El gran mito del sexo femenino

22/02/2013 - 12:01 am

Suena el teléfono y contesto al mismo tiempo que escribo un correo al director de una empresa y mantengo una junta por Skype y de paso, le doy Like a la foto en el dichoso Facebook de algún amigo, al que internamente envidio su vida despreocupada o tuiteo un artículo de una de las múltiples pestañas que tengo abierta en el ordenador.

Todo esto al mismo tiempo. Mujeres multi tareas, nos dicen. Pero la realidad es otra.

La realidad es que no lo somos. Ahora que reviso el correo, me doy cuenta que cometí dos errores –por lo menos no son garrafales–, no llevé la minuta adecuada de la reunión y confundí todas las citas de una semana de febrero y las anoté en marzo. De paso y por unos minutos me quedé pensando seriamente en la inmortalidad del cangrejo y cómo me revolcó la ola dejándome en cueros cuando intenté, estúpidamente, montarla en una tabla de surf, mientras platicaba con mi simpático profesor de la vida y el amor en las vacaciones de hace un mes.

Las mujeres, perdón, no somos multitasking. No es cierto que estamos viendo la televisión y al mismo tiempo sostenemos una conversación profunda sobre nuestros sentimientos con madre, padre o hermano, o amiga del alma. De hecho estamos ignorando la conversación y viendo el programa. O viceversa.

No podemos cocinar y aparte escuchar cómo le fue en el día al amor de nuestras vidas o de nuestros días contados. Estamos más concentradas en que el arroz no se bata. De aquí sale el típico “si, mi amor”, “ajá”, “no manches, qué bien”… Y esas frases tan odiosas que denotan presencia ausente.

Otra característica que percibo en mi género gracias al muestreo empírico en el supermercado y el tianguis a los que voy, es que no podemos ir y escoger un solo producto. Aún cuando llevemos lista. Siempre hay un antojo, un extra, una oferta.

No podemos manejar como Fernando Alonso (por cierto, qué guapo es…) sin aumentar irresponsablemente las estadísticas de choque o atropello sin intención.

¡Mentira total! Por lo menos desde mi punto de vista. Al mismo tiempo que escribo este texto, el café se me quemó (por cuarta vez en mi vida), don Valerio está esperando abajo con el agua y se me olvidó que tenía una cita en una hora, por lo que ahora estoy apresurada en todo. Me tendré que bañar en dos minutos, salir corriendo como loca y probablemente olvidar el celular o la agenda, vital para la reunión. Por lo general brinco de tema en tema, de paso me sirvo agua y en el transcurso del día voy rellenando huecos. Pero no con la profesionalidad que se le achaca a mi género.

Desde luego que la vida nos exige ser multi tareas, el problema es que se nos da mal. Por fortuna, a los hombres se les da peor. Y en efecto, hay estudios comprobados científicamente –como dicen los anuncios dentífricos– que muestran las diferentes capacidades de hombres y mujeres en el manejo y cálculo de espacios.

Innumerables estudios en psicología han revelado que, en promedio, los hombres se desempeñan mejor que las mujeres en las tareas cognitivas espaciales, mientras que las mujeres son mejores que los hombres en el aprendizaje y uso de las lenguas (en todos los terrenos, añadiría yo, aunque esa es apreciación muy personal y subjetiva).

Además, las mujeres suelen ser mejores que los hombres para adivinar lo que la gente puede estar pensando o sintiendo, y lo más importante, el cuidado e importancia que le dan a los temas. No todos, pero algunos hombres pueden ser bastante insensibles acerca de algunos asuntos. Porque tienen otras cosas, porque les incomoda un ex abrupto sentimental o vaya usted saber porqué…

Según el psicólogo británico Simon Baron-Cohen, las diferencias entre los cerebros masculinos y las mujeres pueden resumirse de la siguiente manera: los hombres son mejores en la “sistematización”, que consiste en analizar cuidadosamente la información y categorización en relación con algunos de los principios, mientras que las mujeres son mejores con la “empatía”, que implica la comprensión y el cuidado por los sentimientos de otras personas.

No sé qué tanto crédito habrá que darle al señor Baron- Cohen, espero que no sea el de las películas irreverentes y odiosas como Bruno. Porque entonces si me vuelvo feminista y de las extremas.

Que conste que los hombres que han transitado en mi vida son sensibles. Se los reconozco a todos y cada uno. Algunos miran de reojo el reloj con nerviosismo cuando lloro sin razón de ser, pero de que me dan un abrazo reconfortante, eso ni dudarlo.

Don Tácito, gobernador del Imperio Romano, vaya bacanal, fue muy explícito con su frase: “A las mujeres les está bien llorar, a los hombres recordar”. No sabría decir si estoy muy de acuerdo. No hay nada mejor que un buen desahogo.

 

@mariagpalacios

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