LA “GUERRA SANTA” AVANZA EN MÉXICO

24/10/2011 - 12:00 am

SAN MATEO DEL MAR, Oaxaca. Como pasa en cualquier otro poblado de México, la violencia fragmentó a este pedazo de tierra, clavado entre las lagunas del Golfo de Tehuantepec, pescador desde su más antiguo recuerdo y último bastión de la pobreza en la geografía oaxaqueña. Sólo que aquí no hay narcotráfico.

Nadie ha seleccionado a San Mateo del Mar para el trasiego de drogas o el disfraz del flujo de efectivo. Nadie, por esos motivos, avienta balas entre sus cerros curtidos por un sol de más de 40 grados. A pocos les interesa levantar las polvaredas de aquí para fraguar crímenes bajo organización.

En San Mateo del Mar la batalla es por las letras.

¿Debe pronunciarse “k” en vez de “c” o “ q”? Eso, en esta salida al Pacífico Sur, se pregunta en susurro. Porque decir “k” es declararse en un bando. Hablar con “c” es dar la cara por el otro. Católicos y evangélicos –los grupos religiosos predominantes en la región– no han conseguido un acuerdo sobre la pronunciación del Huave, el idioma nativo. Por ello, libran una Guerra Santa.

“Las equivocaciones pueden costar la expulsión. O la amenaza de perder la vida. O la expulsión y la amenaza de perder la vida. Porque estos son dos pueblos que no se mezclan. Por enseñar Huave, al minoritario, lo expulsaron y amenazaron. El minoritario es el de los evangélicos”. Es el resumen de Óscar Moha, dirigente de la asociación civil “A favor de la Libertad Religiosa”, un hombre que ha dedicado la última década a documentar los conflictos de intolerancia religiosa en la República Mexicana.

Otro hombre, cuyo nombre -dice él- no importa, sostiene: “Lo que debe respetarse es el orden”. Es miembro de la Iglesia Católica y bajo su anonimato continúa: “El orden la da una sola enseñanza. Eso es lo que hace la paz. La paz única”.

Pero los vientos del Istmo, viajantes a 8.5 metros por segundo, no han traído paz. Sobre este terreno pardo, Moha ha completado en sus papeles decenas de amenazas de muerte sólo en 2011 en contra de los evangélicos. Hubo un motivo aparente: enseñar el Huave, tal como se tradujo en esa Iglesia hace setenta años.

Desde hace siete décadas -cuando llegó la Iglesia Evangélica– en San Mateo del Mar, la tensión ha conformado la existencia: hasta los ochenta, el encono fue por el mercado. El régimen de usos y costumbres prohibía vender y comprar a quien no ejerciera el catolicismo. Lo arreglaron mediante diálogo.

En los noventa, la batalla fue para que los evangélicos no instalaran templos. Los evangélicos construyeron su templo en la periferia de la comunidad. Lo arreglaron sin diálogo. Pelearon a gritos.

Hasta estos días, usos y costumbres obliga a participar a los evangélicos en las fiestas del pueblo con un santo católico en brazos. Nadie quiere dialogar. Y están las letras, esas letras que han atrapado a los 15 mil pobladores en un laberinto: ¿De quién es el Huave? ¿De los católicos o los evangélicos?

La pregunta hace eco en el nieto del primer evangélico en San Mateo del Mar. “Es de todos. De unos y otros. Es de quienes lo han estudiado. Es de quienes lo enseñan”.

 

 

-¿Y sólo por eso la guerra está instalada en San Mateo del Mar?

Responde un pastor de la Iglesia del Nazareno, uno de los hombres expulsados. Un hombre rollizo, risueño, que se ha pasado la vida pescando camarón. Parece sentirse protegido por el paraje de árboles alborotados por los remolinos de viento. Dice, sentado sobre el polvo: “Hasta ahora es una guerra invisible, pero es guerra. Está declarada y puede estallar por donde uno no se imagina. Como rechazan a los evangélicos, rechazan toda la investigación lingüística nuestra. Es muy simple. Así se explica todo. Es una guerra por las letras”.

Y es verdad. Así se explica todo.

