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Diego Petersen Farah

23/11/2018 - 12:00 am

Migración. ¿Caímos en el juego de Trump?

Las caravanas de migrantes se convirtieron en la noticia más destacada solo después de las bombas cotidianas del presidente electo. Es, desde donde se vea, una nota sobre valorada, no por su importancia humanitaria, esa sin duda la tiene, sino por su efecto. Quien se empeño en hacer visible las caravanas para convertirlas en el enemigo público de Estados Unidos fue el presidente Donald Trump, que en ese momento estaba en plena campaña electoral, y el resto del mundo hicimos eco.

Donald Trump. Foto: AP.

Las caravanas de migrantes se convirtieron en la noticia más destacada solo después de las bombas cotidianas del presidente electo. Es, desde donde se vea, una nota sobre valorada, no por su importancia humanitaria, esa sin duda la tiene, sino por su efecto. Quien se empeño en hacer visible las caravanas para convertirlas en el enemigo público de Estados Unidos fue el presidente Donald Trump, que en ese momento estaba en plena campaña electoral, y el resto del mundo hicimos eco.

Cada año cruzan por nuestro país 450 mil migrantes centroamericanos y nunca habían recibido tal atención ni de los medios ni de los políticos. El hecho que vinieran en grupos los hizo más visibles, pero desde donde se vea siete mil migrantes no son un problema económico para México. En un país de 128 millones unos miles de personas, así se quedaran todas en el país, no representan un reto; las maquiladoras de la frontera las absorberían encantadas, salvo que los centroamericanos no quieren, al menos como primara opción, un sueldo así.

El problema de los migrantes es social. No por las carencias y necesidades en su cruce por México pues eso también es relativamente menor para el tamaño del país. El problema de fondo es que visibilizarlos de la manera que lo hicimos sacó lo peor de los sentimientos xenófobos de una parte de la población y no pocos políticos que luego, por supuesto, dicen que fueron mal interpretados.

¿Cómo entender que una ciudad como Tijuana, donde todos son hijos de migrantes, nacionales o extranjeros, que encontraron en esta ciudad la oportunidad que no tuvieron en su lugar de origen reaccionen con odio; que los habitantes de la frontera más cruzada del mundo por la que todos los días pasan decenas de miles de personas de todas nacionalidades ahora rechacen a un grupo específico; que la ciudad que ha desarrollado los movimientos culturales más importantes de la frontera, tenga ese tipo de manifestaciones anti inmigrantes? Una parte de la explicación está en el crecimiento de los sentimientos xenófobos en todo el mundo. El discurso de odio racial marcó la elección presidencia de Estados Unidos y también la de Italia, Francia, Brasil, Austria, por citar algunos, pero no en México. En nuestro país estas manifestaciones aparecieron a partir de la amplia difusión que han tenido las declaraciones de Trump, que resultan insoportables para la mayoría pero que también caen en blandito y hacen mella en un país cada día más dividido y polarizado.

¿Caímos en el juego de Trump? Me temo que sí, cada vez que difundimos, comentamos y hasta cuando criticamos los twitazos del presidente estadunidense abonamos a la difusión de la cultura xenófoba.

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