Adam Lanza y la tentación de criminalizar el autismo

24/12/2012 - 12:03 am

Una vez que ha quedado atrás la parafernalia apocalíptica o al menos ha bajado el volumen el escándalo incitado por la cultura pop tan alejada de la cosmogonía de los antiguos mayas, hablemos con seriedad del Fin del Mundo. Como ha quedado demostrado, el final llega todos los días a toda hora para cualquier mortal. Quienes amamos la vida o las posibilidades que ofrece más allá de los retos cotidianos, esperamos siempre que se cumpla idealmente el ciclo vital: nacer, crecer y morir por causas naturales en la adultez. Pero este ciclo se interrumpe muy a menudo y a los sobrevivientes nos provoca un dolor tremendo. Se sabe que hay dolores sin nombre, como la muerte de un hijo o de los niños en general, simplemente es anti natura. Este dolor inmenso agobia a los padres del colegio Sandy Hook en Newtown, Connecticut, Estados Unidos, desde el mediodía del fatídico 14 de diciembre de 2012, su día del Fin del Mundo o de la “pérdida de la inocencia”, como dijeron familiares de Adam Lanza, el joven autor de la matanza de 20 niños y seis adultos, en un comunicado en el que expresaron sus condolencias y su solidaridad con las víctimas.

Ante lo aberrante de esa tragedia, los medios de comunicación estadunidenses no han parado de buscar pistas que expliquen a sus audiencias qué pudo haber motivado a Adam Lanza a tomar las armas que su madre, ahora se sabe, tenía en casa y había adquirido legalmente. Haciendo su tarea de comunicar e informar a la sociedad y, por supuesto, en la era del periodismo en tiempo real, han cometido excesos. La persona clave que habría podido explicar los actos de su hijo de 20 años, Nancy Lanza, está muerta. Y claro, el propio Adam tendría su versión. Esta situación ha dado lugar a toda clase de especulaciones, muchas desde los medios: que si Nancy era maestra de la escuela Sandy Hook, que si Adam asistió a ese colegio y habría sido expulsado, que si solía ser introvertido y habría sufrido por el divorcio de sus padres, y la peor de todas, que si Adam tenía Síndrome de Asperger, un trastorno del ámbito del espectro autista, lo que prácticamente explicaría su conducta criminal.

Hoy se ha esclarecido que su madre no era maestra ni trabajaba en el colegio, no se tiene certeza sobre si el joven fue estudiante allí y nada se sabe del tipo de vínculos que tenía con la escuela, con su padre y la situación del divorcio. La investigación oficial está en curso, sin duda es un caso difícil. Pero en esa búsqueda de la inmediatez, al día siguiente de la tragedia el prestigiado diario The New York Times ofreció, además de una impactante esquela con los nombres de cada uno de los niños asesinados, un temprano perfil de Adam Lanza armado con los testimonios de unos ex compañeros de escuela todavía en shock por la noticia. Comenzaba el NYT señalando que este chico no tenía perfil en Facebook, primer dato que lo ponía fuera de “lo normal” para una persona de su edad y que según sus congéneres era tímido, aunque un genio en el salón de clases.

Alguien por ahí testificó que nunca lo había visto participar en clase, que estaba como “en su mundo” y no faltó la compañera que audazmente comentó, palabras más o menos, que no le extrañaba nada que Adam hubiera cometido la masacre, no podía esperarse otra cosa de alguien que, al parecer, tendría Asperger o algo así. Ese diagnóstico, sin prueba alguna, aportado por otra joven de la comunidad fue suficiente para que el diario  lo incluyera en su nota estelar del día después.

Si a usted le piden ahora mismo su opinión sobre su vecino seguramente podrá hablar de sus cualidades o defectos o simplemente decir que le es indiferente. Pero si se lo preguntan después de que él haya puesto una bomba en el vecindario, lo más probable es que su opinión sea todo menos objetiva. Estará permeada por el acontecimiento y a toro pasado podría decir que ya se adivinaba que era una persona con algún trastorno mental, que de lejos se le veían las malas intenciones y hasta podría jurar que usted ya se lo había advertido a las autoridades. La pregunta es ¿esto se vale?

