El Periodo Edo fue una época de la historia de Japón que abarca desde 1600 hasta 1868, en la que gobernó la dinastía Tokugawa y que recibió este nombre en honor de la ciudad de Edo (actualmente Tokio).
De este periodo vienen las anteriores imágenes.
El shogunado Tokugawa comenzó en 1603, con la designación de Tokugawa Ieyasu como shogún, y concluyó en 1867, con la retirada de Tokugawa Yoshinobu. Después de siglos de guerra civil, el periodo Edo brindó 250 años de paz, prosperidad y progreso a Japón. Aun así, esa nación permaneció cerrada al exterior y mantuvo una rígida jerarquía feudal.
El shogunado temía el contacto con civilizaciones extranjeras porque podía poner en peligro la estabilidad nacional y la supremacía de su régimen, de manera que prohibió oficialmente viajar al extranjero a todos los japoneses y se cortó por completo la comunicación con las comunidades de comerciantes japoneses de las islas Filipinas y otros lugares.
La paz y los avances provocaron una eclosión demográfica y económica. La población pasó de unos 12 millones en 1600 a 31 millones en 1720, y Edo (Tokio), que comenzó siendo una pequeña aldea de 200 habitantes se transformó en una metrópoli con más de un millón de residentes.
La economía creció a gran velocidad: la construcción de castillos y los proyectos oficiales de los Tokugawa crearon nuevos empleos, y la urbanización promovió nuevos hábitos de consumo en una economía de mercado en ascenso favorecida por la paz, la construcción de nuevas vías, la estandarización de las unidades de medida y la acuñación de moneda.
Este periodo de riqueza también derivó en un florecimiento cultural.
Las prácticas tradicionales del arte japonés, originales de Honami Koetsu, se desarrollaron en la escuela Rinpa, representada por Korin Ogata.
La escuela Rinpa se centraba en los temas clásicos, presentándolos en un formato llamativo y magníficamente decorado. En particular, el artista Tawaraya Sōtatsu permitió la evolución del estilo decorativo a través de la recreación de temas derivados de la literatura clásica, en los que empleó figuras y motivos del mundo natural en tonalidades coloridas en contraposición de fondos recubiertos por láminas de oro.
Un siglo después, Ogata Kōrin reutilizó el estilo de Sōtatsu, generando obras únicas y con amplia riqueza visual. Cabe mencionar que Honami Kōetsu, quien también fue uno de los fundadores de la escuela pictórica Rinpa, promovió el renacimiento del estilo tradicionalista japonés Yamato-e y de las percepciones aristocráticas de los últimos años del período Heian. Sus ideales artísticos fueron plasmados fundamentalmente en sus obras de caligrafía, las cuales generalmente eran ejecutadas sobre las pinturas en tinta realizadas por su amigo cercano Sōtatsu.
En el campo de la literatura, el nuevo tipo de composición poética breve, el haiku, fue perfeccionado por el poeta errante Matsuo Basho; Ihara Saikaku y Chikamatsu Monzaemon escribieron novelas y obras de teatro kabuki para una audiencia urbana.
Incluso el ritual de la ceremonia del té se enseñaba en varias escuelas, y se crearon soberbias cerámicas, como las del estilo raku, para complementarlo.
La arquitectura tradicional se perpetuó en el Palacio de Katsura, finalizado en 1662. Los locales autorizados (como el Yoshiwara de Edo), en los que la prostitución se regulaba oficialmente, se convirtieron en centros de moda, lugares de exhibición y actividades artísticas; en tanto que los comerciantes arribistas acudían a ellos para hacer alarde de su fortuna y sofisticación ante los cultos cortesanos y las geishas, inmortalizados en láminas de madera Ukiyo-e.