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Tomás Calvillo Unna

22/05/2019 - 12:05 am

La primera y única

¿Cuál es esa palabra que nombra?, aquello que hemos alejado, hasta volvernos extraños, en nuestro propio hábitat.

El verdadero Poder. Pintura Tomás Calvillo Unna.

La primera y única

¿Cómo elegir la última palabra?,
esa despedida que deja de serlo,
ese entendimiento que nos acompaña
y preferimos olvidarlo,
como una verdad innecesaria.

¿Qué tanta ilusión cargamos sin darnos cuenta?;
y ahora en la interminable magia
de un engaño mayor
que alimentamos cada día ,
pretendemos saberlo todo
ajenos a ese sagaz sentido de las cosas
que explican la vida sin aspavientos.

¿Cuál es esa palabra que nombra?,
aquello que hemos alejado,
hasta volvernos extraños,
en nuestro propio hábitat.

¿Qué presunción tan absurda
nos ha traído hasta aquí?

¿Dónde está?
¿Quién la escucha?
¿Quién la recuerda?
Aunque sea en voz baja habrá que decirla
en las horas de la ambrosía

Esa palabra es el bautizo
de la última bocanada de oxígeno.
Su poder arde
entre el tiempo y la conciencia.

Estamos aquí para encontrarla
y se pronuncie
desde nuestras entrañas.

El método de la oración.

No engancharse ni con esto y aquello,
permitir la ausencia sin reparo alguno,
no dormir, mantener la vigilia, el aire fresco.
Sin tensión , atentos, sin dilucidar, contemplar.

La disciplina de no tocar, no nombrar, dejar.
Permitir en el silencio los vientos interiores,
Desplegar, al inhalar y exhalar, la cuenta de los años.
No retener, no conservar, no guardar.

Saberse así junto a la piedra salpicada de río
como el asombroso árbol danzante fijo en su lugar.
No acumular, soltar, soltar, la libertad del amor
esa energía al desprenderse, sutil tejido de la Luz.

No juzgar, no calificar, respirar profundo, escuchar
en ese espacio infinito dentro, dejarse ahí sin más,
sin poseer, llevando la frente al piso.
Y sentirse en ese vacío, en ese soplo, en ese latido,
brizna, partícula, chispa en la inmensa noche;
ya sin deseo alguno, sin palabras.

Retornar, entonces, al despuntar la luz,
en la madrugada retornar
a las labores con quienes compartimos
este extraño y sorprendente devenir.

¿Cómo elegir la última palabra?,
esa despedida que deja de serlo,
ese entendimiento que nos acompaña
y preferimos olvidarlo,
como una verdad innecesaria.

¿Qué tanta ilusión cargamos sin darnos cuenta?;
y ahora en la interminable magia
de un engaño mayor
que alimentamos cada día ,
pretendemos saberlo todo
ajenos a ese sagaz sentido de las cosas
que explican la vida sin aspavientos.

¿Cuál es esa palabra que nombra?,
aquello que hemos alejado,
hasta volvernos extraños,
en nuestro propio hábitat.

¿Qué presunción tan absurda
nos ha traído hasta aquí?

¿Dónde está?
¿Quién la escucha?
¿Quién la recuerda?
Aunque sea en voz baja habrá que decirla
en las horas de la ambrosía

Esa palabra es el bautizo
de la última bocanada de oxígeno.
Su poder arde
entre el tiempo y la conciencia.

Estamos aquí para encontrarla
y se pronuncie
desde nuestras entrañas.

El método de la oración.

No engancharse ni con esto y aquello,
permitir la ausencia sin reparo alguno,
no dormir, mantener la vigilia, el aire fresco.
Sin tensión , atentos, sin dilucidar, contemplar.

La disciplina de no tocar, no nombrar, dejar.
Permitir en el silencio los vientos interiores,
Desplegar, al inhalar y exhalar, la cuenta de los años.
No retener, no conservar, no guardar.

Saberse así junto a la piedra salpicada de río
como el asombroso árbol danzante fijo en su lugar.
No acumular, soltar, soltar, la libertad del amor
esa energía al desprenderse, sutil tejido de la Luz.

No juzgar, no calificar, respirar profundo, escuchar
en ese espacio infinito dentro, dejarse ahí sin más,
sin poseer, llevando la frente al piso.
Y sentirse en ese vacío, en ese soplo, en ese latido,
brizna, partícula, chispa en la inmensa noche;
ya sin deseo alguno, sin palabras.

Retornar, entonces, al despuntar la luz,
en la madrugada retornar
a las labores con quienes compartimos
este extraño y sorprendente devenir.

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