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Jorge Alberto Gudiño Hernández

22/11/2014 - 12:03 am

Otros puntos de vista

Tras mi columna anterior, en la que hablaba de los ataques que ha sufrido el portal de SinEmbargo, un amigo me llamó. Es ingeniero en sistemas. Me preguntó cómo podíamos estar seguros de que era un ataque orquestado. Aunque él no se dedica a los ciberataques, está seguro que cualquiera con cierto conocimiento en informática […]

Tras mi columna anterior, en la que hablaba de los ataques que ha sufrido el portal de SinEmbargo, un amigo me llamó. Es ingeniero en sistemas. Me preguntó cómo podíamos estar seguros de que era un ataque orquestado. Aunque él no se dedica a los ciberataques, está seguro que cualquiera con cierto conocimiento en informática bien podría andar de ocurrente e intentar tirar la página. “No es tan difícil”, me aseguró. Yo mismo podría hacerlo. Su argumento iba encaminado a hacerme ver que lo nuestro es paranoia. Nada más.

         Antier, antes de la marcha multitudinaria al Zócalo, estuve revisando las redes sociales. Me encontré con comentarios de exalumnos muy enojados porque, de nuevo, iba a haber bloqueos, vandalismo y que los únicos afectados serían los ciudadanos “comunes y corrientes” que necesitaban transitar por la zona. Otros de mis contactos eran más radicales. Subieron fotos de actos violentos y echaban la culpa a los manifestantes. Uno más aseguró: “Avísenme cuando terminen su revolución”.

         Como no pude ir a la marcha, la seguí desde los portales de noticias, Twitter y Facebook. Ahí me encontré una joya de una antigua profesora: “¡Esos sombrerudos y rebozudas nos tienen secuestrados!”, era sólo el inicio de sus descalificaciones. La declaración estaba en el mismo tono que la lamentable columna de Alazraki de hace unos días: primero la denostación y luego el argumento. Éste, para colmo, era débil, ridículo, a veces hasta insultante.

         Hacia el final de mi recorrido me topé con los posts de un familiar: hablaba del cuidado a los animales, de lo rico que sabía su café recién comprado, de los adornos navideños que ya están por doquier y son motivo de una felicidad bárbara. Ya sabía yo que esa persona hace hasta lo imposible por no enterarse de las noticias porque “sufre” si se topa con ellas. La conclusión lógica, claro está, es que, si no se entera es porque nada sucede.

         Todos los comentarios anteriores contrastan con los cientos de fotos que vi, con los testimonios de una sociedad dolida, con la necesidad de manifestarse porque las cosas andan mal. No iré con cada uno de mis conocidos (a Alazraki no lo conozco, por cierto, por suerte) a intentar convencerlos de la postura en la que creo, junto con millones de personas. Soy respetuoso de la libertad de cada uno. Sin embargo, me resulta perturbadora la idea de que se alce la voz de esa forma.

         Son varias las razones. La primera ya la dije: si no nos enteramos no sucede. Ojalá fuera así de fácil. La segunda es porque he caído en la cuenta del poder desinformador de ciertos medios. Algunos de los posts eran de personas convencidas de que es mejor no manifestarse, no alzar la voz, agachar la cabeza y seguir con nuestras vidas; en una de ésas, corremos con suerte y no nos pasa nada. La tercera es porque, de todos los ejemplos que puse más arriba, sólo una de las personas tuvo una verdadera afectación por la marcha (no pudo salir de casa), el resto siguieron con sus vidas normales.

         Lo he dicho en otras ocasiones: mi trabajo es entender las motivaciones de las personas. En este caso me resulta complicado. Lo único que se me ocurre es que estas personas (cada una en diferente nivel), así como muchas más que hacen algo similar, están convencidos de que el país marcha bien, de que la realidad es benévola, de que el gobierno es probo y el Estado se ocupa de las personas. Es eso o la evasión.

         Si sólo fuera cuestión de tomar una postura, y ser congruente con lo que siempre he creído, tendría que aceptar que respeto tanto su actitud como sus razones. Con suerte tienen razón y las cosas se arreglarán como por arte de magia. Lo dudo. Lo dudamos muchos. La historia reciente muestra otras cosas. Pese a ello, los respeto. Eso sí, respeto mucho más a cada uno de los que, de forma pacífica y sin caer en provocaciones, marcharon el jueves por la tarde para mostrarnos que el cambio es tan necesario como urgente. Ojalá hubiera podido acompañarlos.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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