El único calmante posible

22/11/2014 - 12:04 am

La marcha global del jueves tuvo una variable exclusiva de México: las provocaciones oficiales. Los testimonios de los agredidos van desde la obstrucción de los contingentes hasta el reparto de golpes sin motivo alguno a personas que claramente nada tenían que ver con la intención de incitar a las caravanas al vandalismo.

A esta violencia hay que agregar la abierta impunidad a los agitadores infiltrados. Pocas narraciones de esa actitud policial podrán encontrarse en los medios tradicionalmente oficialistas, cuyas voces insisten en usar términos como “vándalos”, “anarquistas”, “rebeldes” y otras variables atemorizantes para desacreditar a los manifestantes. Tal parece que se está honrando la máxima de que ‘La mejor defensa es el ataque’. Pero no les está resultando bien en este caso, tal vez porque se ha sabido que las fuerzas del orden son las que siembran el caos. Las precauciones que han tomado las marchas han reducido los efectos de los alborotadores de masas.

Lo anterior provocó un cambio. En varias fuentes se consignó un cierto descontrol en los golpeadores oficiales, una violencia gratuita, fuerza excesiva para detener un desorden, por otra parte inexistente. Tal vez la furia que buscan sembrar los grupos infiltrados en las marchas afecta también a los policías, cuya violencia desbocada termina en agresiones contra la ciudadanía. Un coraje como el que aparentemente provocó la tragedia de Iguala contra los normalistas de Ayotzinapa, hace ya 57 días.

El poeta Mardonio Carballo afirma que la memoria también se hace con los pies: marchando por los derechos. Es una manera legítima, legal, de manifestar públicamente el descontento ciudadano. Es lo que queda luego de haberlo tratado todo: votaciones, campañas, peticiones, audiencias, comités, comisiones, propuestas y otros intentos fallidos que terminan ahogados en el profundo pozo del desdén gubernamental. La represión en México le ha dado resultado muchos años a la clase en el poder, pero ya no le conviene. Todo vaso que se llena hasta el borde en se derrama con una gota. Le apostaron a que el pueblo seguiría aguantando, pero calcularon mal las consecuencias.

Después de Ayotzinapa han brotado otras ofensas a la vida civil del país. Casos de corrupción escandalosa, manipulación burda de la información, excesos soberbios en el uso del poder, desprecio hacia la ciudadanía de a pie (que somos la inmensa mayoría) y más. ¿Cómo esperar que, sin dar respuesta a un agravio, se pasen por alto los siguientes? En esta materia, el caso de los normalistas guerrerenses representa la locomotora que nos atropelló, pero nos siguen pasando encima los demás carros del convoy. Así, es imposible que se detengan las protestas. Sugiero otra forma que sí es efectiva: dar la cara.

Aclarar el caso de los 43 desaparecidos sin que queden dudas, porque las inverosímiles versiones oficiales sólo abonan al descrédito de la fuente y a la indignación de ricos y pobres, de estudiantes y maestros, empleados y desempleados,… de toda la gente. Aclarar los casos de corrupción. Las demás desapariciones forzadas, los asesinatos, la venta del país a los grandes capitales, las deudas federales, estatales y municipales, los turbios manejos sindicales, los compadrazgos cómplices, los despojos, el abandono de la educación y la salud públicas, y un larguísimo etcétera.

Los gobiernos ya no tienen credibilidad, ni interna ni internacional; se manejan por rumores. Ya no les conviene reprimir, sino informar con la verdad. Invertir en lo que se debe. Castigar a los responsables. Eso detendrá las manifestaciones; eso callará las protestas. A estas alturas, es el único calmante posible. Así es como tendrán tranquilidad tanto gobernantes como gobernados. Eso hará de México un país en orden y paz. No otra cosa, en serio.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas