Tomás Calvillo Unna
24/07/2024 - 12:04 am
La permanente pausa de la conciencia
“No hemos comprendido el pasaje de los cuerpos, y aun así perdura la voluntad de nuestra existencia”.
I
Hay que incendiarnos por dentro
para recuperar la vitalidad
de andar aquí en la tierra.
Aprender a saltar bien, con destreza,
la cuerda de las preocupaciones.
Saber merodear la eternidad que nos circunda,
el no tiempo que deja de ser alarma,
y es aparición.
El líquido en la copa de la íntima tertulia,
su silencio,
su transcurrir en la experiencia de compartir…
Develar la raíz del dolor:
la incógnita crucial de la separación;
el conocimiento en su persecución consumido;
la conciencia azorada al descubrir la trama.
Horadar la cultura del escapismo,
dedicada a negar el camino natural de las cosas.
II
El sol destella
en la rajadura del parabrisas,
es una astilla de luz en las pupilas,
por segundos enceguece.
Cortamos el cordón umbilical
con el mismo universo.
No hemos comprendido
el pasaje de los cuerpos,
y aun así perdura
la voluntad de nuestra existencia:
la revelación única que cada uno lleva,
muchas veces sometida e ignorada.
Hay que rescatar lo extraordinario
bajo esa capa densa de las rutinas
que extingue el fuego interior;
es necesario soplar fuerte a la vida
para que las llamas del alma emerjan.
III
De dónde provienen
las palabras que nombran
y en ocasiones nos estremecen.
Quién pronuncia esa magia pura;
traducida en ciencia, es un portento,
que no acabamos de asimilar.
La flama,
esa flor de la luz,
la cera de la palabra
el pabilo de las vocales,
su vocación de ofrenda.
Su primera y única batalla
con el viento;
la semilla de la danza,
la desnudez del relámpago
que escuchamos dentro.
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