Un antecedente importante al libro que nos reúne en esta ocasión es el bestiario medieval. Este tipo de manuscrito es una recopilación de imágenes, descripciones y relatos moralizantes de animales fantásticos o mitológicos. Tomados de los autores de la antigüedad, los seres que habitaban los bestiarios eran muy diversos y, para el lector medieval, era un goce del pensamiento concebir algo semejante a un fénix o un unicornio.
Por Carlos Augusto Torres
Ciudad de México, 24 de marzo (SinEmbargo).- La imaginación, esa “loca de la casa” como la llamaba Santa Teresa de Jesús, es una de las características que nos hacen verdaderamente humanos. El arte es el campo donde esta facultad es esencial y se expande hasta nuevos límites; también es un medio de conocimiento con el cual las personas explican su realidad y describen gran parte de lo que los rodeaba.
Un antecedente importante al libro que nos reúne en esta ocasión es el bestiario medieval. Este tipo de manuscrito es una recopilación de imágenes, descripciones y relatos moralizantes de animales fantásticos o mitológicos. Tomados de los autores de la antigüedad, los seres que habitaban los bestiarios eran muy diversos y, para el lector medieval, era un goce del pensamiento concebir algo semejante a un fénix o un unicornio. Aunque en gran medida estos eran usados como motivo religioso —de ahí que el fénix resurja al tercer día—, no dejaba de ser una tentación para la imaginación y la creatividad dejarse llevar por los portentos fantásticos que estos seres representaban.
Zoología fantástica —con fragmentos del libro Manual de zoología fantástica, de Jorge Luis Borges y su colaboradora Margarita Guerrero, ilustrado por Francisco Toledo y con textos introductorios de José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis— es un libro donde la tentación, la imaginación y la recreación mitológica se encuentran en un crisol rico en contrastes y experiencias tanto visuales y textuales, como aquellas propias del pensamiento y del lenguaje. Borges y Margarita Guerrero se dedicaron a investigar en la literatura clásica y oriental a seres o monstruos fantásticos que han minado el pensamiento de los seres humanos desde tiempos milenarios.
Se encuentran el ave roc, el kraken; animales soñados por Poe, Kafka y C.S. Lewis, el ictiocentauros o el temido Hidebehind quien, en los territorios boscosos de Wisconsin y Minnesota, “siempre está detrás de algo. Por más vueltas que diera un hombre, siempre lo tenía detrás y por eso nadie lo ha visto, aunque ha matado y devorado a muchos leñadores”. En los textos relumbra el talento borgiano para la fantasía, el misterio y la intertextualidad como sólo Borges puede hacerlo, el escritor argentino es capaz de crear, en un solo párrafo, verdaderos universos que son obras maestras, redondas y cerradas en sí mismas. En el libro no sólo hay descripciones de seres fantásticos, también encontramos pequeñas narraciones:
“Animales de los espejos. En aquel tiempo, el mundo de los espejos y el mundo de los hombres no estaban, como ahora, incomunicados. Eran, además, muy diversos; no coincidían ni los seres ni los colores ni las formas. Ambos reinos, el especular y el humano, vivían en paz; se entraba y se salía por los espejos. Una noche, la gente del espejo invadió la tierra. Su fuerza era grande, pero al cabo de sangrientas batallas las artes mágicas del Emperador Amarillo prevalecieron. Éste rechazó a los invasores, los encarceló en los espejos y les impuso la tarea de repetir, como en una especie de sueño, todos los actos de los hombres. Los privó de su fuerza y de su figura y los redujo a meros reflejos serviles. Un día, sin embargo, sacudirán ese letargo mágico. El primero que despertará será el Pez. En el fondo del espejo percibiremos una línea muy tenue y el color de esa línea será un color no parecido a ningún otro. Después, irán despertando las otras formas”.
Por su parte, Francisco Toledo se regocija con las formas, colores, texturas y las casi infinitas posibilidades que la certera descripción de Borges ofrece. En ambos textos introductorios, de Pacheco y Monsiváis, se habla de una sexualidad percibida y pujante en las ilustraciones que, sin caer en la vulgaridad, llegan a la sugestión y al goce de los cuerpos animales. En este sentido, las ilustraciones rebozan de vida y corporeidad exuberante. Pacheco dice: “Toledo sexualizó con mano maestra / La prosa asexual de Borges”. Monsiváis ahonda un poco más en las influencias del artista oaxaqueño y expone que, tomando su acervo zapoteca, lo que Toledo propone: “Es la tradición muy personal y colectiva a la vez, que ya no contempla fieras monumentales capaces de levantar un elefante por los aires, ni el pueblo de los espejos que se anuncia con el rumor de las armas, ni hidras, ni ictiocentauros, sino criaturas de todos los días, encarnaciones laicas de la religiosidad popular, parábolas de la sexualidad frenética, los animales tutelares (conejos, coyotes, venados, tortugas, iguanas) que emblematizan con sorna y cordialidad el instinto y la sabiduría”. De esta forma, Zoología fantástica es un auténtico regocijo para aquella loca de la casa que nos habita y nos vuelve verdaderamente humanos.
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Este texto, en su versión original, Zoología Fantástica, de Artes de México. Consigue el libro a través del siguiente enlace y descubre más sobre el bestiario fantástico y poético:
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