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Alejandro Páez Varela

21/10/2024 - 12:05 am

Las tareas de la Presidenta

“Hay decenas de preguntas que ayudarían a comprender el entorno de una decisión trágica que condujo al asesinato de cientos de miles de mexicanos; a la desaparición de decenas de miles y en desplazamiento forzado, desde principios de 2007 hasta nuestros días, de al menos un millón de personas. Son preguntas que arman una historia y tienen, además, dos efectos colaterales: uno, si se quiere desnudar la cadena de mando para posteriores cargos criminales (sean en este sexenio o en futuros sexenios); y dos, para efectos de la recuperación de la memoria histórica con miras a la reparación y a la no repetición”.

No recuerdo si lo leí o escuché a alguien decir que era “inevitable” que Claudia Sheinbaum se moviera al centro. Repito lo que dije, para quien no lo escuchó: no se moverá al centro y es un asunto de lógica: ni ella ni nadie se desplazaría por voluntad propia hacia el desprestigio; hacia una zona desconocida donde no se siente cómoda; adonde no te quieren. ¿Moverse hacia el espectro político que ocupan farsantes como Emilio Álvarez Icaza, Lorenzo Córdova o Xóchitl Gálvez? ¿A quién se le podría ocurrir algo así, después de una vida en la izquierda y después de que abrazar ese polo la llevó a la Presidencia de México?

También leí, y hasta me da pena ajena recordarlo, que Andrés López Beltrán iba a competirle el poder a Claudia y que para eso lo había dejado su padre en ese cargo operativo de Morena. ¿Por qué no se respetan a sí mismos? ¿No se cansan de equivocarse? A esos periodistas y analistas les digo: ¿qué necesidad? Son lo mismo que el imbécil que se inventó que Enrique Peña Nieto tenía videos comprometedores de Andrés Manuel López Obrador y hasta dijo cuántos eran y escribió diálogos textuales, en El Universal, de supuestas llamadas entre ambos. Peña, dijo el articulista, no le contestaba el teléfono a AMLO. Carajo. Cuánta estupidez se imprime. Qué vergüenza. Cuántas ganas de faltarse al respeto y cuántos deseos de creer que pifias de ese tamaño se olvidarán. Y cuánta impunidad. Porque esas mentiras viajan en el éter de la impunidad.

Claudia Sheinbaum tiene retos reales; el país no es el que se plantea en esa asquerosa red social llamada X, cuyo dueño es un asqueroso ultraderechista llamado Elon Musk y para terminar pronto: donde la derecha construye escenarios irreales que luego quiere reproducir en la realidad. Allí, en X, se construyó la peor candidatura opositora de la historia: la de Xóchitl. En esa red se afirmó que ella ganaría y cuando no ganó, allí inventaron que hubo “fraude cibernético”. En esa red plantean que vivimos en una dictadura y apenas sales a la calle a comprar un chicle te das cuenta que no es así, y entonces entiendes que X es una cama cochambrosa de individuos que se dan satisfacción unos a otros y que piensan que porque hablan de “democracia” son demócratas, y que creen que porque engañaron a las audiencias durante décadas no se les nota la peluca.

El país plantea retos reales y la Presidenta resolverá como mujer de izquierda, sin necesidad de moverse a donde no la quieren y a donde huele a decrepitud. O al menos ese es mi cálculo. Ya veremos. Y de hecho, el Gobierno federal necesita alinearse en al menos tres asuntos importantes; tres retos que le consumirán energía. Uno de ellos es la resistencia del Poder Judicial; que no se salga de control; que los tiempos de la Reforma Constitucional vayan apretándole las costillas a Norma Piña y a sus siete enanos.

Otro frente es la violencia. Pero la violencia, en mi manera de verlo, tiene un correlato político que debe trabajarse al mismo tiempo. Se necesita pedirle expresamente al país que aguante, que el incendio causado por el pirómano Felipe Calderón no es fácil de controlar. No es “cuestión de enfoques”, como el tipo exiliado en Madrid quiere hacer creer desde que se le salió todo de control. No. Le echó gasolina a una pira del tamaño de una montaña y luego se puso un traje de bombero, haciendo creer que recibió el país en llamas. Mentiroso. Mitómano.

Claudia debe traer las riendas de su estrategia de seguridad y por el otro lado, el correlato bien estructurado sobre las causas de la violencia. Así le hizo el Presidente López Obrador y más o menos funcionó; debe enfatizarse más en ello. Que ni un solo mexicano se quede sin entender que sin atacar las causas no habrá paz, mientras se van mostrando resultados. Porque esta administración no puede terminar sin resultados claros: serán 12 años de izquierda consecutivos: ¿como se justificaría si no avanza?

