Benito Taibo

“Tengo el oído lleno de poemas, lleno de poesía, lleno de poetas”: Benito Taibo

Benito Taibo

“Tengo el oído lleno de poemas, lleno de poesía, lleno de poetas”: Benito Taibo

Benito Taibo

“Tengo el oído lleno de poemas, lleno de poesía, lleno de poetas”: Benito Taibo

22/11/2022 - 12:00 am

Benito Taibo habló con SinEmbargo sobre su más reciente libro de poemas Pasar inadvertido, una retrospectiva y una antología sobre su obra poética.

Ciudad de México, 22 de noviembre (SinEmbargo).– “En mi casa siempre se leyó poesía en voz alta y esto me determinó de muchísimas maneras. Yo tengo el oído lleno de poemas, lleno de poesía, lleno de poetas, lleno de poetas, ellas y ellos, y últimamente lleno de nuevos poetas”, compartió en entrevista el escritor Benito Taibo, quien acaba de publicar Pasar inadvertido (Seix Barral), un recorrido por su obra poética desde la década de 1980 a la fecha.

Taibo, conocido por su trabajo como promotor de lectura entre jóvenes, compartió que aunque este libro es una retrospectiva y una antología, no tiene todos los poemas que él escribió, ya que en todo este tiempo “se perdieron un montón”. Expuso que contiene sus libros Recetas para el desastre y De la función social de las gitanas, así como otros tantos que rescató su esposa Imelda.

“Son poemas que han ido transformándose con el paso del tiempo, casi no les metí mano a los de la primera época porque consideraba que ese jovencito que fui no merecía que le metiera mano el adulto mayor que soy el día de hoy, porque él decía las cosas como él quería y no soy nadie para en este momento refutarlo. Así lo sentía y así lo escribía, entonces sí es eso, la poesía es el alambique de las palabras, es la manera de entre todas las palabras encontrar las justas, las correctas, aquellas que caben sin malabarismos, sin excesos y decirlo de la manera más clara posible”, expresó Benito Taibo, quien también dirige Radio UNAM.

Cuestionado sobre la nostalgia que se respira en sus versos, Benito señaló que “siempre se añoran los tiempos pasados en que hubo momentos maravillosos, asombrosos, heroicos a veces, y que tal vez ya, por la edad, por las circunstancias, por las condiciones, por la oscuridad que nos rodea, no pueden repetirse, pero bueno, las historias están ahí para ser contadas, la poesía son esas microhistorias que tienen que ver con la manera que percibes el alrededor y el mundo”.

“Me veo a mí mismo reflejado en tiempos en los que había mucha oscuridad alrededor y también había mucha claridad. No sé, hay temas recurrentes como la amistad, el mar como posibilidad de naufragio y también de salvataje, y todo ello puesto ahí o estos homenajes que hago a ciertos poetas que marcaron sin duda mi vida como Efraín Huerta”, ahondó.

Pasar inadvertido, de Benito Taibo.

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Pasar inadvertido reúne tu obra poética desde los 80 a la fecha, ¿es entonces una retrospectiva de tu relación con el mundo de la palabra, con el mundo de la poesía?

—Es una retrospectiva y una antología. No están todos los poemas que escribí, en ese lapso se perdieron un montón. Hay dos libros que se editaron y que ya ni siquiera tengo yo, pero bueno está un poco el grueso de todo eso. Contiene mi libro Recetas para el desastre, contiene De la función social de las gitanas y contiene un montón de poemas recuperados por Imelda, mi esposa, que encontró en libros, en recortes de periódicos, en servilletas de papel más una tercia de poemas nuevos que están incluidos al final del libro.

—¿En la poesía has encontrado la manera de desentrañar en lo cotidiano, meterte de lleno y encontrar toda clase de aspectos muchas veces que uno no percibe?

—La poesía es una suerte de lupa que te hace mirar hacia adentro, un microscopio como lo quieras llamar, en donde los demonios, las pasiones, las sensaciones, los sentimientos, aquello que viviste, los besos que besaste, los besos que no besaste están ahí de alguna otra manera. Son poemas que han ido transformándose con el paso del tiempo, casi no les metí mano a los de la primera época porque consideraba que ese jovencito que fui no merecía que le metiera mano el adulto mayor que soy el día de hoy, porque él decía las cosas como él quería y no soy nadie para en este momento refutarlo. Así lo sentía y así lo escribía, entonces sí es eso, la poesía es el alambique de las palabras, es la manera de entre todas las palabras encontrar las justas, las correctas, aquellas que caben sin malabarismos, sin excesos y decirlo de la manera más clara posible.

—¿Cómo fue ver al Benito de 16 años frente a frente?

—Fue divertido. A veces siento que a lo mejor era un poco cursi, pero bueno, también la cursilería está dentro de los ámbitos de la maravilla y de la belleza o de los lugares comunes. Se habla mucho de ‘es que tiene lugares comunes’ pues la vida es un lugar común al igual que la muerte es un lugar común, igual que las pasiones son lugares comunes, o sea, finalmente no hay nada más común que la cotidianidad y todas esas cosas que nos sorprenden, que nos asombran, que nos hacen sin duda ser quien somos.

—Tu poesía tiene muchas sensaciones, situaciones, pero sobre todo mucha nostalgia. ¿La nostalgia vive en tus versos?

—Sí, la nostalgia vive en mis versos a pesar de que Marlene Dietrich decía que la nostalgia es un sentimiento pequeño burgués. Siempre se añoran los tiempos pasados en que hubo momentos maravillosos, asombrosos, heroicos a veces, y que tal vez ya, por la edad, por las circunstancias, por las condiciones, por la oscuridad que nos rodea, no pueden repetirse, pero bueno, las historias están ahí para ser contadas, la poesía son esas microhistorias que tienen que ver con la manera que percibes el alrededor y el mundo.

