Eco de la montaña

24/06/2015 - 2:21 pm

En París, a un paso del Museo del Louvre, el más visitado del mundo, se exhibe un colorido mural de origen huichol. Ahí, a pocos metros de la morada de La Gioconda, La Venus de Milo y el Código de Hammurabi, un conjunto de paneles engloban la cosmovisión de un artista wixárika cuya firma no se encuentra al calce. La obra, expuesta en una pared de la estación del metro Palais Royal, es vista por al menos 10 millones de personas cada año, lo que convierte a su autor, el artista indígena Santos Motoapohua de la Torre, en el único mexicano con una obra en gran formato que exhibe cerca de ese recinto europeo y sin embargo, permanece anónimo a los ojos del mundo.

La creación se titula “Pensamiento y Alma Huichol” y enlaza más de dos millones de chaquiras multicolores que describen la mística de la etnia: divinidades, sus vínculos con la naturaleza, fauna fantástica y la simbología sobre su diario vivir. Una visión del mundo con esencia indígena sustentada en 80 tablones que abarcan un área de 2.40 por 3 metros y que formó parte de un intercambio cultural entre Francia y México en 1997.

El país galo obsequió a nuestro país la herrería Art déco que ornamenta una de las entradas al metro Bellas Artes, a un costado del palacio blanco. En reciprocidad, el gobierno mexicano se fue por la grande: una muestra artesanal plena de color y significado, fruto de un año del delicado trabajo de Santos Motoapohua. A la inauguración parisina acudió una comitiva encabezada por el entonces Presidente de México: Ernesto Zedillo, también estuvo presente su homólogo francés Jacques Chirac, reporteros y convidados de ambos países. Hasta el perico asistió al convivio. Menudo detalle, nadie invitó al artista y tampoco nadie lo mencionó. Karma instantáneo: la obra quedó mal montada. El autor no estuvo ahí para dar las indicaciones correctas y esa suerte de códice en multipiezas quedó alterado, desordenado, sin la lógica de su hilvanado existencial. Venganza de los dioses huicholes.

Ya entrados en desdenes y agravios, tampoco completaron el pago del artesano, el intermediario responsable se hizo ojo de hormiga, o cabría decir, “ojo de chaquira”. Cuando recuerda lo ocurrido, Santos confiesa que su alma quedó herida (la nuestra tampoco se salva del sentimiento de indignación). Así da inicio el documental Eco de la montaña (2014) de ese gran maestro del cine que es el mexicano Nicolás Echevarría (Cabeza de Vaca, 1991). El lamentable incidente fue el punto germinal de una realización que por fin llegó a su estreno comercial el pasado fin de semana tras un triunfante recorrido por varios festivales.

El nombre huichol de Santos: Motoapohua, significa “Eco de la montaña” y Echevarría lo retoma para titular la expedición fílmica a la Sierra Madre Occidental en busca del subestimado artista y los secretos de la inspiración de chaquira. El director lo siguió hasta los territorios huicholes, ahí donde confluyen los estados de Jalisco, Nayarit, Zacatecas y Durango. A 10 horas de camino de la carretera más cercana. En un rancho sin electricidad ni agua entubada, aislado del mundo y en compañía de su familia, sus tradiciones y su arte. En ese punto geográfico, el cineasta localizó el epicentro del eco virtuoso, el sustento de la montaña y el origen de los murales multigama de Santos.

Nicolás Echevarría, reconocido como uno de los pioneros del documental etnográfico por filmes como Hay hombres que respiran luz (1976) y María Sabina, mujer espíritu (1978), ha convivido con distintas comunidades indígenas, y ese acercamiento ha hecho posible una perspectiva íntima, fraternal y respetuosa de las distintas culturas y sus formas de vida. Esta realización no fue la excepción, acompañado en la fotografía por Sebastián Hofmann (Halley, 2013) se adentró en los terrenos sagrados de los huicholes para seguir el paso de Santos durante la realización de un nuevo mural. Este sí se lo pagaron, por cierto.

El proceso creativo del indígena comprende desde la selección de plumones de colores en la papelería del pueblo, hasta los rituales con los que obtiene el consentimiento de las deidades para retratarlas en chaquira. Santos nos presenta a su familia y devela confiado la Ruta del Peyote, esa venerada cactácea endémica de México que resulta vía de enlace del hombre con el plano divino, y que crece en la zona sagrada de Wirikuta, región amenazada por la explotación minera.

Eco de la montaña” ha sido galardonada con el Premio Mezcal y el Premio Especial del Jurado en el FICG 29. Las funciones, por lo menos en la Cineteca Nacional, concluyen entre aplausos. La película genera un eco espiritual, ojalá sea de largo alcance y llegue a la consciencia de quien sufrió amnesia ese mes de octubre de 1997. Que el documental le refresque… la memoria al responsable del inexcusable maltrato para que salde deudas con el artista huichol. No estaría mal un reconocimiento público a la creación artesanal de la etnia, lo que sería también una distinción a los pueblos indígenas. Y ya que andamos componiendo al mundo, ¿qué tal si le solicitan a Santos Motoapohua de la Torre que por favorcito los acompañe a París a montar correctamente el mural? ¿O acaso en Francia permitirían que La Mona Lisa se exhiba de cabeza?

Rosalina Piñera
Periodista egresada de la UNAM. En su pesquisa sobre el cine ha recorrido radio, televisión y publicaciones como El Universal. Fue titular del programa Música de fondo en Código DF Radio y, actualmente, conduce Cine Congreso en el Canal del Congreso.
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