Ese perfil del NYT causó indignación entre padres de personas con autismo o con síndrome de Asperger y con mucha razón. La información dada así de bote pronto, en el contexto de la segunda peor matanza en escuelas de Estados Unidos, tuvo el efecto de dar una explicación al comportamiento innegablemente criminal del joven Lanza con el síndrome de Asperger, y por consecuencia, criminalizar de un plumazo a las personas con autismo o por lo menos dejarles una marca de sospecha. Trastornados todos por el horror de 26 inocentes muertos, ahí había una clave para ese horror sin sentido.

Cambie usted en este caso la característica particular, “autismo”, atribuida a esta persona, por cualquier otra: rubio, blanco, negro, de talla baja, alto, con lentes, sin lentes, gordo, flaco, con pecas, calvo, chato o  de nariz prominente. A nadie se le ocurriría decir: claro, como era rubio salió a matar a quien se le pusiera enfrente; o su calvicie era indicio de su comportamiento antisocial; otra, su estatura es una pista en esta tragedia. Las personas con discapacidad, si es que era el caso de Adam, esa deficiencia física, sensorial, intelectual, mental o psicosocial es una condición de vida, ni más ni menos. Es una característica que, en el entorno de rechazo a la diferencia que amenza la “normalidad”, se vuelve una desventaja social. Pero en el origen, no es más de una característica de la persona que no la hace de por sí ni buena ni mala, ni angelito ni demonio, ni genio ni imbécil. Así como el racista juzga a las personas por el color de la piel, cualquiera de nosotros suele estigmatizar a una persona por su discapacidad. Es la discriminación normalizada.

Sólo Nancy habría podido entender lo que pasó con Adam o quizás ni siquiera ella. Al paso de los días y con mayor sustento informativo, CNN ha ofrecido a su auditorio un perfil de Adam mejor ponderado, con base en las versiones de familiares cercanos que al hablar han frenado un poco el juicio sumario y mediático que ya se había armado la familia Lanza. Destaca el testimonio de Marsha Lanza, quien habló de su cuñada Nancy como una mujer que no tenía necesidad de trabajar, que estaba dedicada a su familia y en particular a su hijo menor a quien describe como un chico tranquilo y agradable, pero que sin duda había sido el reto de la familia. Y subrayó “todas las familias tienen uno”.

Muchos mitos afectan cotidianamente a las personas con trastornos del espectro autista: que si “viven en su mundo” –con facilismo se les llama “austistas” a los jóvenes absortos en las nuevas tecnologías–, que si son genios, que si son antisociales, que si no tienen lenguaje, que si son agresivos. Ahora se pretende endilgarles el estigma de ser asesinos potenciales. Vamos para atrás. La puya es peor porque apunta en este caso a las personas con síndrome de Asperger, quienes suelen ser mejor aceptadas en la comunidad.

Indignados por esta criminalización, padres de familia, particularmente en España, han alzado la voz exigiendo respeto y responsabilidad a los medios masivos de comunicación. Para contribuir a esta tarea, la organización Autismo Diario ha divulgado información sobre algunos de los mitos más comunes sobre este trastorno y le invito a consultarlos. Sólo apunto dos que se han reiterado en el caso de Adam Lanza: ¿las personas con autismo son todos genios? Falso. Suelen exhibir habilidades destacadas para memorizar fechas, datos, piezas musicales, pero suelen tener dificultades con cambios de rutinas o para mantener una conversación. ¿Son muy agresivos y se autolesionan? Falso. A veces se frustran y suelen aferrarse a rutinas que les dan seguridad. Necesitan más ayuda que otros niños para darles contención. Pero de ahí a definirlos como agresivos por naturaleza, hay un mundo. Daniel Comin, director de Autismo Diario, señala que “como otras personas, niños o jóvenes con autismo tienen fortalezas y debilidades”. Sobre todo, y esto lo compartimos  desde el movimiento por la inclusión: No están en su mundo, están en nuestro mundo.

Libertad Hernández / dis-capacidad.com
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