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Francisco Ortiz Pinchetti

22/03/2019 - 12:02 am

Hay que hacer (más) corajes

De tal modo, deduzco, escuchar o leer noticias durante media hora todos los días nos puede ayudar a ser más picudos, pero si nos aventamos la mañanera completa pudiera ser sumamente peligroso. Todo con medida.

“El doctor Eduardo Calixto González asegura que el canijo encabronamiento anula la parte más lógica y congruente del cerebro para incrementar la actividad cardiovascular y respiratoria. Y eso es bueno”. Foto: Diego Simón Sánchez, Cuartoscuro

Mi abuelita solía quejarse con frecuencia de las muinas que le hacíamos pasar sus nietos con nuestras travesuras y desobediencias. “Me van a matar de una muina”, advertía señalando al cielo con el brazo derecho extendido. Y ahora resulta, cambian los tiempos, que el enojo es saludable para el cerebro y que puede ayudarnos a ser más competitivos… lo cual nos urge.

Al menos eso es lo que asegura el jefe del departamento de Neurobiología del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente”. El doctor Eduardo Calixto González asegura que el canijo encabronamiento anula la parte más lógica y congruente del cerebro para incrementar la actividad cardiovascular y respiratoria. Y eso es bueno.

Explica el especialista que el disgusto libera noradrenalina (hormona que aumenta la presión arterial y el ritmo cardíaco) y dopamina, al mismo tiempo que glutamato, además se da una disminución de los niveles de serotonina y vasopresina. Y aclara que a diferencia del enamoramiento, este cambio neuroquímico se da de inmediato y logra que el individuo se prepare para la lucha o para la huida, donde se incrementan los procesos memorísticos inmediatamente.

Pero ojo: el también académico de la Facultad de Psicología de la UNAM advierte que enojarse por 30 o 40 minutos resulta benéfico porque vuelve competitivas a las personas, pero cuando dura más de cuatro horas entonces se vuelve patológico y es nocivo para el cerebro. Aguas.

De tal modo, deduzco, escuchar o leer noticias durante media hora todos los días nos puede ayudar a ser más picudos, pero si nos aventamos la mañanera completa pudiera ser sumamente peligroso. Todo con medida.

Se me ocurre que podríamos programar nuestros enojos, como un ejercicio cotidiano de salud mental que, como lo recomienda el doctor Calixto González en una entrevista con Notimex, nos aliviane el cerebro. Podríamos empezar por escuchar el resumen inicial de cualquier noticiero de radio, sobre todo en días como los que hemos vivido esta semana. Conocer las ocurrencias de los muchachos del gabinete presidencial, por ejemplo, creo que nos proporcionarían un enojo que nos puede durar al menos 20 minutos.

Enterarnos de las contradicciones entre los anuncios de AMLO y su brillante equipo y la realidad, como la inmaculada transparencia de las empresas invitadas a la licitación para la construcción de la refinería de Dos Bocas, es otra buena fuente de corajes cotidianos. De esas tenemos todos los días.

Un buen corajín nos proporciona también noticias tan saludables como esa de saber que los coordinadores parlamentarios y legisladores de todos los partidos compartieron el pastel y las velitas en San Lázaro con el inefable Diputado del PT Gerardo Fernández Noroña, con motivo de su (feliz) cumpleaños. Vaya congruencia.

O cuando confirmamos la impunidad de los dirigentes de la CNTE, que luego de sus bloqueos ferrocarrileros en Michoacán que costaron al país 30 mil millones de pesos en pérdidas, ahora sitian la Cámara de Diputados y el Senado para impedir que los legisladores aprueben las reformas a la contra Reforma Educativa. Y cuando el Presidente López Obrador casi les pide perdón y ordena calma y diálogo a su gente para no incomodar a sus aguerridos aliados. ¡Nos vamos a hacer genios, por Dios!

Con ejercicios como los sugeridos podemos complementar otros corajes más caseros e inevitables que nos ocurren todos los días. Como el que nos hace pasar el vecino de arriba con su estridencia matutina o los operarios del camión de basura que dejan el pasillo del edificio embarrado al arrastrar sus costales de desperdicios. Encontrar un auto que bloquea nuestra cochera o soportar una espera de hasta 18 minutos para que pase un convoy de la Línea 12 del Metro también resulta buena terapia cerebral.

Igualmente lo es ver las calles llenas de ambulantes que impiden el paso a los peatones o constatar cómo las autoridades derrochan recursos en obras innecesarias, mientras la comunidad requiere atención a sus problemas verdaderamente apremiantes, como la inseguridad, la falta de agua, el transporte deficiente, las calles sembradas de baches y hoyancos.

No es menor el enojo que nos causa un motociclista en sentido contrario a punto de atropellarnos o el comerciante que en una zona conflictiva ya se apoderó de una parte de la vía pública para usarla como “estacionamiento particular” para sus clientes. Y que todavía se ofende cuando uno le reclama.

El doctor Calixto González advierte que el peor momento para pedir a alguien que se tranquilice es cuando está enojado y es un error decir “cálmate” porque se altera más. “Un cerebro enojado lo que quiere es tener la razón y quiere escuchar que tiene la razón”, dice muy en serio. Después de los siguientes 30 o 35 minutos esta emoción debe auto limitarse, explica. “Aquel que dura más tiempo enojado es porque está actuando o tiene un proceso de aprendizaje y le funciona estar enojado para obtener lo que quiere”. Como le hacía mi abuelita. Válgame.

@fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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