Ciudad de México, 22 may (SinEmbargo).- Su pelo rubio, su delgadez extrema, sus pantalones a rayas verticales, sus gafas sempiternas. Recordaremos a Ray Manzarek, el legendario tecladista de The Doors fallecido el lunes a los 74 años, no sólo por su aspecto físico.
También extrañaremos su consecuente fidelidad a un proyecto musical que dio canciones que nos acompañarán por siempre, como “Light my fire”, la primera que surgió en nuestra mente cuando nos enteramos de su fallecimiento.
El músico murió en una clínica en Rosenheim, Alemania, rodeado por su familia, de acuerdo con un comunicado emitido por su publicista.
Fundó The Doors junto a Jim Morrison, su compañero en la escuela, en julio de 1965, en Venice Beach, Los Ángeles.
Se unieron luego Robby Krieger en la guitarra y John Densmore en la batería. La banda, que vivió a pleno los vaivenes emocionales y de excesos de su vocalista, fallecido trágicamente en París cuando apenas tenía 27 años en 1971, sacó seis discos, todos exitosos.
A la muerte de Morrison, la agrupación continuó como un trío, lanzando dos álbumes más.
“Me entristece profundamente saber de la muerte de mi amigo y compañero de banda Ray Manzarek”, dijo Krieger en un comunicado.
En 1998, Ray escribió un libro de memorias que tuvo grandes ventas: Light My Fire: Mi vida con los Doors. Le sobreviven su esposa Dorothy, su hijo Pablo y tres nietos.
THE DOORS EN MÉXICO
En 2009, The Doors estuvo en México, para dar un concierto en la Plaza México con el nombre Riders on the Storm, con el cantante Brett Scallions en reemplazo de Ian Astbury (The Cult), quien había abandonado la banda en 2007.
“Tuvimos problemas en Los Ángeles con un juez hispano de apellido Alarcón, que nos prohibió usar el nombre de The Doors porque dijo que necesitábamos tener a Jim Morrison para poder llamarnos así”, le contó Manzarek a la periodista Gaby Mata.
“Le explicamos que él ya estaba muerto, pero insistió en que si no estaba Jim Morrison, no podíamos llamarnos The Doors, además de que por contrato tampoco lo podíamos utilizar. Amamos la sombra de Jim Morrison, es mi amigo y nosotros tocamos su música igual que lo hemos hecho desde 1968”, agregó.
Decía no tener problemas con la música moderna y disfrutar del rap y del hip hop que no existían cuando fundó los Doors, al tiempo que honestamente afirmaba que “de todos modos, no son Los Doors, ni Los Beatles, ni los Rolling Stones”.
“Artistas como Lennon o Morrison se dan sólo de vez en cuando”, solía decir, mientras alababa la nutrida grey de seguidores que la banda contaba en todo el mundo.
“Son personas increíblemente inteligentes que aman a The Doors”, aseguraba.
“Se han dicho muchas cosas sobre The Doors, se ha mitificado a Jim… pero lo que nunca se dice es hasta qué punto nos obsesionábamos por grabar el mejor disco posible. Precisamente sabíamos que nuestro trabajo consistía en explorar las infinitas posibilidades que la música ofrece. Siempre estábamos trabajando en nuevo material, experimentando… creo que en ese sentido los álbumes hablan por sí solos”, explicó en 2009 al periodista español J.L.Fernández.
Serio, respetuoso, a menudo se mostraba consciente de que el sonido de su teclado constituía parte de lo que es considerada “música clásica” en el rock del siglo XX.
“Las canciones de The Doors no son simple música pop, sino que tienen una energía propia, hace falta ser un hombre adulto y espiritual para interpretarlas correctamente”, afirmó.
Amaba el cine y frente al mito, solía defender los méritos musicales de la banda a la que dedicó gran parte de su vida.
“Merecemos un lugar entre los grandes”, dijo al periódico español El País. Tenía razón.