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Germán Petersen Cortés

23/06/2015 - 12:00 am

Élite enclaustrada

La élite peñista está ensimismada, con los ojos puestos sobre sí misma, enclaustrada. Desde esa posición leyó lo ocurrido el 7 de junio, en particular la mayoría absoluta del bloque PRI/PVEM/PANAL en San Lázaro. Con el resultado electoral en mano asumió que el enclaustramiento no es equivocado y que quien lo dude puede remitirse a […]

La élite peñista está ensimismada, con los ojos puestos sobre sí misma, enclaustrada. Desde esa posición leyó lo ocurrido el 7 de junio, en particular la mayoría absoluta del bloque PRI/PVEM/PANAL en San Lázaro. Con el resultado electoral en mano asumió que el enclaustramiento no es equivocado y que quien lo dude puede remitirse a lo sucedido en las urnas.

En esto último tiene razón: si lo que se quiere es solo construir mayorías legislativas, enclaustrarse no es necesariamente un error. De hecho, el claustro es un lugar adecuado para tejer acuerdo cupulares, frecuentemente más sólidos que los alcanzados frente a la mirada pública. Sin embargo, enclaustrarse no sirve para gobernar y menos aún para reformar.

El gabinete proviene, en su mayoría, de enclaves autoritarios –en particular de Edomex e Hidalgo–, estados donde el PRI jamás ha perdido la titularidad del Ejecutivo. Los secretarios tienen una formación política compartida que les ha llevado a cohesionarse como grupo y a disciplinarse para acometer objetivos compartidos, convencidos de las ventajas del encierro.

El encierro se materializa en la uniformidad de los perfiles de quienes gobiernan, la negativa a hacer cambios en el gabinete y el staff presidencial, la insistencia en las reformas como alfa y omega del sexenio, la imposición de controles políticos sobre los funcionarios técnicamente solventes, el privilegio del monólogo hacia la sociedad que el diálogo con ella.

Tratar de gobernar desde el aislamiento no les pasó grandes facturas en las urnas, cuando menos si el análisis se hace considerando al PRI y a sus aliados, PVEM y PANAL. De hecho, quizá fue justamente el aislamiento lo que les posibilitó urdir tan astutamente la estrategia para impulsar al PVEM para compensar la innegable caída del PRI. El problema con el encierro es que, más allá de las urnas, es tóxico para gobernar y mucho más para reformar.

La gran mancha del sexenio se llama corrupción. En consecuencia, si el Presidente quiere relanzar su administración tendría que, cuando menos, obligar a todos los involucrados en escándalos a ofrecer disculpas públicas y su #3de3, abrir investigaciones creíbles al respecto y hacer ajustes de equipos y crear mejores mecanismos de control en las áreas de contrataciones públicas.

De cara a responder a los magros resultados en materia económica, que es otro de los grandes reclamos de la sociedad, el Presidente tendría que cambiar a la brevedad cuando menos a un funcionario de primer nivel del área económica.

Ahora bien, si lo que se quiere no es relanzar la administración sino tan solo gobernar e implementar las reformas es obligatorio que se deje de insistir discursivamente en las bondades de estas en el papel y mejor se dediquen a volverlas realidad.

Por definición, este trabajo no puede hacerse desde el claustro, sino que demanda implementar en el terreno: expedir reglamentos, reorganizar equipos, evaluar avances, negociar con implementadores, neutralizar resistencias, tejer coaliciones reformistas, en breve, transformar instituciones.

Los apoyos sociales que hoy tiene el Presidente le ajustan para terminar el sexenio, pero no para gobernar con márgenes. Si quiere crecer estos apoyos tendría que abrirse al intercambio con la sociedad y dar cabida a agendas de otros grupos de poder.

Por ejemplo, un Presidente que deje de leer en todos los discursos quizá cometa más errores pero también proyectará apertura. Por otra parte, que el PRI en el Legislativo retome propuestas de otros partidos y organizaciones de la sociedad civil también ampliaría los apoyos del gobierno, como sucedió con el Sistema Nacional Anticorrupción, por citar un ejemplo.

Hay tres escenarios: que el gobierno salga del enclaustramiento con un mea culpa incluido y así trate de relanzarse; que se dedique solo a implementar reformas con más énfasis en el cuarto de máquinas gubernamental y mayor apertura a la sociedad; o que siga por donde va: apostando por el enclaustramiento, que quizá gane elecciones, pero difícilmente da resultados de gobierno.

El enclaustramiento puede ser útil en Pachuca o Toluca, pero no en un país con una sociedad cada vez más democrática. ¿Dudas sobre esto último? Cuestión de ver lo que ha pasado los últimos dos años y medio.

@GermanPetersenC 

Germán Petersen Cortés
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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