Rubén Martín
24/03/2019 - 12:02 am
AMLO, los conservadores y la izquierda
Es evidente que en el país hay posturas ideológicas conservadoras que defienden el estatus, la explotación, el despojo, el patriarcado y la dominación. Esos son los conservadores.
Empieza a ser un lugar común en el discurso del Presidente Andrés Manuel López Obrador llamar conservadores a todos los sujetos y actores políticos que critican o enfrentan su postura y proyecto político. En el bando de los conservadores y los fifís, para López Obrador, caben desde los grandes empresarios, medios comerciales, intelectuales y periodistas que lo han cuestionado, hasta movimientos sociales o pueblos organizados que resisten proyectos de inversión pública o privada y que ponen en riesgo sus formas de reproducción de la vida.
Es más que evidente que el concepto de conservadores utilizado en la jerga lopezobradorista se ha vuelto tan flexible que pone en el mismo saco a sujetos políticos que no tienen nada en común, como los grandes empresarios de la “mafia del poder”, con pueblos y organizaciones que buscan, de manera autónoma, construir otras relaciones políticas.
No es el concepto que está mal: en el México del capitalismo contemporáneo, claramente hay sujetos políticos que defienden la preservación de un status quo, de un sistema que protege y reproduce sus privilegios. Es evidente que en el país hay posturas ideológicas conservadoras que defienden el estatus, la explotación, el despojo, el patriarcado y la dominación. Esos son los conservadores.
Pero López Obrador por igual a movimientos y organizaciones que no son conservadores y que son otras expresiones políticas que buscan una transformación social, alternativa a la que el actual Presidente dice encabezar.
Según López Obrador, los miles de maestros que conforman la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) son conservadores, a pesar de utilizar un discurso radical según ha dicho, sencillamente porque siguen utilizando los mismos métodos para que sean atendidas sus demandas, como ocurrió con la protesta del magisterio disidente de Michoacán con los bloqueos a las vías férreas o la protesta de la sección XXII de Oaxaca por el dictamen de cancelación de la Reforma Educativa.
López Obrador también llamó conservadores a los pueblos y comunidades que desde hace ocho años se oponen al Proyecto Integral Morelos (PIM), quienes se organizaron en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua (FPDTA). En un evento en Cuautla, el 10 de febrero paspado, dijo: “Escuchen, radicales de izquierda, que para mí no son más que conservadores”, luego de escuchar gritos y reclamos de los pobladores y mientras defendías las bondades de ese proyecto. Uno de los manifestantes que lanzaban reclamos era Samir Flores Soberanes. Diez días después del evento con el Presidente, Samir Flores fue asesinado.
Es obvio que ni Samir Flores ni los integrantes del FPDTA son conservadores, como no lo son los maestros disidente agrupados en la CNTE u otros proyectos políticos como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) con quien López Obrador mantiene diferencias.
Al etiquetar como conservadores a todos los que no están de acuerdo en su proyecto, López Obrador etiqueta una realidad, simplifica el campo y antagonismo político, con lo que construye una narrativa donde se ubica así mismo del lado del cambio y la transformación política y sobre todo pretende erigirse en la única izquierda en este país.
Su narrativa pretende definir el campo de batalla político, simplificando al extremo de postular que él y los que lo siguen son el cambio, la Cuarta Transformación de la vida pública nacional, y los que se le oponen son los conservadores.
Para reforzar este discurso y mensaje, López Obrador utiliza y se mira en la historia y los personajes históricos de este país. Al situarse como el dirigente de la Cuarta Transformación se proyecta como continuador de una saga nacional lineal, progresista en sentido ascendente: es el continuador de la obra de Benito Juárez, Francisco I. Madero y de Lázaro Cárdenas. Una narrativa y lectura de la historia que aplana y simplifica 200 años de antagonismo social en este país.
Con esta construcción narrativa, política e ideológica, López Obrador se mira como el lado correcto de la historia y como la cabeza del bando progresista, transformador y de izquierda de México. Y más allá de los 30 millones de votos que obtuvo, con esta construcción ideológica, se siente con la autoridad para descalificar como conservadores a quienes disienten de él.
Pero López Obrador se equivoca. En el campo del antagonismo social mexicano hay corrientes políticas, movimientos y luchas sociales, resistencias de pueblos y comunidades que cuestionan, disienten, se oponen y luchan contra el proyecto de López Obrador y no son conservadores, sino transformadores y de izquierda. Pero de una izquierda que no se identifica o reconoce en la izquierda electoral y liberal de López Obrador y de su partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Para los integrantes del FPDTA, de la CNTE o del EZLN es un insulto que los califiquen de conservadores. Estos sujetos políticos representan otro proyecto de cambio y transformación social y política. El subcomandante Galeano no es Carlos Slim; como Samir Flores no era Carlos Loret de Mola, ni la CNTE es la mafia del poder.
Los sujetos y actores políticos mencionados que López Obrador denosta como conservadores, son en realidad proyectos políticos que postulan y luchan por el cambio y la transformación, es decir de izquierda, pero distintos y contrarios a los que encabeza el Presidente.
No debe extrañar que para estos proyectos, organizaciones y movimientos, López Obrador no represente cambio sino continuidad del sistema político liberal del Estado mexicano monopolizado por la partidocracia tradicional del PRI, PAN y PRD.
Para estas izquierdas López Obrador no es de izquierda, pues con su intento de transformar y corregir el gobierno federal, trabaja a favor de limpiar la cara al Estado mexicano que legitima y opera para la reproducción del sistema capitalista: el mismo que reproduce y perpetúa los privilegios y abusos de los conservadores de siempre.
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