Los muchos mundos de Kepler

24/09/2013 - 12:01 am
Crédito de la imagen: NASA/Ames/JPL-Caltech
Crédito de la imagen: NASA/Ames/JPL-Caltech

Las noticias galileanas de principios del siglo XVII llegaban como un balde de agua fría al pequeño, pero poderoso, grupo pontificio romano encabezado por Urbano VIII. La Tierra no era más el centro del sistema solar, pero ahora no por decreto o creencia, sino basado en las observaciones, los registros y los cálculos de Copérnico, Tycho Brahe, Johannes Kepler, el mismo Galileo Galilei y otros más. Los siguientes cuatro siglos comprobamos, además, hechos sorprendentes y probablemente inquietantes: el Sol no es una estrella privilegiada, es una entre las miles de millones en la Vía Láctea y nuestra galaxia es una de las millones y millones que componen el cosmos. El ser humano no es el centro de ninguna “creación” y la Tierra, de ninguna manera, única en el universo.

Desde mediados de los 90’s del siglo pasado, la cantidad de mundos descubiertos orbitando otras estrellas se ha incrementado exponencialmente y las últimas investigaciones hablan de millones sólo en nuestra galaxia.

Los actuales instrumentos de observación permiten detectar exoplanetas o planetas extrasolares (nombres generales para los planetas en otras estrellas) de varias maneras -todas indirectas-, pero el método por tránsitos ha sido de los más efectivos. Es importante decir que sólo la observación directa de los exoplanetas nos permite decir algo sobre su composición: si tienen o no agua líquida, aire, metano, dióxido de carbono, etcétera. Sin embargo, para lograr esto se requieren telescopios mucho más grandes que los disponibles ahora y cámaras más sensibles.

Durante los últimos cuatro años el instrumento más exitoso en la caza de planetas extrasolares fue el Telescopio Espacial Kepler, entregando resultados geniales mediante el uso de tránsitos de exoplanetas al pasar frente a su estrella madre. La idea detrás del diseño de Kepler es en realidad muy sencilla: el telescopio apunta todo el tiempo hacia la misma región del cielo y por lo tanto observa siempre las mismas estrellas; lo hace con una estabilidad sin precedentes: la precisión en el apuntado estuvo dentro de unos pocos milisegundos de arco, esto equivale a mantener tu mirada fija en un grano de sal colocado a unos 400 metros. Pero además, sus detectores o cámaras son increíblemente sensibles a los cambios de luz, de manera que son capaces de medir diferencias de diezmillonésimas en el brillo de las estrellas, producto del “mini eclipse”. Es un fenómeno similar al “tránsito del planeta Venus” que presenciamos en junio del 2012. Lo que las cámaras de Kepler observan es que cierta estrella mantiene su brillo constante, pero de pronto hay una disminución que puede durar algunos minutos o hasta horas, para luego recuperar su brillo normal. Esto se repite de manera periódica dando un patrón característico de sube y baja en una gráfica. En esto consiste el método por tránsito. Algunas veces los datos no son del todo definitivos y se usan programas computacionales para hacer estudios estadísticos, dando cierta probabilidad de que en una estrella dada haya un planeta extrasolar.

Durante estos cuatro años, Kepler descubrió más de tres mil candidatos y confirmó la existencia de unos 130 exoplanetas, aumentando a millones el número de probables sólo en la Vía Láctea.

Sin embargo, la edad hizo estragos en Kepler. En julio del 2012 el telescopio mostró daños irreparables en uno de sus cuatro giroscopios o volantes y aún cuando estos son indispensables para mantener una finísima estabilidad, pudo arreglárselas con sólo tres de ellos. Desgraciadamente en Mayo de este 2013 un segundo volante falló y dejó a Kepler sin posibilidad de continuar cazando exoplanetas de tamaño similar a la Tierra o menores. El pasado 15 de agosto los responsables del proyecto anunciaron que, después de varios intentos por arreglar los problemas, el fino trabajo de Kepler había concluido.

A pesar de esto, la misión está lejos de llegar a su fin: aún hay muchos datos del telescopio que no han sido analizados y el total de resultados serán entregados a lo largo de los próximos dos años. Además, ahora Kepler podría enfocarse en otras actividades menos precisas como detectar asteroides cercanos a la Tierra, seguir encontrando exoplanetas gigantes del tamaño de Júpiter, buscar cambios en el planeta Neptuno o investigar cambios de brillo en estrellas gigantes. Sin duda, Kepler ha sido uno de los instrumentos más fructíferos y el fin de su carrera como instrumento científico no se vislumbra cercano, afortunadamente.

Cuatro siglos después de las noticias galileanas, la humanidad ha puesto a la ciencia como una luz dirigida hacia ese enigmático cosmos, para descubrirlo, entenderlo y, porque no, alcanzarlo. Lo que alguna vez fueron ideas “sacrílegas” hoy son otros mundos por descubrir. Como dijera el magnífico Carl Sagan: la ciencia como una luz en la oscuridad.

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@naricesdetycho

Vicente Hernández
Astrónomo y divulgador de la ciencia
en Sinembargo al Aire

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