México

#AsíLoViví | El S19 y la corrupción les quitó su casa. Y hoy, Gobierno y constructora no dan la cara

23/12/2017 - 11:00 am

Años de trabajo y ahorro quedaron reducidos a un montón de escombros. Alejandra y Francisco trabajaron durante años para comprar su primer hogar y amueblarlo, pero el 19 de septiembre a las 13:14 horas la tierra se sacudió y derrumbó aquel sueño.

La joven pareja habitaba el departamento 104, una de las 24 viviendas con que contaba el edifico de 6 pisos en la calle Emiliano Zapata número 56, colonia Portales Sur, en la Delegación Benito Juárez, Ciudad de México.

A tres meses de la desgracia que cobró la vida de dos personas y dejó 19 familias damnificadas sólo en ese edificio, ni el Gobierno ni la inmobiliaria han dado certeza de la reconstrucción.

Ciudad de México, 23 de diciembre (SinEmbargo).- Alejandra y Francisco son una joven pareja que habitaba el departamento 104 del edificio de la calle Emiliano Zapata número 56, colonia Portales Sur, en la Delegación Benito Juárez de la Ciudad de México.

El departamento para el que ahorraron durante una década desapareció cuando el edificio en el que vivieron menos de un año se derrumbó. Esa tarde murieron dos mujeres y 19 familias quedaron sin hogar. Y ahí también se fue lo comprado para su boda, que se celebraría en unos días.

Dos responsables del inmueble colapsado han sido detenidos, pero ahora ni el Gobierno ni la inmobiliaria les han informado qué pasará con su patrimonio.

Esta es su historia –durante y después del sismo– contada en voz de Alejandra:

Recuerdo el horrible sonido del edificio de cristal. Se empezaron a caer plafones, la gente se asustó mucho, yo sólo grité ¡Dios mío! Nunca había sentido algo así. Carlos, un compañero de trabajo, ayudó a tranquilizarme y rezamos juntos.

Dos horas antes habíamos hecho el simulacro en la empresa donde trabajo, cuando terminó subí a la oficina, ubicada en el décimo piso, respondí algunos correos y bajé al comedor al cuarto nivel. A la 1:14 todo comenzó a moverse, mis compañeros y yo volteamos a vernos y a preguntarnos si era vibración provocada por camiones. La sacudida tomó fuerza.

Caminamos a un pasillo esperando salir de la torre. Fue muy impresionante ver yeso tirado, mosaicos levantados y rotos en las escaleras. Allí pude dimensionar un poco que no había sido un temblor cualquiera.

Pensé en mi esposo, en mi mamá, en mis hermanos y en mi tía que es como una segunda madre. Ya concentrados en la calle, sobre un camellón, intenté llamarles, pero fue imposible, Internet iba y venía, así que envié mensajes por whatsapp. Logré localizar a Francisco, mi esposo, y supe que estaba bien y así poco a poco pasó –por fortuna– con todos.

Alejandra nunca imaginó que el patrimonio por el que tanto trabajó junto con Francisco, se hubiera venido abajo en el terremoto del 19 de septiembre. Foto: Sandra Sánchez, SinEmbargo.

Nunca imaginé que la casa estuviera derrumbada, apenas seis meses atrás habíamos llegado y era un edificio nuevo, con menos de un año de vida. Nunca te pasa por la mente que tu casa se va a caer con un temblor y menos cuando es nueva.

Tenemos un chat de vecinos. En los momentos posteriores al terremoto nos preguntábamos si todos nos encontrábamos bien, que si alguien estaba en el lugar. Por la hora a la que ocurrió, afortunadamente había poca gente.

Llegó el mensaje de un vecino que transitaba por el puente de Zapata y alertó: “algo pasó en el edificio”. Advirtió que desde lo alto se podía ver una nube de polvo proveniente del inmueble.

En uno de los departamentos lamentablemente fallecieron Karla Santos y Matilde Téllez, dos mujeres que hacían la limpieza en uno de las viviendas. La propietaria de ese departamento, insistía desesperada en el chat: “por favor ayúdenme a saber si las personas que están allí se encuentran bien”. Hasta ese momento desconocíamos si habían logrado salir.

