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Jorge Alberto Gudiño Hernández

23/01/2016 - 12:00 am

Trenes de otra época

En 2010 publiqué mi primera novela, Los trenes nunca van hacia el este, bajo el sello de Ediciones B. No corrió con buena fortuna. Salió unos cuantos días antes de que iniciara el Mundial, tuvo escaso espacio en medios, no se hizo presentación alguna y, poco a poco, desapareció de los puntos de venta.

En 2010 publiqué mi primera novela, “Los trenes nunca van hacia el este”, bajo el sello de Ediciones B. Foto: Especial
En 2010 publiqué mi primera novela, Los trenes nunca van hacia el este, bajo el sello de Ediciones B. Foto: Especial

En 2010 publiqué mi primera novela, Los trenes nunca van hacia el este, bajo el sello de Ediciones B. No corrió con buena fortuna. Salió unos cuantos días antes de que iniciara el Mundial, tuvo escaso espacio en medios, no se hizo presentación alguna y, poco a poco, desapareció de los puntos de venta. Aun cuando he pensado en ella durante los últimos años, lo cierto es que yo también estoy inmerso en la vorágine editorial. Eso hace que me ocupe de la novela que escribo al tiempo en que pienso en la que promuevo. Me quedaba apenas espacio para pensar en mis Trenes.

A finales del año pasado, un librero se puso en contacto conmigo. Por azares de un procedimiento que no alcanzo a comprender, había llevado mis Trenes a una preparatoria del Estado de México. No sólo eso. También se las había vendido a 450 alumnos que, por asuntos académicos, la habían leído. Me invitaba, pues, a que platicara con ellos.

Fue hasta esta semana que pude ir. La experiencia fue tan extraña como enriquecedora. De entrada, estaba yo frente a casi medio millar de lectores de una novela mía. De la primera. Aquélla carente de fortuna, que nunca tuvo presentaciones. Seguiría así: no fui a presentarla en el sentido estricto del término. Ya estaba leída. Y en vaya forma. Entre los diversos ejercicios que asignaron los profesores a los alumnos estaba el de hacer una suerte de storyline. Es decir, contar mi novela a partir de dibujos. Se exhibían por doquier. Vi varios increíbles. También pasé las hojas de varios ejemplares: decenas de palabras subrayadas, comentarios por doquier. Libros, a fin de cuentas, trabajados.

Me senté a platicar con ellos. Hablé menos que en cualquiera de mis presentaciones. Establecimos un diálogo. En él hubo preguntas de todo tipo y, también, un reproche recurrente: ¿por qué le había escrito un destino tan aciago a mi protagonista? De nada sirvieron mis argumentos: no hubo defensa posible. Al margen de la discusión sobre si se debe o no cambiar una historia, lo cierto es que ese reproche provenía de algo que no alcanzaré a agradecer: se habían entusiasmado con mi novela.

Cuando las autoridades educativas supieron que yo iría a su escuela, decidieron poner manos a la obra. Ignoro a partir de qué artes enseñaron a tejer a los alumnos. Pero el video que proyectaron era claro: decenas de ellos se pasaban el estambre. Algunos montaban los puntos, otros hacían ovillos, unos más alternaban derechos y reveses. El resultado, tres prendas que conservo con la emoción intacta.

Acto seguido, firmé todos los libros que me llevaron. No pude extenderme en las dedicatorias como hubiera querido. Eran demasiados. A cambio, escribí sus nombres y el mío con la misma pluma con la que llené decenas de hojas en la primera versión de la novela. Mientras firmaba supe algo cierto: no me interesa ser un rockstar de la literatura, de ésos que firman libros por centenas. Prefiero, en cambio, ser un autor leído, aunque no entienda los azares que permitieron que una novela casi olvidada llegara a las manos de todos esos lectores.

Me queda la gratitud y algunas dudas. La primera está externada. Del resto ya se encargarán mis editores. Por el momento, tengo instalada una sonrisa que no alcanza a desdibujarse: mis trenes siguen andando.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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