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Jorge Alberto Gudiño Hernández

24/01/2015 - 12:03 am

Novelas atravesadas

Durante meses he estado escribiendo una novela. Lo hago porque me gusta, antes que cualquier otra cosa. Podría extenderme diciendo que todo obedece a una pulsión creadora, a una necesidad existencial o al arrebato casi místico de las musas. Eso sería idealizar demasiado un proceso que, entre otras cosas, es cansado y desgastante. También es […]

Durante meses he estado escribiendo una novela. Lo hago porque me gusta, antes que cualquier otra cosa. Podría extenderme diciendo que todo obedece a una pulsión creadora, a una necesidad existencial o al arrebato casi místico de las musas. Eso sería idealizar demasiado un proceso que, entre otras cosas, es cansado y desgastante. También es muy placentero. Así pues, he estado escribiendo una novela.

Como una novela no se escribe en un día, es inevitable pasar por varias etapas. El entusiasmo inicial suele convertirse en un arduo proceso de reflexión en el que se intenta descubrir cuál es la mejor estrategia narrativa para contar esa historia que, a veces, apenas intuyo. Con suerte le atino a la primera. No siempre. Sin embargo, es menester dar paso a la escritura.

Hay días buenos y otros no tanto. También pasan otros sin una sola línea. Es cuando me inunda cierta resignación trágica: me convenzo de que nunca terminaré de escribirla. Es una sensación espantosa pero insignificante comparada con un hartazgo muy peculiar: cada tanto me digo que lo que estoy escribiendo no sirve para nada, que la novela es una porquería y que me debería dedicar a labores de otra índole. Por fortuna, tras esos raptos, vuelve la serenidad y puedo seguir con el flujo de las palabras.

Ya entrados en intimidades debo confesar que pueden pasar cosas peores. Desde luego, que no termine nunca la novela en turno suena la peor de ellas. No lo es. Terminarla y descubrir que es pésima es mucho peor. O algo que me sucede cada tanto. Cuando voy a la mitad de una novela se me ocurre otra. Aparece con una claridad absoluta pero exige, a cambio, que me dedique a ella de tiempo completo.

Justo en ese trance estoy ahora: con una novela a medias, otra que inicia con fuerza y, para colmo, una más a punto de salir a la venta. Así que inicia ese complicado periodo de hacer malabares con tres antorchas encendidas.

Hay quien dice que la literatura es una liberación. Es posible. Sobre todo en determinados escenarios. Fuera de ellos confieso que me genera mucha angustia. De la buena, si es que existe. Una angustia feliz y placentera, pues.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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