Luis Rius, el poeta transterrado español, decía que no se puede vivir como si la belleza no existiera, entonces bueno, intentar encontrar la belleza incluso en medio de la conjura de los demonios que habitan; porque yo estoy habitado también por demonios y muchos de esos poemas demuestran que mis demonios estaban ahí presentes y que a lo mejor todavía no he acabado de conjurarlos y de borrarlos de mi cabeza, pero son parte de mi vida, uno no puede borrar pedazos de su vida y hacerla a modo, uno tiene que vivir la vida como es y sentirla como es y contarla como es.

—El nombrarlos, el escribirlos a estos demonios, darles la forma de versos de palabra y demás, ¿se vuelve más fácil irlos superando, de alguna manera meterlos a la hoguera?

—Para que la hoguera crezca o por el contrario para que se desaparezcan dentro de la hoguera sin las sensaciones, los sentimientos y todo aquello que está implícito en la poesía y en la manera del acomodo de las palabras para que sonoramente lleguen al oído de otros y se sientan por fuerza reflejados porque si hay algo que es común en los seres humanos son las pasiones humanas pues, lo sabía Shakespeare, lo sabía Balzac, lo saben todos los grandes poetas de la historia y bueno, yo no soy un gran poeta pero sin duda también pienso exactamente lo mismo.

—Hay historias, encuentros y desencuentros a lo largo de cada uno de estos poemas. En ese sentido, ¿crees que las palabras sirven como una especie de brújula frente al mundo?

—Sí, como brújula, como bálsamo, pero también como acicate, pero también como a pisador del fuego, como bien lo dijiste la hoguera crece dependiendo de qué tanta pólvora le eches a las cosas que piensas y que sientes. Sí, todo ello está ahí contemplado.

Me veo a mí mismo reflejado en tiempos en los que había mucha oscuridad alrededor y también había mucha claridad. No sé, hay temas recurrentes como la amistad, el mar como posibilidad de naufragio y también de salvataje, y todo ello puesto ahí o estos homenajes que hago a ciertos poetas que marcaron sin duda mi vida como Efraín Huerta, al cual conocí, estuvo comiendo a mí lado en casa de mis padres y al cual estoy absolutamente enamorado de él y de su hijo David, al cual acabamos de perder hace poco, y que éramos muy amigos.

—Mencionas esta parte del lado menos luminoso que persiste en cada uno de nosotros y también el otro lado, el lado que siempre traemos digamos enfrente, ¿la poesía permite que estos dos lados convivan uno a otro sin que se contaminen y aprendan a correlacionarse?

—No hay posibilidad de que haya luz sin la existencia de la oscuridad y viceversa, no tendrías posibilidad de describirlas porque son complementarias. Yo creo que también esos tiempos fueron complementarios, esos tiempos y estos tiempos fueron complementarios, son los que me determinan, los que me hacen ser quien soy, los que me marcan, los que, híjole, sin los cuales no sería quien soy, repetiría cada uno de los, lo digo en alguno de los poemas: “Si yo pudiera repetirme / tal vez / haría lo mismo/.

—¿Cuál es tu relación actualmente con la poesía? ¿Cuál es la relación entre ambos?

—Es muy buena, constantemente descubro cosas buenas, todos los jueves leo en Instagram un poema y he descubierto yo mismo a nuevos poetas y a viejos poetas que no conocía y que me entran por el oído. En mi casa siempre se leyó poesía en voz alta y esto me determinó de muchísimas maneras. Yo tengo el oído lleno de poemas, lleno de poesía, lleno de poetas, lleno de poetas, ellas y ellos, y últimamente lleno de nuevos poetas.

¿Para qué leo en Instagram poesía? Porque estoy convencido de que sirve para salvarnos, de que sirve para encontrarnos, de que sirve para hacer que la belleza, la maravilla, el asombro, la locura esté presente en nuestras vidas, sin todos esos elementos nuestras vidas serían grises y aburridas, en cambio la poesía va y les mete color, pasión, montones de cosas y de sentimientos, entonces por eso lo hago, no por otra cosa.

Me da mucho pudor a veces mi propia poesía, pero creo que es un experimento válido y que espero, sobre todo las nuevas generaciones, lo disfruten, lo apilasen y me descubran en una faceta que no conocen. Escribo poesía desde muy joven, desde los 16 años, y los chicos no sabían, o sea, se quedan muy sorprendidos de ‘ah, mira, escribe poesías’, pues sí, soy poeta de origen, empecé a escribir narrativa a los 49 años.

—¿Qué te dicen? ¿Cómo sabes de esa sorpresa? ¿De dónde nace?

—Todavía no hemos presentado el libro, se presenta este domingo 27 a las 11 de la mañana en la FIL Guadalajara, y ahí veremos qué pasa, si me lanzan jitomates o por lo contrario me dan un abrazo y me dicen ‘sabes qué, también estamos ahí representados’, entonces bueno, es un experimento y este experimento, es un experimento que llevo más de 40 años haciendo, pero finalmente para ellos, para las nuevas generaciones, y confío enormemente en su absoluta generosidad porque lo he visto una y otra vez, he visto que generosos son.

—¿Tú relación con la palabra?

—Somos animales que sueñan, pero animales que hablan y que contamos nuestros sueños y que contamos nuestras historias, sin la palabra no seríamos nada, la palabra es nuestra herramienta, nuestra arma, nuestro vals, nuestra capa de superhéroe, la palabra es todo aquello que nos hace, que nos determina, que nos impulsa, que nos hace buscar más allá de la apariencia, sin la palabra no seríamos absolutamente nada, somos palabra, estamos hechos de palabras.

Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.