Carlos y la escuela

22/10/2013 - 12:00 am

Amanecía este domingo, cuando sonó el teléfono. Una mala llamada, pensé, y efectivamente era la entrecortada voz de mi sobrina, diciéndome que su padre, mi hermano Carlos, había muerto durante la madrugada. De 11, ya sólo quedamos cuatro.

Yo apenas estaba regresando a Juárez, de un simposium sobre la educación organizado por la Asociación Iberoamericana de Didáctica Universitaria, AIDU, y tenía un mar de inquietudes y angustias sobre el destino de la educación en México.

Las emociones se mezclaron, las reflexiones también. Carlos era el más alto de mis  hermanos, el más fuerte, muy guapo, aunque no bonito como Arnulfo ni como Eduardo, pero en la escuela de Chávez, y de Sierra Mojada Coahuila, donde estudió la primaria, era reconocido como muy listo y lo apodaban “El Sabio”.

Él únicamente terminó la escuela primaria, en los finales 40’s, y desde los 14 años empezó a traer algún peso a la economía familiar. A los 18 años dejó la casa en “La laguna” para venirse a trabajar a Ciudad Juárez. Esos fueron todos sus estudios formales, lo demás lo aprendió en el hogar y en la vida.

A él le tocó lo más duro de la primaria dura, de los reglazos y los castigos al sol, donde los profesores exigían atención y aprendizaje por la fuerza. También le tocó lo más duro de la dura disciplina familiar, con un padre que se incorporó a la Revolución a los 11 años y para el cual sus ordenes se cumplían, porque se cumplían. ¡Y ya!

El campo de la escuela y la familia era muy claro: conocimientos y socialización en la escuela durante seis horas diarias, y honestidad, responsabilidad, defensa para la vida. Formación para el trabajo a cargo del padre y maduración psico emocional a cargo Emmy (nuestra madre).

Sin embargo, la figura de los maestros era admirada y respetada por toda la comunidad, aunque a uno de ellos lo acusaban de comunista. Que digo de la figura del padre y del amor siempre dispuesto de nuestra madre.

Ahí entre esos contextos, escuela, familia y comunidad, aprendió las competencias necesarias para la vida, para manejar informaciones, para actuar en las diferentes situaciones de su historia personal, competencias para el aprendizaje permanente, para la convivencia, para la vida en sociedad. Trabajó por los siguientes 60 años, y aunque era norteamericano, sólo recibió ayuda del gobierno en sus últimos dos años. El aprendizaje en aquella primaria y aquella familia fueron suficientes para caminar como hombre de bien por la vida que él eligió. Siempre cumplió con sus empleos honestamente, hasta hace cuatro meses que se vio obligado a entregar las llaves del taxi que conducía por las avenidas de El Paso, Texas.

En la reunión internacional de Didáctica Universitaria, con criterios científicos validados sociológicamente, fue analizada la reforma educativa por competencias, para la escuela primaria, mediante ponencias presentadas por investigadores profesionales, y las conclusiones son desalentadoras: en el mejor de los casos ESTA REFORMA ES IMPOSIBLE concluyen la mayoría de ellos.

Los profesores deben coordinar el trabajo de los niños para que estos construyan competencias  para la vida, para manejar informaciones, para el manejo de situaciones, competencias para el aprendizaje permanente, competencias para la convivencia, y para la vida en sociedad. Todo eso trabajando tres horas y media diarias durante 200 días al año.

Las responsabilidades que se asignan a los maestros corresponden a maestros ideales e imaginarios, y a alumnos ideales e imaginarios, con familias ideales e imaginarias y viviendo en condiciones ideales e imaginarias. Algún investigador, expresó que ese mundo imaginario sólo se da con los estudiantes del instituto Franco Mexicano. Y concluían, que resulta imposible que los maestros mexicanos de carne y hueso, puedan auxiliar a los niños de carne y hueso a construir esas competencias en las familias de carne y hueso mexicanas, y que por lo tanto vamos hacia un fracaso, o hacia un enorme ejercicio de simulación.

No defiendo la escuela de los 40’s, y menos la máxima de que la letra con sangre entra, pero salta a la vista, que la división de las responsabilidades estaba clara, lo de la escuela a la escuela lo de la familia a la familia, y sin más discusión, se aprende mas en seis horas de trabajo que en tres.

Por eso resulta  absurdo que ahora que las familias están llenas de conflictos y más pobres, con más familias de un solo padre, se les exija a los maestros de medio tiempo resultados que corresponden a todo el contexto social. Y por eso insisto que resulta imposible evaluar a los profesores, porque se les están imponiendo obligaciones imposibles y nadie está obligado a lo imposible. 

¿Cómo vamos a evaluar a dos profesores su capacidad para desarrollar “competencias para la vida” desde una oficina de la Ciudad de México? Si los alumnos de uno viven en una colonia de Juárez, donde los niños se quedan solos desde las cinco de la mañana que se van sus padres a trabajar, si no almuerzan, si han visto uno, tres o cuatro homicidios de parientes de ellos en sus cortos ocho años, y el otro profesor tiene alumnos de Polanco, donde los lleva el chofer a la escuela, con su nana y su madre pendientes de ellos, con comida suficiente y salidas de paseo y diversión cada semana.

¿Cuál de los dos profesores es más capaz? Imposible saberlo, porque trabajan en condiciones totalmente diferentes. Con tal incongruencia en la supuesta reforma educativa a lo más que podemos aspirar es a una gran simulación y para eso no necesitaban meter al país en estos grandes conflictos.

Yo sé que mi hermano Carlos pudo ser un hombre de bien gracias al sistema escolar elemental de los 40’s, a mi padre, mi madre y la comunidad donde se desenvolvió en su infancia. Pero no estoy seguro de que sus bisnietos lo vayan a lograr, si escuchan cientos de veces en la televisión que los maestros son delincuentes, que deben correrlos de su empleo, si su profesor se siente inseguro de lo que debe enseñar, y también inseguro en su trabajo, si este niño, sólo tiene mamá y la ve unos minutos en la noche antes de caer dormido agotado, porque anduvo correteando toda la tarde por ahí, sin hacer tarea y sin leer la lección porque además no sabe de que se trata.

Siento que en lugar de avanzar con los nuevas prácticas docentes, superiores con mucho a la violencia escolar de los 40’s vamos retrocediendo rumbo a los finales de la época revolucionaria, donde la educación no era prioritaria, pues primero había que pacificar al país. Esta reforma huele a fracaso y a otra generación perdida.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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