La escritora e investigadora independiente Irmgard Emmelhainz habló con SinEmbargo sobre su libro Amores tóxicos, futuros imposibles, en el que “toma en cuenta las urgencias del momento en el que vivimos y reflexiona sobre la preocupación común de esbozar debates urgentes que conciernen el estado del ‘ser mujer’ en el siglo XXI”.
Ciudad de México, 23 de octubre (SinEmbargo).– “Tenemos que empezar a entender a la violencia de género como un todo, que tiene que ver cómo nos relacionamos con la Tierra y la violencia hacia las cuerpas de las mujeres conectada con la violencia que estamos ejerciendo contra la Tierra para sostener la vida, entonces existimos en un sistema que ejerce violencia y desprecia la vida”, advirtió en entrevista la escritora e investigadora independiente Irmgard Emmelhainz, quien acaba de publicar Amores tóxicos, futuros imposibles (Taurus).
El texto de Emmelhainz escudriña en la devastación del modelo neoliberalista en cualquier rincón en el que es impuesto, además de exponer al lector cómo la violencia de género va mucho más allá de las relaciones entre hombres y mujeres, e impacta “en el ecosistema que tiene que ver con la maquinaria del capitalismo y con la forma occidental moderna de existir, que es a partir de una depredación de la Tierra”.
Irmgard cuestionó que la concepción de creer que el mundo y la naturaleza están ahí para que los hombres lleguemos, la tomemos y la consideremos como recurso, y por esa misma razón, indicó, “estamos ejerciendo violencia sobre la Tierra, no tenemos reciprocidad con nuestro entorno ni con los otres, entonces yo entiendo que esa es la raíz de la violencia de género”.
La depredación que expone Irmgard Emmelhainz en su texto es la misma que engendra conflictos en las comunidades y el mismo entorno, escenarios en los que quienes llevan la peor de las partes son las niñas y mujeres.
“Eso tiene que ver con la lógica moderna colonial, para mí es impensable pensar en la modernidad, que es el sistema en el que existimos desde hace años, sin la colonización, que también presupone que hay tierras vírgenes conquistables, hay una serie de cuerpos que son vulnerables a ser explotados y que son inferiores a otros cuerpos y ahí es donde se genera el sistema de violencia en el cual existimos, o sea que la tierra cómo los cuerpos de las mujeres están ahí para que los hombres vengan y hagan con ellos lo que quieran y erijan lo que ellos dicen ‘la civilización’”, refirió.
Aunque en ese punto, compartió que el costo es altísimo “porque las más afectadas por el despojo y el desplazamiento forzado, que estamos viviendo actualmente en el país y en otras partes del mundo que son la base del sistema económico, son ellas, ellas la padecen pero además se van heredando de generación en generación, el trauma de la colonización y la herencia de género es algo que va expandiendo como cuando avientas una piedra en el agua y se expanden las ondas, así se va expandiendo de generación en generación, entonces es ese daño emocional que también es físico, se va transmitiendo y son esas cadenas imparables de violencia y de trauma”.
Emmelhainz expuso que por todos estos factores es que la sociedad occidental ha sido construida por y para hombres, porque así es como se establece a partir de las dinámicas de depredación que ella expone y las cuales están volviendo insostenibles las condiciones en las que viven las mujeres dentro de las comunidades, y en general de todos los estratos de la sociedad.
“Eso es generalizable a toda la sociedad, entonces la cuestión es que si una mujer de clase alta puede ir a tratarse una violación a terapia y tiene dinero para una serie de terapias, una mujer pobre no tiene necesariamente acceso a eso y por eso yo creo que el estado debe de subsidiar terapias psicológicas para todes y los seguros médicos y el seguro social también cubrir la salud mental”, cuestionó.
En ese punto, puso sobre la mesa una de los planteamientos en los que ahonda en su trabajo: “(Hay que) plantarse delante del Gobierno y decir ‘yo soy víctima de violencia de género y necesito que el Gobierno me reconozca y resarza el daño o subsane ese daño’ no es el camino fructífero a corto, largo y mediano plazo porque el Estado hemos visto que es incapaz de garantizar derechos y quien te garantiza derechos es tu propia comunidad y tu entorno, entonces yo creo que la lucha de las mujeres tiene que empezar a nivel celular y a empezar a expandirse y no pensar o creer que el Estado o las estructuras gubernamentales van a ser la solución o nos van a dar la solución”.
“Si observas la historia del movimiento feminista en México actualmente hay muchísimas fragmentaciones en los movimientos feministas o, por ejemplo, yo oigo de proyectos hechos solo por mujeres, en caso concreto de una serie sobre violencia de género que hicieron puras mujeres, se mataron durante todo el proceso y eso tiene que ver con que estamos profundamente hechas mierda por el heteropatriarcado, los sistemas límbicos estás disparados a todo lo que da, muchas mujeres vivimos con síndrome de estrés postraumático precisamente por estas cadenas de violencia y no estamos siendo capaces de crear redes de solidaridad a corto plazo, entonces el estado debe pagar terapia para todes y de ahí empezar a tejer esas cadenas de apoyo entre las mujeres”, ahondó.
Otra de las apuestas de las que Irmgard habla es hacer huelga del trabajo productivo y empezar a crear sistemas de sustento micro, pequeños, huertos en el techo de edificios, y dejar el trabajo asalariado. “Cuando te lo planteo de regresar a estas formas primitivas de subsistencia parece descabellado, pero yo creo que va a tener que ser la realidad pensando en el cambio climático y que ya con la pandemia se empezaron a romper las cadenas de producción y ya hay productos que no llegar al mercado, esa tal vez va a ser la realidad que vamos a tener que asumir, entonces no es tan descabellado y una fuente de inspiración muy grande para mí, teniendo también como cuidado de no apropiarnos de los pueblos imaginarios, son las formas de subsistir de las comunidades rurales, que justo funcionan así a través de estos entramados de solidaridad entre comunitarios”.
Emmelhainz insistió en que vivimos en un sistema donde todo es tóxico, “por ahí viene el título del libro”, y eso está causando epidemias, autodestrucción y adicciones.
“Todo nuestro sistema es tóxico y no tenemos consciencia”, puntualizó.