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Arnoldo Cuellar

23/08/2012 - 12:03 am

Guanajuato o la crisis de identidad panista

El Partido Acción Nacional, la histórica segunda fuerza política de México que logró una temporal preeminencia en dos elecciones presidenciales anteriores y que cayó a un tercer lugar en la más reciente, sigue sin percatarse de que se encuentra al borde de una crisis sin parangón en su existencia. Lo peor que le puede ocurrir […]

El Partido Acción Nacional, la histórica segunda fuerza política de México que logró una temporal preeminencia en dos elecciones presidenciales anteriores y que cayó a un tercer lugar en la más reciente, sigue sin percatarse de que se encuentra al borde de una crisis sin parangón en su existencia.

Lo peor que le puede ocurrir al PAN es que luego de mostrar que nunca entendió lo que significaba ganar el poder, ahora se quede sin comprender lo que representa perderlo.

Ambos episodios reunidos, la incapacidad para generar una nueva forma de ser gobierno en México, seguida de la negación a darse cuenta de las consecuencias de una derrota electoral de la magnitud de la sufrida en julio de 2012, colocan a este partido en trance de desaparición.

El mejor ejemplo de los riesgos que vivirá el PAN en los próximos años, se da precisamente en Guanajuato, el único estado, de los tres que gobernaban, donde lograron rescatar una victoria en las elecciones de este año.

El candidato electo el 1 de julio, Miguel Márquez Márquez, se ha propuesto hacer frente al incremento de la inconformidad ciudadana con su partido, evidente en la elevación del voto priísta y el escaso margen con el que obtuvo el triunfo, mediante el manido y poco imaginativo expediente de “acercar a la sociedad” al gobierno que inicia el próximo 26 de septiembre.

De acuerdo al análisis del gobernador electo y de sus estrategas, el alejamiento ciudadano con los gobiernos panistas, surgido a raíz de reclamos de corrupción en el gobierno encabezado por Juan Manuel Oliva, actualmente separado del cargo mediante una licencia, se puede combatir mediante la apertura de la nueva administración a sugerencias de la sociedad civil organizada.

Para instrumentar de manera expedita esa línea de acción, Márquez se dio a la tarea de reunirse con agrupaciones civiles, principalmente organizaciones empresariales y sindicatos patronales, a fin de recibir propuestas para la integración de su gabinete.

La medida ha despertado una expectativa notable entre los tradicionales grupos de presión, que ya se ven colocando a sus alfiles en el nuevo gabinete. Qué mejor regalo puede hacérsele a la Cámara de la Construcción que colocar a alguno de sus agremiados más prominentes al frente de la Secretaría de Obra Pública.

Sin embargo, lo que queda en evidencia es la falta de imaginación y la ausencia de diagnóstico de parte de los sobrevivientes panistas de Guanajuato, ante el pasmo provocado por el derrumbe de sus expectativas electorales.

En primer lugar, habría que cuestionar si el abandono de la identidad panista y la eventual adopción de un disfraz de sociedad civil, resultan suficientes para mejorar las prácticas de gobierno, particularmente cuando se confunde a la sociedad en abstracto con las organizaciones de corte empresarial.

El tema también deja un sabor a búsqueda de coartadas, pues al hacer cómplices a entidades del sector privado de la tarea de gobernar, el mandatario que está por iniciar su gestión podría compartir culpas en caso de eventuales fracasos o de una recaída en las mismas prácticas que se le han criticado a los anteriores gobiernos.

En segundo lugar, habría que preguntar si lo que el PAN necesita en los momentos en que se abre una larga discusión sobre su futuro como partido es la dilución de su identidad en cogobiernos ciudadanos que, en caso de tener éxito, también lo restarán mérito a la organización política en cuanto tal.

La crisis que afectará al PAN en los próximos años amenaza con alcanzar niveles profundos, por lo que no parece posible atenderla mediante soluciones superficiales como la de convertirse en un lobo con piel de oveja.

Allí está el ejemplo de los priístas que transitaron los doce años de exilio opositor siendo fieles a sí mismos, con sus gobernadores atrabiliarios, su ejercicio patrimonial del poder, su guerrilla en las Cámaras para frenar la agenda legislativa de los presidentes panistas y sus alianzas con los sectores más atrasados de la contrahecha democracia mexicana, como las cúpulas  dirigentes de las viejas centrales obreras del antiguo régimen.

Con ese bagaje, el PRI recobró el poder en un país que parece preferir el autoritarismo medianamente eficiente antes que la frágil democracia paralizada por la incapacidad de ejercer el mando.

Un PAN que renuncia a su capacidad de cambiar el poder desde el poder y que no encuentra otra solución que arrojarse en brazos de los mismos empresarios que tan a gusto convivieron con el viejo PRI y lo harán con el nuevo, confundiéndolos además con la sociedad, no parece un partido encaminado a resolver su crisis de manera productiva.

Llama la atención, por otra parte, la más que evidente ausencia del guanajuatense Miguel Márquez, quizá el último panista en ganar una elección estatal en un largo tiempo, en la discusión nacional sobre la suerte del partido.

Con su receta de más sociedad (aunque sean sólo sociedades anónimas) y menos partido, Márquez parece convencido de que lo que ocurre en el PAN a nivel de la república, no es su asunto y que su único reto será gobernar Guanajuato, aunque deba entregarle parte de los dividendos a sus socios empresariales.

Como en una variante de aquella discriminadora sentencia atribuida a los yucatecos en son de burla, que postulaba: “si se acaba el mundo, me voy a Mérida”, parece que aún si el PAN se acaba, Guanajuato siempre podrá recurrir al Yunque.

 

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Arnoldo Cuellar
Periodista, analista político. Reportero y columnista en medios escritos y electrónicos en Guanajuato y León desde 1981. Autor del blog Guanajuato Escenarios Políticos (arnoldocuellar.com).

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