 

Alfabeto de la discordia

El destino pudo ser otro. Acaso las letras “p”, “t” y “k” serían pronunciadas con una única fuerza musical. Acaso en 2011, los sonidos serían de todos. Acaso por hablar no habría batallas. Eso, quizá, pudo ocurrir si el matrimonio de misioneros lingüistas, Milton y Clara Warketin de la Iglesia Evangélica de Estados Unidos, no  hubiera llegado a estas costas en 1940 y si su pasión por el Huave hubiera sido menor.

Propusieron un alfabeto, un diccionario, una gramática y realizaron varias traducciones, entre ellas la del Nuevo Testamento. Siete décadas después, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) –creado por decreto en 2003 por el entonces presidente Vicente Fox– no reconoce la traducción de ese texto como documento base del Huave. La razón es que es un trabajo religioso.

Hace dos años, ordenado por la Ley General de Derechos Lingüísticos de los pueblos indígenas, el Inali inició la “estandarización” del idioma de San Mateo del Mar. Es decir, la unificación de sus sonidos. Dicho de otro modo: un solo Huave para todos los de San Mateo del Mar. Los católicos avalan las disposiciones del Inali. Rechazan la traducción del Nuevo Testamento evangélico. Al Inali también lo apoya el presidente municipal, Francisco Valle Piamonte, elegido por usos y costumbres.

 

Crecen enfrentamientos religiosos

No es la única población en conflicto. Cientos de personas se encuentran enfrentadas en Chiapas, Hidalgo, Oaxaca, Michoacán y Puebla por diferencia de religión. Para muchos ha representado un viaje sin retorno. Algunos han sido expulsados de sus terruños. Otros, presenciaron la destrucción de sus casas con fuego. Esta crónica en nombre de Dios encuentra su reproducción más fiable en Pueblo Nuevo, una localidad constituida en 1992 después de que unos 400 evangélicos fueron obligados a dejar el municipio zapoteco de San Miguel Aloapan, Oaxaca, vecino de San Mateo del Mar.

En lo que va del sexenio calderonista, han ocurrido más de 200 conflictos por intolerancia religiosa, según la agrupación “A favor de la Libertad Religiosa”. La Secretaría de Gobernación sólo ha dirimido 17, de acuerdo con datos del Instituto Federal de Acceso a la Información. La dimensión del fenómeno es mayor en la presente administración con respecto a la de Vicente Fox: de 2000 a 2006 la misma organización documentó 121 casos y 103 quedaron resueltos.

Roberto Blancarte, investigador de las asociaciones religiosas, del Colegio de México (Colmex), piensa que la falta de intervención de las autoridades es un factor que aviva la intolerancia. “México nació intolerante. Por ello hay muchos focos rojos. Todavía no hemos avanzado lo suficiente como para tener una cultura de la tolerancia, del respeto a la diferencia. Las autoridades apenas tienen los instrumentos para actuar. Cuando lo hacen, muchas veces sólo buscan negociar un acuerdo para regresar a un status quo previo, y no penalizan a los intolerantes”.

Más allá de las afiliaciones a las iglesias, la secretaría de Estado del gobierno de Estados Unidos expone en el Reporte Internacional sobre Libertad Religiosa -elaborado cada año desde 1998- que la intolerancia en este país no muestra tendencia a disminuir. El “status” del capítulo México no ha cambiado desde 2009. “Los gobiernos federal, estatal y municipal respetan la libertad religiosa, pero continúa la intolerancia y discriminación contra profesantes de religiones no mayoritarias, particularmente los evangélicos”, coinciden los reportes anuales.

El más reciente, de 2010, arroja que los conflictos por religión en México se encuentran en los niveles estatal y local. “En las comunidades, los líderes y las autoridades, particularmente en el sur, usan la religión como pretexto para conflictos políticos, étnicos o de disputa de tierra”.

Vanesa Acker es oficial de Asuntos Políticos en el Área de Derechos Humanos de la Embajada de Estados Unidos en México. En entrevista, indica: “A pesar de que la intolerancia religiosa no es una causa significativa de la violencia en México, existieron algunas instancias en nuestro reporte más reciente (sobre libertad religiosa internacional) en los que conllevó a la violencia”.

