los que salimos esa tarde del cine, ya nos estamos organizando.

Después de haber visto “Llévate mis amores”, la tarde se volvió  luminosa,  una en que en que da orgullo ser mexicano, compatriota de valientes, bellas y maravillosas mujeres.

Ustedes pueden ver la película dentro de la gira de “Ambulante” en el Distrito Federal:

31 de enero a las 17:00 hrs. en el Cine Tonalá

1 de febrero a las 17:00 en la Biblioteca Vasconcelos

3 de febrero a las 21:00 hrs en el Centro de Cultura Digital (*)

5 de febrero a las 18:00 hrs. en el Centro Cultural de España en México

7 de febrero a las 19:00 hrs. en la Cineteca Nacional (*)

9 de febrero a las 20:00 hrs. en el IFAL Casa de Francia (*)

Recuerden llegar con tiempo porque las funciones comienzan en punto.

(*) Funciones subtituladas al inglés.

Todas las funciones son gratuitas excepto en la Cineteca Nacional. El boleto cuesta $40 y $25 con credencial de estudiante.

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