Denostar, estrategia de manipulación

25/01/2014 - 12:00 am

Hay decenas de teorías y millones de pruebas de que los testimonios falsos de todos modos hacen mella en el sujeto señalado. Es más: entre más descabellados, más los cree la gran masa.

Los estudios científicos más recientes sobre la influencia que tiene la genética en nuestras inclinaciones políticas indican que las personas con inclinación a la derecha, las conservadoras, toman sus decisiones basándose en el miedo más que en la inteligencia. Y como la derecha es la tendencia dominante en la población, el recurso de atemorizar a las masas resulta altamente efectivo para frenar los avances sociales.

Una manera muy utilizada para fomentar el rechazo hacia una idea o persona, consiste en criticarle en un terreno puramente emocional con adjetivos, no con argumentos. La conocida campaña “Es un peligro para México”, extrapolada de España para devaluar la imagen pública de López Obrador, es una buena muestra. La secuencia mostraba en blanco y negro –para acentuar el misterio– unos bloques derrumbándose con estrépito; nos impactó con las imágenes del desastre, pero sin permitirnos ver qué lo causaba. No aportaba razonamiento alguno, era todo efecto y cero causas.

La manipulación por la vía del miedo generalmente le da mejores resultados a la parte fuerte del enfrentamiento. Podemos recordar muchos testimonios que hay en la vida pública, o también hacer un ejercicio de imaginación a escala personal. Pensemos: si una figura de autoridad (maestro, ejecutivo, religioso, artista) descalifica a alguien de menor relevancia social, será más fácilmente creído que si el caso fuera al revés.

Denostar al opositor es una estrategia tan efectiva y tan usada en la política mexicana, que nos obliga a comprenderla y tenerla presente. Ya no es un recurso ocasional, sino una estructura sólida y efectiva de aniquilamiento del adversario. La vemos en acción cuando se acusa o cuestiona a una persona de poder: su primera reacción es no responder directamente a la denuncia y paralelamente acusar sin fundamento a los acusadores, para minar su credibilidad. Como decimos, cuanto más emotivos e ilógicos sean los infundios, más efecto tienen.

Algo como “El gobernador Fulano compró 5 mansiones…” será neutralizado con un “Hay fuerzas oscuras que trabajan para el crimen organizado, interesadas en desestabilizar al estado.” O sea que un dato duro, “5 mansiones”, se contrarresta con “fuerzas oscuras”, “crimen organizado” y “desestabilizar al estado”… y sin pruebas. ¿Y qué sucede? Que la gran masa da crédito a la respuesta, anulando al instante la acusación porque no encaja en la idea que recién se le implantó. Y es que, ante el miedo, el cerebro reacciona haciéndonos obedecer sin pensar.

Hay ejemplos recientes: #yosoy132, la izquierda, los sindicatos (mineros, Mexicana, maestros, Luz y Fuerza), los grupos de autodefensa, José Manuel Mireles, los indígenas, las organizaciones civiles, los periodistas analíticos de denuncia (Aristegui, Lydia Cacho, Julio Scherer, Granados Chapa, Gutiérrez Vivó, Lorenzo Meyer), la revista Proceso, La Jornada, los productores del documental Presunto Culpable, el obispo Raúl Vera, el Padre Goyo de Apatzingán y un largo etcétera.

Y la denostación se remata con declaraciones triunfalistas del gobierno a las pronto la realidad les quita el brillo: que ya van más de 100 detenidos en Michoacán (¿cuántos de ellos serán autodefensas?), que la seguridad está firme en el país (¿entonces por qué aparecieron nuevos grupos civiles armados en Puebla y Guerrero?), que la economía está firme (¿lo dicen por el dólar a más de 14 pesos o por la mayor inflación de principios de año en los últimos 14?), que personal del consulado mexicano visitó “incontables veces” a Edgar Tamayo (“Nunca me ayudaron en 20 años”), que bajarán la electricidad y la gasolina (Videgaray ya completó la frase, agregó que será dentro de 5 años), que “México es un país propicio para invertir” (¿pero para vivir…?). Sin embargo, de botepronto, la gran masa se traga la píldora y un día se despierta ahogada en impuestos, sin dinero ni trabajo ni esperanza; sin saber qué pasó ni a qué horas pasó.

La verdad, este México no está como para presumirse en Davós.

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