¿Por qué los pueblos de México se pelean por intolerancia religiosa?

“Mucha gente piensa que el problema en muchas comunidades, es la existencia de muchas religiones, cuando el verdadero problema es la incapacidad para gestionar las diferencias en una cultura de respeto al otro”, expone Roberto Blancarte, investigador del Colmex. “Los más agredidos, como siempre, suelen ser las religiones minoritarias: evangélicos, testigos de Jehová, mormones o santeros”.

 

Muerte y expulsión

Más de 200 casos de intolerancia religiosa han quedado archivados en el portafolios de Óscar Moha, líder del grupo “A favor de la Libertad Religiosa”. Al azar, los papeles arrojan historias. Las historias arrojan vidas. Las vidas arrojan pedazos.

Está la de aquella noche de septiembre de este año. Esa noche cuando en la oscuridad se vio una turba. 200 hombres y mujeres se habían congregado afuera de la capilla de San Isidro Labrador y se veían como una turba. Al frente estaban el sacerdote Ascensión Benítez González y el presidente auxiliar Antonio García Ovalle. Exigían que los evangélicos se fueran de Tlanalapan, en Ixmiquilpan, Puebla, a unos kilómetros de la capital de la República. Les dieron hasta el 12 de septiembre de 2011. Y surgió un grito: “¡Los vamos a crucificar!”.

Todo quedó asentado en el expediente 1295/2011, interpuesto por la Iglesia Evangélica ante el Ministerio Público del municipio de Texmelucan.

Cincuenta familias evangélicas dejaron Tlanalapan. Desde el anonimato, algunos describen su viaje como de meses o años. Depende del dinero. Y de las fuerzas. Y de la fe. Y del dinero, las fuerzas y la fe.

En Tlanalapan, la Secretaría General de Gobierno firmó el “Acuerdo por la Paz Social y la Gobernabilidad”. La reubicación del templo de los evangélicos fue uno de los puntos. La remoción del párroco católico fue el otro. Después, 100 personas emitieron un documento en el que proclamaron a la religión católica como única.

También está la historia de Otilia Corona Chávez, de San Nicolás Ixmiquilpan, Hidalgo. Sus restos continúan sepultados en el patio de su casa. La autoridad le negó el panteón municipal.  Era 2008 y si Otilia debía ser enterrada en el panteón fue discusión de un día en San Nicolás. Líderes católicos y evangélicos dialogaban ante representantes de la dirección de Asuntos Religiosos. El acuerdo fue enterrarla en cualquier otro sitio. En el panteón, no.

En 2007, la muerte atrapó a Lorenzo López López, un pastor que visitó la comunidad de Jomalhó, Municipio de San Juan Chamula, acompañado de dos familiares. A él, que había ido a saldar una deuda que tenía con otro familiar, lo atrapó la muerte. Lo señalaron de predicar casa por casa. Lo ataron a la parte trasera de una camioneta. Sus familiares huyeron. Después lo encontraron sepultado en un paraje cercano.

Son historias arrojadas por los papeles.

 

Vivir en el “lodo podrido”

Fundado en 1606, San Mateo del Mar no tiene pavimento. Es una extensión despiadada de tierra casi arena sobre una esbelta península que parte de Salina Cruz. En el crepúsculo, los hombres viajan en una camioneta con enrejado de madera. Van al mar, a esperar la madrugada para buscar camarón. Dos sensaciones empiezan a mezclarse: una es que llevan mil años en la búsqueda de lo mismo y la otra es que a veces no lo encuentran. Huave significa “lodo podrido”. Quienes lo hablan han vivido siempre entre las lagunas, pegados al agua salada, con la tierra negada a la agricultura, pero con el mar como aliado. En la camioneta los pescadores consideran que su suerte depende de la intervención del rayo teat monteok (padre señor rayo), y el viento del sur llamado mum mchrrek (madre-señora ciclón o viento del sur). Esa explicación se mezcla con el corrido de “El Chapo” Guzmán, que surge del estéreo de la camioneta. “Ese Chapo gana mucho dinero y por eso le cantan, pero aquí no tenemos de ese negocio porque aquí hay puro mar para pescar de madrugada. Se lo digo, aquí hay puro mar”, dice el chofer con una voz como quien introduce al misterio. El viento no le deja en paz el cabello. Y es posible pensar que por eso, expertos del Instituto Politécnico Nacional quieren aprovechar a este viento rebelde para producir energía eólica.