Cuando el vecino que vio la nube de polvo llegó al edificio nos envió una foto y nos informó “se cayeron todos los cuatro” y pues nosotros vivíamos en el 104. Allí empezó la pesadilla, le llamé a Paco, pero no entró la llamada; busqué a mi mamá y solté “se cayó mi casa”.

Nunca estás preparada para algo así, no sabíamos mucho, queríamos ir a ver qué había pasado. Me quedé llorando en la calle, los compañeros que me rodeaban preguntaron qué me pasaba, me untaron alcohol en el cuello y me dieron a oler un poco más, se asustaron, pensaron que me iba a desmayar. No podía hablar, sólo lloraba. Finalmente logré decirles que se había derrumbado mi casa. Me abrazaron.

Por fin pude comunicarme con Paco, él tenía esperanza de que todo fuera un error, yo sabía que apenas empezaba la pesadilla. Llegó por mí para ir hacia donde fue nuestro hogar por escasos seis meses. Nos vimos y nos fundimos en un abrazo. No nos dijimos nada.

Me rompía cada vez que hablaba con alguien. Muchas personas me regalaban palabras de aliento, todos me decían que agradeciera que mi esposo y yo estábamos bien. Claro que daba gracias porque mi familia y yo nos encontráramos a salvo, que no hubiéramos estado en el departamento. Lo analizaba y me decía “sólo perdí mi casa, pero la perdí y no es cualquier cosa”. No hay palabras que te puedan decir para hacerte sentir mejor.

El camino fue tortuoso. La ciudad era un embrollo, había embotellamientos por todos lados. En las 3 horas y media que duró el trayecto al departamento, nos enteramos que las mujeres estaban atrapadas, no se sabía si con vida. Intenté muchas veces comunicarme al 911, a Locatel, pero no lo logré. Entonces empecé a tuitear para pedir que enviaran ayuda, herramientas, rescatistas, para alertar que había dos personas que no habían salido.

El tiempo pasaba en medio del tráfico y el sonido incesante de las ambulancias. Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que la magnitud del desastre era impresionante. Por la radio empezamos a escuchar lo que había ocurrido en el Colegio Rébsamen, en Álvaro Obregón 286, en Bolívar…

Hogares destruidos por el sismo y la negligencia. Foto: Cuartoscuro

Llegamos casi a las seis de la tarde por el lado de Zapata y desde allí no podía verse lo que había pasado. El lugar estaba acordonado, ya había llegado la Marina. Vimos a mi suegros, nos abrazamos y de nuevo el llanto. Mi suegra me dijo que mi mamá me esperaba del lado de Antillas, por donde el derrumbe era visible. Me pidió que me preparara porque era muy impresionante lo que presenciaría.

Paco se quedó con su papá para hablar con los miembros de la Marina. Mi suegra me acompañó a encontrarme con mi mamá, mi papá y mi hermano; mi hermana estaba lejos, no lograba llegar.

Cuando vi mi patrimonio hecho añicos volví a romper en llanto, no paré de llorar durante al menos cinco días seguidos. No creía lo que había frente a mí. Ni en mis peores pesadillas imaginé que podíamos vivir algo así, pensé también que apenas horas atrás Paco y yo estábamos allí dentro preparándonos para salir a trabajar.

No paraba de preguntarme: “¿Por qué a nosotros? ¿Qué vamos a hacer? ¿Por qué pasó esto?”. Pensaba en todo lo que teníamos adentro de la casa: las cosas de la boda, el traje de Paco… Se acercaba el 7 de octubre, el día en que nos estaríamos jurando amor eterno frente al altar.

El mismo 19 de septiembre, a 32 años de distancia del terremoto que sacudió a la capital, platicamos con nuestros vecinos, allí a las faldas de montañas de escombro.

