Para El Colegio Potosino de Cardiología.

El corazón cuando quiere quedarse con todo, revienta;
algunos le llaman infarto o ataque masivo, o enojo metafísico.

El corazón es paradójico, marca el ritmo de nuestro andar cada segundo,
y solemos olvidarlo día y noche; y por otra parte
el corazón se deja ver y oír por doquier: en canciones, poemas
declaraciones, pinturas, en todo tipo de imágenes.

En tiempos antiguos se le consideraba lo más sagrado
para cristianos e infieles;
mayas, aztecas y conquistadores,
todos lo exhibían y proclamaban:
que el mismo Dios lo necesitaba para sostener la Creación,
hasta encarnarse así en metáfora del sacrificio del hijo del hombre,
según los evangelios y sus místicos.

Aún hoy, muchos piensan que es la Habitación del alma,
su Casa,
mientras andamos en la tierra.

Su silencioso pulso, ese tic tac tic tac, tiene un poder atómico que nos permite estar aquí hablando de sus dramas y curaciones, de sus sacerdotes y sacerdotisas que en estos años visten de blanco.

Y si el poderosísimo tic tac tic tac que escuchamos, se detiene ante la frialdad de ese trabalenguas del Estetoscopio, medallón convertido en testigo del silencio más hondo, el silencio de la ausencia, entonces, el misterio que todos llevamos se apropia del corazón mismo y desaparece, todo desaparece, al menos hasta donde hoy vemos y comprendemos, con el pensamiento científico, filosófico o a ras de calle.

Que cosa, la del corazón de los cardiólogos , ese si me cuesta entenderlo
y la verdad no deseo conocerlo mucho, elijo mantener una prudente distancia, aunque digan que es bueno a cierta edad echarle un ojo, darse una checadita con un buen doctor de esos que también son amigos.

Pero hasta ahora, si no me llevan arrastrando, prefiero cada madrugada juntar mis manos en el pecho a manera de oración y escucharlo antes de que salga el sol y saber así que está conmigo: en ese palpitar de sangre.

Lo sé, es un músculo y en mucho sostiene la batuta, nos dice por donde, a manera también de brújula.

Pd. El Congreso del país, corazón de la Nación, pavimenta el camino hacia una dictadura militar; una dolorosa aventura, fugaz y cruel. ¿No basta acaso la Historia para ser más cautos, sabiendo cuál es la condición democrática de la Republica hoy en día?

Tomás Calvillo Unna

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