Como pueblo, San Mateo del Mar se construye con pausas. Antes de 2007, las mujeres no tenían derecho de votar, de acuerdo con el régimen de usos y costumbres. Nada habría cambiado si la indígena Eufrosina Cruz no hubiera tenido el firme deseo de ser presidenta municipal en 2010. Acaso este destino hubiera sido otro si a esta mujer no se le hubiera negado el derecho a participar en las elecciones. A partir de la protesta de Eufrosina, el congreso estatal legisló para darle voto a las de San Mateo del Mar.

Todo el escenario es inspirador, si no se toman en cuenta los símbolos y los silencios. Ni los machetes colgados de las cinturas de los hombres. Ni las enaguas rojas, amarillas o verdes en un arcoiris en movimiento. Ni la fe de unos y otros. El tiempo, el viento y el polvo parecen congelarse.

En un paraje, algunos hombres evangélicos enseñan Huave. No los avala ninguna autoridad. “Es nuestra manera de dar la batalla”, dicen algunos. El pastor envuelto en polvo, exclama: “Va la vida en esto, en esta guerra en silencio”. El viento sigue con su sonido.

No hace falta el narcotráfico para tener intranquilidad.

 

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México y sus religiones

De acuerdo con el Censo de 2010, en México hay una población de 112 millones 336 mil 538 habitantes, de los cuales 92 millones 924 mil 489 son católicos; es decir, el 89.3 por ciento. El resto -el 7.6% – está integrado por evangélicos y bíblicos no evangélicos. El INEGI arrojó que el número de jóvenes entre 15 y 29 años de edad es de 29 millones 706 mil 560, de los cuales 24 millones 669 mil 602 son católicos.
Las iglesias evangélicas que muestran mayor crecimiento en los últimos 10 años son las pentecostales y neopentecostales: la Luz del Mundo, Asamblea de Dios y Amistad Cristiana, entre otras, que suman un millón 782 mil 21 fieles. De las bíblicas no evangélicas se reportó que son un millón 561 mil 86, pero su base principal son los jóvenes de entre 15 y 29 años de edad, que suman 395 mil 52.

De acuerdo con el censo, Chiapas es la entidad de la República donde el número de católicos se ha reducido en las últimas décadas. Hay 4 millones 796 mil 580 habitantes; de ellos, 2 millones 796 mil 685 son católicos (58.30%); un millón 312 mil 873 protestantes o evangélicos de muy diversas denominaciones (27.35%). El resto de los chiapanecos, 580 mil 690 (12.10%) se declararon sin religión y 103 mil 107 (2.14%) no especificaron su creencia.

 

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Facultades legales

Vigente desde 1992, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público no consideró los conflictos localizados en las comunidades de México sino hasta 11 años después, cuando se publicó su reglamento.

De acuerdo con tal documento, la Secretaría de Gobernación es la instancia federal facultada para intervenir en los conflictos religiosos. Las autoridades estatales, municipales y del Distrito Federal deben participar como auxiliares.

Hasta el momento, no hay amonestaciones o pérdida de registro constitutivo de una iglesia o asociación religiosa por haber incurrido en intolerancia. En los 17 casos resueltos de 2007 a 2008 se concilió.

En el reglamento de la ley se definen como formas de intolerancia religiosa “toda distinción, exclusión, restricción o preferencia fundada en motivos de carácter religioso, sancionada por las leyes, cuyo fin o efecto sea la abolición o el menoscabo de las garantías tuteladas por el Estado.

Algunas comunidades indígenas son gobernadas por el régimen de usos y costumbres. Los conflictos surgen cuando algunos miembros de la comunidad se apartan de la fe ejercida por la mayoría de la población. La expulsión es una de las prácticas comunes.

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