Pensar nos hará libres

23/11/2013 - 12:00 am

En el salón de  maestros de una universidad privada, en provincia, coinciden dos maestras jóvenes. Aunque todavía no se tomaban confianza, María cuenta cuánto trabajo le cuesta que los alumnos se interesen en el contenido, no sólo en las calificaciones. Laura la escucha y, cuando termina, la apoya: “Estás en sintonía con la verdadera educación.”

Usa su propio caso como ejemplo: fue siempre aplicada, chica de dieces, sin problema alguno para aprobar cualquier materia, desde primaria hasta universidad. En el séptimo semestre de su carrera en el ITESM se animó a irse a París, apoyada por una beca para estudiar Ciencias Políticas. Todo iba sobre ruedas.

Recibió el temario para su primer examen. Se puso a estudiar duro hasta aprenderse todo, de principio a fin. Respondió puntual y sin dudar todo el examen, pero su calificación fue de 2 (sobre 20, escala francesa). Imagine usted el aturdimiento que sintió Laura de golpe. ¡DOS! ¿Se habrán equivocado de examen? ¿Se habría equivocado ella al responder? Fue desconsolada con el maestro, quien le explicó que sus respuestas sólo tenían datos, no ideas, cero contenido. Nada que reflejara su pensamiento.

Laura siguió platicándole a María que cambió su enfoque y se esforzó con su característico empeño por entender en vez de memorizar, buscando relaciones entre un hecho y otro, conclusiones, argumentos, y sus calificaciones fueron mejorando hasta que un día logró obtener el 20. Al entregarle el resultado, el maestro le dijo: “Ahora sí ya sabes disertar”. –¿Y sabes qué, María?”, ese día me sentí libre.

La anécdota es pertinente. Una excelente alumna mexicana, destacada en este sistema educativo, no sabía pensar. Esta ha sido la línea pedagógica que nos impone con empeño el sistema: la des-educación. Si durante años se nos enseña que para sacar dieces no necesitamos cerebro, sino memoria, ¿cómo entender que la aprobación de la reforma energética nos dejará a los mexicanos verdadera, vergonzosa, irremediablemente sin país? Ejemplos: Al recordar sólo datos, registraremos que el crimen organizado ha estado robando 15 mil millones de pesos a Pemex, sin darnos cuenta de que se descubre precisamente ahora, que ya vienen los extranjeros a tomar posesión de la empresa. Nos parecerá bien que les recojan las armas a los grupos de autodefensa, y no pensaremos que los dejarán otra vez indefensos ante las organizaciones violentas. Nos parecerá bueno que vengan inversionistas a invertir en Pemex, sin ver lo que sigue: que se llevarán el petróleo, las ganancias, los clientes… y lo que hoy nos queda todavía de país.

Nos alegramos porque tenemos al hombre más rico del mundo, o el segundo, sin ver que él mismo nos está ofreciendo un servicio cada vez más deficiente porque no quiere invertir antes de ver qué sucede con la reforma en telecomunicaciones. Nos parece “buen servicio” que los cajeros automáticos nos ofrezcan “proteger su retiro” por $9.50, y no pensamos que nos están protegiendo de ellos mismos. ¡Un absurdo surrealista antes exclusivo de nuestros gobiernos! Nos cobran por no robarnos… y eso, a ver.

Nos parece soportable un aumento de 10 centavos por mes al litro de gasolina, porque no vemos que ha subido $4.14 desde enero del 2010, casi 53%. Se nos hace lógico que en el Senado se reciba a miembros del crimen organizado, y se nos olvida que en tantos años no se ha recibido ahí mismo a las madres de las víctimas de la Guardería ABC.

Sin una verdadera educación, ¿cómo podremos interpretar todo esto? Quien crea que la lucha por frenar la reforma energética es sólo una marcha más al Zócalo, estará viendo el dato y no el fondo; la portada y no la historia. Hacer lo opuesto, disertar sobre los problemas de México, nos hará sentirnos libres, como a Laura.

en Sinembargo al Aire

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