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Alejandro De la Garza

24/02/2024 - 12:03 am

El sueño del periodismo producen monstruos

“El alacrán insiste, los medios responden a intereses transitorios, sean políticos, económicos y hasta intereses familiares del clan que es el dueño del medio”.

Entrada al edificio del New York Times el 6 de mayo de 2021, en Nueva York.
“Quienes hoy reivindican al New York Times por aciertos informativos del pasado, debían recordar al mejor Excélsior de 1965-1976 y luego compararlo con esta miseria que es hoy”. Foto: Mark Lennihan, archivo, AP

El sino del escorpión ha vivido para ver cómo el sueño del periodismo produce monstruos. El ingenuo alacrán ingresó a los estudios de periodismo en la UNAM pensando en un oficio noble, y se ilusionó incluso con aquella aventura académica al amparo de maestros memorables. No obstante, el sueño había terminado en poco tiempo. Antes de recibirse como periodista se sucedió el golpe echeverrista al viejo Excélsior de Julio Scherer en 1976, y la consecuente desbandada “democrática” de tantos periodistas hacia publicaciones emergentes: unomásuno, Proceso, Vuelta, Nexos, La Jornada. ¿Qué fue de aquellas batallas periodistas democráticas contra los entuertos del poder? Hoy, aquel sueño ha producido innumerables monstruos periodísticos, desde Fuerza Informativa Azteca hasta Latinus, pasando por una extensa lista de aberraciones “informativas”.

El arácnido persistió en su empeño periodístico porque estaban John Reed, los Flores Magón, Jack London, las crónicas de Riva Palacio (Vicente, el magnífico periodista, no confundir), García Márquez, Kapuściński, Poniatowska y tantos otros periodistas-escritores o viceversa, que hacían que el oficio brillara en la prosa, la coherencia, el testimonio, la entrevista, la crónica, el artículo de opinión. Desde medios un tanto marginales entonces (¿o todavía?): Radio Educación y Canal 11, el venenoso se formó periodísticamente siguiendo la reforma política de finales de los años setenta, las memorables discusiones en la Secretaría de Gobernación entre su titular, Jesús Reyes Heroles, y el Ingeniero Heberto Castillo, líder del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT). “Ha lugar a la reiteración, ingeniero”, le decía Reyes Heroles al querido Heberto cuando éste insistía en el contenido popular que debía tener la reforma, mientras Rosario Ibarra de Piedra se mantenía en huelga de hambre frente a Palacio Nacional.

Los tiempos cambiaron, el caos delamadridista de los ochenta desembocó en el acuerdo oscuro de las élites por impedir mediante un fraude el arribo al poder de Cuauhtémoc Cárdenas. “La izquierda no estaba preparada para llegar a gobernar al país”, insisten, a pesar del Zócalos Rojo y del Frente Cardenista que concitó a las masas como no se veía desde los años sesenta. La imposición de Salinas en aquello años ha sido un lastre, una carga, una pérdida inconmensurable para el país. El surgimiento del EZLN, los asesinatos políticos de tantos perredistas y, finalmente, el asesinato entre los propios priistas en su descarnada lucha por el poder, todo aquello, desembocó en la crisis financiera más profunda, el “efecto tequila”, y la venta a destajo de las empresas del Estado, un atraco multimillonario que mantiene a dos o tres personajes nefandos en la lista de Forbes. ¿Y la prensa, apá, denunciaba todo aquello?

Corrían las elecciones del 2006, y el escorpión presenció en vivo y en directo, desde la redacción del periódico en el que entonces trabajaba, cómo funcionaba el algoritmo de Hildebrando y cómo la victoria clara, cantada, prevista de López Obrador se diluía y daba la victoria en la elección, por una oreja, al usurpador y asesino michoacano. El venenoso cree a pie juntillas que en ese momento se definió algo, se profundizó algo. Todo el aparato de prensa corporativo tomó un bando y apostó por él: derrotar al “peligro para México” fue la consigna. Toda la prensa, con algunas excepciones, apostó al estatus quo. Así, pues, colige el alacrán, los medios, los diarios, las revistas, las televisoras, las radiodifusoras, la prensa toda, siempre han servido a los intereses de uno y otro bando, aunque preferentemente ladeados hacia el bando del poder económico.

El arácnido aún recuerda cuando el Washington Post reveló el caso Watergate, que derribó a un presidente, pero desde entonces, ese diario sólo vive de su fama. El New York Times anda peor. A veces acierta, a veces responde a intereses de la DEA o incluso de Trump, sin darse cuenta, pero siempre acorde a esa visión estadunidense del mundo, a esa narrativa occidental que ya nadie cree. “Yo no creo nada al New York Times”, le dijo Bukele al corresponsal de Univisión, “y ustedes van en caída en audiencia porque nadie les cree y no se dirigen más al público latino, ¿por qué quieren que apliquemos sus fallidas recetas liberales occidentales en nuestros países cuando está comprobado que no sirven?, no hay autocrítica”, ¡tómala new journalism!, insiste el escorpión. La posición del NYT sobre el mayor atentado a la libertad de expresión y al periodismo de este siglo, que es sin duda el caso de Julian Aassange y de Wikileaks ha sido timorato y complaciente. Nunca han exigido que se retiren los cargos que están a punto de llevar a Assange a ser extraditado a Estados Unidos y juzgado por un Acta de Espionaje que data de 1917.

El alacrán insiste, los medios responden a intereses transitorios, sean políticos, económicos y hasta intereses familiares del clan que es el dueño del medio (como los Hearst, los Azcárraga, los Panchitos González, los Vázquez Raña, los Vázquez Aldir, los Junco de la Vega). Quienes hoy reivindican al New York Times por aciertos informativos del pasado, debían recordar al mejor Excélsior de 1965-1976 y luego compararlo con esta miseria que es hoy. Y si esto ocurre con estos medios, qué decir de los dos medios televisivos más ricos, potentes y prepotentes de nuestro país: Televisa y Tv Azteca, beneficiarios de todos los partidos, todos los políticos y todos los gobiernos hasta el día de hoy. Ni modo.

¿Habrá una nueva narrativa surgiendo de los países latinoamericanos, asiáticos y africanos oprimidos durante tantos años por gobiernos occidentales, empresas multinacionales, corporativos de todo tipo y blanqueados medios que quieren imponer su visión de la “democracia”. El alacrán no sabe qué pensar, bien a bien, de Bukele. Se opone a sus políticas punitivas, pero lo ha escuchado poner en su lugar a los periodistas estadunidenses y europeos y nadie se rasga las vestiduras. Sobre su reelección reviró, “por qué las democracias no admiten la reelección y en Estados Unidos sí. ¿Es eso la democracia occidental, estadunidense? ¿Y por qué viene usted a preguntarme por qué me reelegí violando la Constitución, cuando la Constitución cambió para admitir esta única reelección? ¿Y ustedes en Estados Un idos, se han cuestionado la reelección?

El alacrán ha tratado de dar coherencia a estas ideas abrumadoras y fragmentarias que le provocan la circunstancia del periodismo mexicano y occidental en general, pero para resolverlos poéticamente, o más bien pictóricamente, como lo hacía Francisco Goya en su obra “El sueño de la razón produce monstruos”, el venenoso reitera que el sueño del periodismo también produce monstruos terribles.

 

@Aladelagarza

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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