En ese momento supimos que las mujeres seguían dentro. Comenzó a llegar gente de la Cruz Roja, del Ejército, pero no podían entrar, esperaban a que llegara Protección Civil a dictaminar cómo se encontraba el edificio, no podían arriesgarse a que la gente entrara sin que se determinara si había riesgo de derrumbe. Sólo se movieron escombros.

A las 11 de la noche nos fuimos a dormir a casa de mi suegra. No habíamos comido, pasamos a comprar unos tacos, pero apenas los probamos, no teníamos hambre.

Cuando nos quedamos solos fue el momento en que Paco se partió, él no había llorado para nada en todo el día. Esa noche se rompió, sólo me preguntaba: “¿qué vamos a hacer?”. Le respondí que no sabía y le prometí que lo resolveríamos juntos. Nos abrazamos e intentamos dormir, despertamos todo el tiempo, fue una larga noche.

Por la mañana del miércoles nos enteramos que ya habían localizado a las señoras, pero aún no recuperaban los cuerpos. La ayuda se desbordó: sobraban manos, sobraba comida, sobraba herramienta y eso fue impresionante. Me quedo con eso: puedes estar en la adversidad, pero hay mucha gente dispuesta a tendernos la mano en las peores situaciones.

Los días y las noches transcurrían sin que la inmobiliaria Canada Building Systems, responsable de la construcción, apareciera. Se necesitaban los planos para ejecutar las labores de rescate, pero no había noticias de la empresa. Nos enviaron un mensaje para apoyar a los rescatistas en identificar objetos e intentar dar con los cuerpos de las señoras. Los brigadistas no tenían idea de cómo era la distribución del edificio y las personas que contábamos con planos los teníamos dentro del inmueble que ahora era un montón de escombros.

Durante la semana llegaron cuadrillas de expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), del Instituto para la Seguridad de las Construcciones de la Ciudad de México (ISC), del Instituto Politécnico Nacional (IPN), un Director Responsable de Obra (DRO). Todos coincidían en que algo en la construcción estaba mal, en que un edificio que cumple con las normas no debía derrumbarse. Es claro que algo se hizo mal.

Protección Civil de la Delegación Benito Juárez por fin se apareció el jueves por la noche. Entraron a hacer la inspección y el DRO dictaminó que sí encontraron cuestiones que no se habían hecho bien en el diseño y la ejecución de la construcción.

En algún momento aparecieron un representante legal de la constructora, pero no daba certeza de nada, sólo se lavaba las manos. A finales de septiembre, la Delegación interpuso una demanda contra la empresa por homicidio, fraude, lesiones, daño en propiedad ajena y falsedad ante las autoridades tras el colapso del inmueble, por lo que dos empleados de Canada Building Systems se encuentran ahora tras las rejas.

Trámites y trámites: Fuimos a la Notaría para solicitar una copia certificada de las escrituras. Al Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit). Luego con la aseguradora, con el banco…

Finalmente decidimos casarnos como lo habíamos planeado. Fue un respiro después de las tres semanas de martirio que habíamos vivido. Decidimos que la boda sería un parteaguas para comenzar de nuevo y así ha sido. Aunque estos tres meses francamente hemos estado en una montaña rusa de emociones.

Hacer la boda ese día fue de las mejores decisiones que pudimos tomar. Nos ayudó mucho, fue celebrar que estamos bien y estamos juntos… que estamos vivos. Que nuestras familias y amigos se encuentran a salvo.

Aunque en el tema de nuestro patrimonio, hoy por hoy no tenemos certeza de nada, no hay claridad. La inmobiliaria está desaparecida y no da la cara. Por eso pedimos transparencia, todo ha sido muy opaco y necesitamos saber qué va a pasar, qué nos están ofreciendo y bajo qué condiciones. El edificio ni siquiera ha sido demolido por completo.

Nos preocupan las fechas que se aproximan, conforme se acercan los tiempos de la elección menos se van a preocupar por el tema de la reconstrucción. ¿Qué va a pasar con lo damnificados? Los tiempos políticos no nos ayudan, al final cada quien va a buscar su hueso y probablemente se olviden de nosotros.

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