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Alberto Ruy-Sánchez

24/11/2017 - 12:00 am

El juego de las letras de Vicente Rojo

El sábado 25 de noviembre, en la Galería López Quiroga se inaugura Abecedario, una gran exposición de Vicente Rojo. 100 obras alrededor de las letras. Entre otras obras se expone la publicación de artista El libro de las letras, con veinte grabados y edición de treinta ejemplares. Estos son algunos de los poemas que escribí […]

En la Galería López Quiroga se inaugura Abecedario, una gran exposición de Vicente Rojo. Foto: Galería Lopez Quiroga

El sábado 25 de noviembre, en la Galería López Quiroga se inaugura Abecedario, una gran exposición de Vicente Rojo. 100 obras alrededor de las letras. Entre otras obras se expone la publicación de artista El libro de las letras, con veinte grabados y edición de treinta ejemplares. Estos son algunos de los poemas que escribí para ese ese libro.

UNO

Miramos pasar las letras como quien mira las nubes. El viento que las agita es el aliento de quien pasa por ahí y las hojea. También es el aire de las manos de quien las escribe o pinta. Algunos por eso han pensado que una letra es lo que queda cuando mueve y mueve el aire y el abanico se cierra. Hay letras que se condensan y otras que se evaporan. Hay las letras del rocío que al amanecer bebemos gota a gota. Y las letras del ocaso, que van perdiendo contornos hasta hundirse todas ellas en la noche más obscura. Hay nubes tan ondulantes, que parecen letras borrosas, de esas que sin luces muy potentes y lentes muy afinadas no vemos si van o vienen. Hay letras tan grandes o tan grandiosas que son como nubes que no distingues si no te subes a la montaña lejana donde alguna inteligencia distante es reina y diosa. Las nubes que acá miras hacia arriba y lucen inalcanzables son las mismas que allá son como animales pastando bajo la sombra tenaz del águila que las ronda. Algunas letras pasan de prisa, otras más bien se quedan. Las lentas nublan el cielo y, si te descuidas, te mojan. Las nubes cargan sonidos en el vapor que condensan. Son cajas de resonancia, son órganos animados, fiestas de la inteligencia. En ese aire que habitan llega a haber muy temidas tormentas, el rayo devastador y el instante del relámpago. También, por fortuna y gracia, el ritmo o la calma iluminada de una idea.

DOS

Hay un ABC que se agazapa entre las líneas que miras cuando crees estar viendo una casa, una calle, una cornisa. Detrás de un árbol, una Z diminuta trepa y trepa hacia la fruta. Agusanada la espera con una S en la semilla. Detrás de esos anchos sillones hay un par de oes muy glotonas que te llaman para devorarte con sus fauces tan mullidas. Si no les gustas se quejan y dicen que las ahogas. Si les gustas no te dejan hasta que satisfechas se duermen todas anchas y rotundas. Al lado hay una L que simula ser una silla, pero si te acercas llora para que no te sientas en ella y porque se siente muy sola. Tiradas en mi banqueta hay una bolsa de comas, otra de puntos sin ies y una más de circunflejos. No sé quién las dejó ahí ni por qué cree que le sobran. Las trata como si fueran cosas fijas, inanimadas. Son creaturas, tienen hambre, no merecen tal desprecio. Yo me las llevo a mi casa, las limpio y las alimento. Hay haches que nadie escucha y equis que nadie toma en cuenta, ni mira. Oes como ceros a la izquierda que al final de su circuito por la derecha aumentaron. Hay una W tan desusada que en los rincones suspira. La Ñ se cree Frida Khalo. La J, bailarina. Insulta a la G con descaro gritándole: “gargarismo”. Las letras son animales y detenidas nos miran. Nos leen en voz baja. Para las letras curiosas, agazapadas, furtivas, nosotros somos las letras. Pero nos ven como tipografías, si no inocentes sí muy obvias.

TRES

Con sus renglones tendidos sosteniendo cada letra, una página es una jaula de oro de pájaros que gorjean. Hay letras de plumas finas, de colores indescriptibles, que al desplegar las alas ostentan un secreto carnaval, una canasta de frutas y una primavera plena. Aunque las más socorridas, por donde sea que las veas lucen simple y bellamente muy negras. Hay otras, refosiladas, que aquí se llaman negritas, son como pájaros gordos muy callados que se saben expresivos, enfáticos, casi subrayados. Las aves cursivas hablan otras lenguas mientras las versales se paran de puntas. Las versalitas, de puntitas. Son aves capitulares las que caben mal en la jaula y se quedan apretadas, llamativas, en la orilla. Hay letras en pruebas finas, esas ramas quebradizas donde, libres de ser perfectas comen, pelean, se equivocan y se corrigen, se cortejan, picotean, se montan, se dan la espalda, son dulces un instante y al siguiente muy agresivas. Hay letras que sólo cantan mientras no vuelan. Y otras que no paran noche y día. Las letras al lado de mi cama son de esas que, al caer la noche, antes de meterse al árbol donde sueño que duermen, cantan sus despedidas. Otra vez, con insistencia, al amanecer piden agua, se cuentan sueños, vuelven a nacer y aprenden a volar. Son las letras de mi ventana que luego, dentro de mí, siguen diciéndome en silencio sus cosas más atrevidas, sus dudas, que ya son mías.

CUATRO

En la noche dentro de mi sueño las letras se despertaban y jugaban a que yo era entre sus brazos juguete. Es decir, una de ellas. Yo me creía una M pero ellas me trataban como a una i muy delgada. Yo jugaba a la pelota con la letra más redonda pero ellas más bien lo hacían con una T bien doblada. La lógica de los juguetes va por sus propios caminos, pinta líneas donde estaban los blancos más decididos. Pero, cuidado, que no son nada desordenadas. Las letras son esas cosas de perfección detallada que encajan unas en otras con libertad calculada. Las reglas son muy precisas pero incluso sin romperlas el juego que ellas animan puede tomar siempre dimensiones inusitadas. En sus juegos de reglas finas se gana sin competencia y, que yo sepa, nunca se pierde. Más que juegos son juguetes que embonan con mis suspiros o con mi sed de aventura, mis lamentos o alegrías, mis conceptos o idioteces. Juego con ellas a mil y una realidades inventadas. Algunas más verdaderas que las que afuera nos miran. Mis páginas son esas noches donde el insomnio me dicta composiciones que el tiempo, en el azar sumergido, ya no limita. La esencia del juego está en ellas conviertiéndose en presencia, en cosa, en teatro y en geometría, en posibilidad y en sorpresa. Desde los tiempos antiguos, desde que las letras son letras, tipógrafo y juguetero son oficios bellos, lúdicamente intercambiables.

Alberto Ruy-Sánchez
Escritor y editor. Hizo estudios de literatura y lenguajes sociales con Roland Barthes y de filosofía política con Jacques Rancière, Michel Foucault y Gilles Deleuze. Ha publicado más de 26 libros de narrativa, ensayo y poesía, entre los cuales las cinco novelas experimentales donde investigó y narró, una larga búsqueda del deseo: Quinteto de Mogador. Codirige con Margarita De Orellana desde 1988 el proyecto editorial independiente Artes de México. En el libro editado por Ricardo Raphael, El México indignado, explica su militancia por la poesía como socialmente urgente e indispensable para entrar en contacto con la realidad, más profundamente, con más libertad e imaginación. Foto de @Nina Subin.

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