El mes pasado, la diseñadora de moda Briana Danyele se mudó desde Italia a la casa de su madre, en Greer, Carolina del Sur, donde ha convertido la sala de estar en una minifábrica de costura, elaborando cubrebocas que borda con el lema “We Got This!” (“¡Podemos con esto!”).
Por Tamy Webber, Dee-Ann Durbin y Annie D’Innocenzio
Chicago, 24 de marzo (AP).— Bill Purdue se gana la vida impermeabilizando sótanos, pero los últimos días los ha pasado en la tienda de tapicería de un amigo en Washington, Indiana, cortando rectángulos de tela de algodón con los que su compañero cose cubrebocas.
El mes pasado, la diseñadora de moda Briana Danyele se mudó desde Italia a la casa de su madre, en Greer, Carolina del Sur, donde ha convertido la sala de estar en una minifábrica de costura, elaborando mascarillas que borda con el lema “We Got This!” (“¡Podemos con esto!”).
Son dos de los cientos de personas que están respondiendo a los llamamientos de hospitales, médicos y enfermeras que, desesperados por obtener equipos de protección personal en medio de la pandemia de coronavirus, han recurrido a la población alegando que las mascarillas caseras son mejor que nada.
Y para quienes están en sus casas preocupándose por la saturación de los hospitales y la situación económica, coser mascarillas les hace sentir menos indefensos.
“Lo que haga falta para conseguirlo, esto es lo que quiero hacer”, dijo Purdue, de 57 años y que tiene una hija que trabaja en una maternidad en Evansville, Indiana. Él y su amigo Mike Rice respondieron a un post publicado la semana pasada en Facebook por el Sistema de Salud Deaconess en Evansville pidiendo colaboración ciudadana.
Estas iniciativas replican a las de otras naciones, como España, donde entre las voluntarias que elaboran mascarillas hay un grupo de monjas y hasta miembros de la Fuerza Aérea. De las máquinas de coser de la Escuela de Paracaidistas de Murcia, en el sureste del país, salen unas 500 mascarillas al día, explicó la Fuerza Aérea en su perfil de Twitter.
En Bélgica, lo que comenzó con una única mujer hace una semana, se ha convertido en un pequeño ejército de costureras en cuestión de días.
En la mayoría de los casos, los pacientes con COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, sufren síntomas leves o moderados como fiebre y tos. Pero en otros, especialmente entre personas mayores y gente con enfermedades previas, puede derivar en cuadros más graves, incluyendo neumonía. Más de cien mil personas se han recuperado, en su mayoría en China.
Pero el virus se está propagando con mucha rapidez y está empezando a desbordar la infraestructura de salud en varias ciudades.
Según la vocera de Deaconess, Pam Hight, el sistema hospitalario se dio cuenta de que podría no tener recursos suficientes si los contagios se disparan como en otras partes. Por ello, sus responsables realizaron y distribuyeron un video tutorial que se ha difundido por todo el país.
“Teníamos gente que quería enviárnoslas desde todo el país y empezamos a decirles ‘Por favor, por favor, úsenlas en sus comunidades”, señaló.
Deaconess espera recolectar miles de mascarillas esta semana en un lugar fuera del hospital, y esterilizarlas antes de distribuirlas entre médicos y enfermeros o de enviarlas a residencias de ancianos y albergues de personas sin hogar, agregó.
En una iniciativa similar, Providence St. Joseph’s Health, en Seattle, donde está uno de los focos de infección más grandes del país, está armando kits con material especial y distribuyéndolos entre gente dispuesta a coser como parte de un reto para lograr cien millones de mascarillas.
El centro médico Dartmouth-Hitchcock, el hospital más grande de Nueva Hampshire, preparaba kits que incluyen tela y gomas para animar a los voluntarios a que cosan mascarillas para pacientes, visitantes y personal, para que los equipos médicos vayan destinados en su totalidad a los profesiones que trabajan en la primera línea.
Las autoridades federales habían aconsejado antes que los trabajadores de hospitales utilicen mascarillas quirúrgicas para tratar a los pacientes que podrían estar infectados de coronavirus en medio de los reportes de la caída en el suministro de las más apropiadas, las máscaras de respiración N95.
“Si las enfermeras lo dejan, están muy cansadas o se enferman, entonces dejaremos de tener una primera línea”, dijo Wendy Byard de Lapeer, Michigan, que comenzó a organizar a sus amigas para coser mascarillas luego de saber que su hija, que trabaja como enfermera en un hospital suburbano de Detroit, recibió la orden de llevar puesta la misma todo el día.
La semana pasada, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades actualizaron discretamente sus directrices para señalar que los hospitales que se quedasen sin mascarillas quirúrgicas deberían considerar fórmulas para reutilizarlas o, al menos, usarlas durante todo un turno de trabajo. Y si se agotan en un centro, podrían utilizarse bufandas o bandanas “como último recurso”, aunque algunas autoridades médicas dijeron que las mascarillas de tela podrían no funcionar.
-Con información de Jeff McMillan, Michael Stobbe, Martha Bellisle, Fares Akram, Barry Hatton y Virginia Mayo.