Adrián López Ortiz
23/12/2018 - 12:03 am
La Guardia Nacional y el mito de policializar al Ejército
Desde la academia destaca por mucho la participación del Dr. Alejandro Madrazo con una muy fundamentada crítica al modelo de militarización que implica la Guardia Nacional y es contundente: de aprobarse como se propone, le estaríamos dando al Presidente un poder inusitado. No sólo a Andrés Manuel, sino a los que vengan. ¿Queremos eso?
El Congreso de la Unión decidió ayer posponer para el 16 de enero la discusión sobre la Guardia Nacional. Hicieron bien. Una medida de esa complejidad e impacto debiera discutirse con paciencia y tiempo, pero sobre todo con generosidad para escuchar todos los puntos de vista.
Por supuesto darle más tiempo a la discusión no es lo que esperaba la fracción mayoritaria de Morena y sus aliados: el dictamen avanzaba en comisiones con enorme velocidad hasta que las críticas de ciudadanos, académicos, organizaciones de la sociedad civil y cierta oposición calaron hondo en la conversación nacional y fijaron la agenda en los medios de comunicación y las redes sociales.
De haberla pasado así al Pleno, la Guardia Nacional habría nacido deslegitimada de origen y a nadie le conviene eso, menos al Gobierno federal.
Las críticas son básicamente dos y muy puntuales: una es sobre un aspecto crucial en el liderazgo de la guardia y otra sobre un vacío en la estrategia nacional de seguridad: las policías.
Sobre el liderazgo de la guardia, la Diputada por Morena, Tatiana Clouthier, puso el dedo en la llaga: ningún país democrático tiene a militares al frente de la seguridad pública. Es un contrasentido para una nación que aspira a consolidar una democracia de avanzada y un cambio de régimen. La postura autocrítica de Tatiana ya le valió fuego amigo desde el partido al que ayudó a ganar la elección, pero cosechó el reconocimiento de la sociedad civil y las redes sociales por su apertura y lucidez.
También la Diputada Martha Tagle de Movimiento Ciudadano fue particularmente crítica de la iniciativa y de los oídos sordos de los amnésicos morenistas que ya olvidaron su oposición a la militarización del país durante con la ley de seguridad interior, incluido el líder de la fracción Mario Delgado, quien sólo obedece instrucciones.
Desde la academia destaca por mucho la participación del Dr. Alejandro Madrazo con una muy fundamentada crítica al modelo de militarización que implica la Guardia Nacional y es contundente: de aprobarse como se propone, le estaríamos dando al Presidente un poder inusitado. No sólo a Andrés Manuel, sino a los que vengan. ¿Queremos eso?
La segunda crítica es un debate ausente: ¿qué pasará con las policías del país toda vez que los recursos se concentrarán en la Sedena y la prioridad será la Guardia Nacional. ¿Desaparecerán?, ¿seguirán en sus precarias condiciones?, ¿qué rol jugarán los gobiernos estatales y municipales? Muchas preguntas que expertos y sociedad civil plantean desde hace muchos años, toda ellas sin respuesta.
Lo que es un hecho hasta ahora es que la vía civil no es la alternativa perseguida, sino la militar. Pragmatismo puro y cortoplacismo. Por más que Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad Pública Federal, insista en la simulación de que la guardia no implica militarizar al país sino “policializar al Ejército”. Ja.
El Ejército no se policializa: se forma, estudia y entrena para ser Ejército y no policía. Hablamos de dos entes distintos de origen. Entendemos que las opciones son reducidas, pero no nos quieran ver la cara.
Espero que para enero el Gobierno federal y la fracción de Morena hagan la tarea y estudien la evidencia que una y otra vez citaron académicos y sociedad civil durante sus intervenciones en comisiones. Sigue siendo increíble como los diputados y funcionarios promotores de la iniciativa repiten lugares comunes, creencias y argumentos de sentido común, cuando hay abundante data de que el modelo actual y su exacerbación no ha sido efectivo para hacer de México un país más seguro y pacífico.
Ojalá escuchen, lean y recapaciten porque de continuar por esta vía estarán poniendo en riesgo el cambio de régimen propuesto por Andrés Manuel y sacrificando la enorme expectativa que ha generado el nuevo gobierno.
La emergencia nacional de violencia e inseguridad es de tal tamaño que la esperanza en la Cuarta Transformación puede diluirse muy pronto a fuerza de asesinatos, desapariciones y violaciones de derechos humanos. México no aguanta otros 150 mil muertos como los que nos dejó el Gobierno de Peña Nieto.
De lo diputados depende dotar ahora al Ejecutivo de los instrumentos y el marco legal necesario para evitar otra tragedia nacional y la guardia, así como se propone hasta ahora, no es la navaja suiza que el país necesita, sino un cuchillo de carnicero.
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