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Alma Delia Murillo

23/09/2017 - 12:00 am

La escalofriante lección

Intentando, como muchos, ayudar en el desconcierto de las primeras horas, abrazando desconocidos, corriendo a conseguir lámparas y pilas para las labores de rescate o bolsas para empacar; con el alma expuesta, maravillada por la capacidad organizativa, inteligente, eficiente y todopoderosa que como sociedad mostramos ante la tragedia telúrica, no pude evitar pensarlo: este gobierno no nos merece.

“¿Se han puesto a pensar todo lo que podríamos reconstruir luego del temblor con los recursos que hoy perdemos en el barril sin fondo de la corrupción?”. Foto: Alberto Alcocer/ @beco

Antes de que el tiempo pase y volvamos a reconstruir, pedazo a pedazo, lo que el sismo derrumbó, creo que es valioso detenernos a pensar en la inmensa, poderosa lección de unidad que estamos viviendo.
Ante los desastres naturales, no hay ideología. Lo que importa es sortear la situación límite, nadie con la dosis mínima de humanidad y de empatía, le preguntará a quien se quedó sin casa por cuál partido votó o si comparte su vegetarianismo o corriente de feminismo antes de darle una cobija, un botiquín o una despensa de sobrevivencia.
Entre los mexicanos ocurre un milagro de transformación en la identidad que pareciera que sólo se activa cuando la tierra nos sacude. Como con varita mágica, el temblor nos devuelve la confianza.
Confiamos en nosotros. Y entonces nos volvemos uno.

Pero evidentemente para este gobierno y su plaga de funcionarios chupasangre no hay milagro que alcance.
Intentando, como muchos, ayudar en el desconcierto de las primeras horas, abrazando desconocidos, corriendo a conseguir lámparas y pilas para las labores de rescate o bolsas para empacar; con el alma expuesta, maravillada por la capacidad organizativa, inteligente, eficiente y todopoderosa que como sociedad mostramos ante la tragedia telúrica, no pude evitar pensarlo: este gobierno no nos merece.

Lo repito. Este gobierno no nos merece.
El que construye hospitales que no funcionan porque son instalaciones fantasma, el que reemplaza los tratamientos médicos por agua con azúcar, el que construye obra pública deshonesta, mugrienta y chafa que se desploma durante las lluvias, el que no instala las alarmas sísmicas que siguen guardadas en bodegas por falta de pago. Este pinche gobierno cuyos funcionarios nomás se apersonan para la foto pero que son incapaces de desvelarse toda la noche levantando escombros o siquiera untando mayonesa al pan para las tortas. Esos políticos a los que jamás veremos abrir su casa, recibir desalojados, acampar como gitanos en el piso de sus lujosos departamentos, no nos merecen.

¿Se han puesto a pensar todo lo que podríamos reconstruir luego del temblor con los recursos que hoy perdemos en el barril sin fondo de la corrupción? No sólo consideremos lo que los partidos podrían devolver del presupuesto del INE, sino también el dinero de la corrupción que levantaría este país entero. Es urgente asumir que llegamos a nuestro límite de permisividad con esa dinastía de saqueadores políticos. Es urgente. Y es ahora. No obviemos el poder de la tormenta perfecta.

Hay otra lección, escalofriante, pero fundamental: si recuperamos el valor sagrado de la vida humana, entonces podemos hacer todo para salvarla. Todo.
Individuos y sociedades evolucionamos según saquemos aprendizaje de las experiencias y, es duro decirlo, pero el dolor es un gran maestro.
Ya que tanto dolor nos está removiendo la identidad, que la manera de redimirlo sea recuperando la noción de que las vidas son sagradas. No volvamos a normalizar las estadísticas de asesinatos, feminicidios y decapitados hallados en fosas clandestinas.
Porque duelen tanto y son tan sagrados los muertos del periodismo de denuncia como los del sismo. O los de las mujeres y niñas violadas y asesinadas en el Estado de México por la impunidad.

Porque los muertos que asesina la impunidad, también son muertos.

Que los medios no sean críticos, dirá Peña Nieto.
Que los medios complican todo, dirá ese esperpento llamado Rosario Robles.
Que sólo ayudes y no critiques, dirán quienes tienen miedo a la furia de la conciencia.

Que no se nos olvide nunca que podemos unirnos de tal manera, digo yo.
No olvidemos que los mexicanos tenemos un coraje épico para pelear por la vida.
No olvidemos la lección probada y comprobada estos dos negros 19 de septiembre: somos más fuertes, más poderosos y mejor organizados que este gobierno corrupto, manipulador y repudiable. Que nosotros mandamos, no ellos.

@AlmaDeliaMC

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