¿Tendrá fin la corrupción?

22/03/2014 - 12:00 am

Mi tío Javier vino un día de San Luis Potosí a la capital, de negocios. Lo que le interesaba requería de un trámite previo. Fue a la ventanilla correspondiente y, luego de hacer múltiples intentos, terminó sin su trámite y se quedó sin su negocio. No me platicó detalles, pero los imaginé cuando furioso me dijo: “México es una fila de personas en la que cada uno está metiendo la mano en el bolsillo del que está enfrente… La fila forma un círculo. Y pobre del que saque su mano del bolsillo ajeno, porque entre todos lo linchan.”

Un viene-viene pone botes de plástico y bloquea los cajones de estacionamiento para regentearlos él, lugares a los que todo automovilista tiene derecho; un empresario construye 20 oficinas sin reservar áreas públicas ni lugares suficientes para estacionarse. Desde ejemplos a nivel banqueta hasta actos de alto gobierno con grave costo social, todos son síntomas de una ausencia de ley, de autoridad. Pero, ¿por qué?

Sobran los intentos por encontrar la médula, en gen de la manera de ser de los mexicanos. Los primeros apuntan a tiempos de la conquista, aduciendo que nuestra inclinación a la transa es importada. Aún así, el devenir de nuestras sociedades no se parece. Allá el ciudadano tiene fuerza, aquí ninguna; su presión logra tirar gobernantes, aquí caen sólo cuando tienen enemigos más poderosos (conclusión, en México el ciudadano carece de poder). En España la situación económica ya va rumbo a la mejoría, aquí sólo en los erráticos discursos –repase usted el aumento de precios del último mes, tan amargo como los limones–.

Hay dos factores diferenciadores entre un país y el otro: la complicidad es uno. Cuando alguien se beneficia indebidamente en un cargo público, se protege invitando al banquete de complicidad a quienes le rodean, le supervisan y le sirven. Es de tres dimensiones, pues: a los lados, arriba y abajo. Nadie acusará a un corrupto si éste invita al testigo de los desfalcos, si lo hace partícipe de los robos. Así, el viene-viene le “pasa una lana” a los patrulleros que le permiten el negocio y toleran autos estacionados en lugares restringidos, en doble fila, sobre la banqueta, etc. El patrullero le pasa una lana a sus superiores y así hasta las oficinas. Ahí hay más negocio, con trámites, multas y permisos.

Los superiores lo saben y lo toleran, porque los subordinados también conocen los manejos de sus jefes. Y sígale usted, hasta llegar a las dependencias municipales, estatales y federales, a los congresos, etc. Cuando un asunto se vuelve problema, no hay tal: se disuelve con promesas de crear una comisión especial, de hacer una revisión a fondo, de crear leyes para el caso. Si estas medidas obstaculizan la corrupción, se quedan en proyecto o –peor– se arman de manera tal que den aún más autonomía a los gobernantes; si al contrario, le quitan derechos al ciudadano, sí se autorizan.

Nos hemos habituado al término “corrupto” y ya no nos asusta porque parece pintoresco, pero la verdad es que las palabras son importantes. Corrupto” es sinónimo de “podrido”. Una sociedad corrupta está podrida, putrefacta, en descomposición. Si una manzana está podrida, no la comemos… pero no tenemos manera de vivir fuera de una sociedad. Y quien piense que por participar en la corrupción está a salvo, sueña.

El segundo factor, además de la red de complicidades, es la semilla del mal: la impunidad. Si hubiera castigo no habría delitos. Claro que la frase es utópica, pero en todo el mundo vemos su versión realista: si hubiera un grado razonable de castigo, el delito no estaría desbocado. Es el caso de México. Bueno, matizo: aquí hay castigo, pero para todo aquel que ose enfrentarse al sistema, aunque sea en defensa propia (auto defensa); nunca para la cúpula, a menos que un inquilino de las alturas sea víctima de una vendetta intestina. Lo dicho: no hay ley, no hay democracia, que es el gobierno del pueblo.

El lugar en el que la ciudadanía se reúne para tratar sus asuntos es el congreso, donde sus representantes (legisladores) exponen argumentos en el mejor interés de sus representados. Ahí se determinan las leyes, las penalizaciones para los infractores, ahí se discuten los asuntos medulares que afectan a la ciudadanía. Y otra vez, México es excepción. Impacta ver qué hacen estos encargados de hablar por nosotros en el recinto legislativo. Hay un video escalofriante que nos permite percibir la actitud (lenguaje corporal) de la concurrencia mientras una diputada expone el posicionamiento de su bancada ante la iniciativa de la Pensión Universal y el Seguro de Desempleo. No se pierda la sorna, el cinismo, la mofa, la desatención unánimes que le dedican a la Diputada Luisa Alcalde.

El destino de México está en grave peligro por la corrupción… ¿tendrá fin o será el de México?

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