Además, mantener bajo control estos tres retos –relacionados entre sí– puede generar estabilidad política. Y la Presidenta la necesita porque en 10 días se terminan sus vacaciones: es muy probable que regrese Donald Trump al poder.

El relato de las causas

Para empezar, ¿cómo decidió Felipe Calderón Hinojosa declarar una “guerra contra las drogas”? ¿Quiénes apoyaron la decisión dentro del núcleo compacto de colaboradores? Se sabe que participaron él, Genaro García Luna y Margarita Zavala en la decisión y luego fueron incorporados el Secretario de la Defensa, Guillermo Galván Galván, y el Secretario de Marina, Mariano Francisco Saynez Mendoza. ¿Quiénes más participaron? ¿Juan Camilo Mouriño y Santiago Vasconcelos, muertos en un avionazo nunca aclarado? ¿Y Francisco Blake Mora, también muerto en un extraño evento aéreo?

El relato sobre las causas de esta tragedia que vivimos necesita alimentarse con información. ¿Qué herramientas utilizó el entonces Presidente para tomar la decisión?¿Fueron estudios, consultas directas con especialistas nacionales y extranjeros, trabajos de inteligencia? ¿Dónde están las minutas de las reuniones (sin es que las hubo) y dónde quedó el registro de los documentos utilizados (si es que los hubo) para su consulta? ¿Qué papel jugó la DEA y quiénes eran los agentes que estuvieron cerca de la decisión, si es que fue así? La CIA y el FBI, ¿participaron? ¿El ejército de Estados Unidos tuvo alguna influencia?

Hay decenas de preguntas clave, por supuesto, que ayudarían a comprender el entorno de una decisión trágica que condujo al asesinato de cientos de miles de mexicanos; a la desaparición de decenas de miles y el desplazamiento forzado, desde principios de 2007 hasta nuestros días, de al menos un millón de personas. Son preguntas que arman una historia y tienen, además, dos efectos colaterales: uno, si se quiere desnudar la cadena de mando para posteriores cargos criminales (sean en este sexenio o en futuros sexenios); y dos, para efectos de la recuperación de la memoria histórica con miras a la reparación y a que el Estado mexicano garantice la no repetición porque tal cosa –la no repetición– no se puede garantizarse sin que ese Estado reconozca los excesos y ventile los detalles de la decisión. Porque aquello que no se nombra, no existe.

Calderón Hinojosa, su esposa y colaboradores se vieron involucrados en varios escándalos por el “consumo excesivo de alcohol” del expresidente mexicano. ¿Tuvo algo que ver? En uno de estos episodios, al menos una periodista (Carmen Aristegui) y un político opositor (Gerardo Fernández Noroña) sufrieron la posible afectación de sus derechos y libertades civiles cuando un Secretario de Estado (Javier Lozano Alarcón) presionó a un concesionario de radio y televisión (Joaquín Vargas) para que despidiera a la comunicadora, su subordinada en MVS, por instrucciones del Jefe del Ejecutivo federal y de su pareja, Zavala Gómez del Campo, después de que en la Cámara de Diputados se exhibiera una manta (o mantas) denunciando el presunto alcoholismo del Presidente en turno.

Lo anterior obliga a preguntarse si la enfermedad que presuntamente padecía o padece Calderón (alcoholismo) influyó en la decisión de ir a una guerra sin analizar sus consecuencias y sin preparación. No es ociosa ninguna pregunta en ese sentido. Leopoldo Fortunato Galtieri, miembro de la Junta Militar de diciembre de 1979 a junio de 1982 y dictador de Argentina, llevó a su país a la penosa derrota en la Guerra de las Malvinas y lo hizo “con un güisqui en la mano”, es decir, dando declaraciones a la televisión en estado de ebriedad. Así quedó documentado para la historia. ¿Calderón Hinojosa decidió una guerra bajo los efectos del alcohol?

Argentina vivía una dictadura militar irregular; y México, un periodo de anormalidad democrática. Y quizás ir a la guerra mexicana fue una decisión informada. Si es así, ¿en dónde están los registros? Porque si no existen registros, entonces fue una decisión improvisada donde, se puede especular, influyó la afición de Calderón Hinojosa al alcohol.

La tesis del cálculo político

En algunos círculos se plantea la tesis del cálculo político para lanzar una guerra. La famosa “cortina de humo”. Es una vertiente con ramificaciones hacia muchos sectores de la sociedad mexicana.

Primero, el motivo: el descontento que provocaron las irregularidades cometidas antes, durante y después del domingo 2 de julio del 2006. El fraude en las elecciones presidenciales hizo que millones de ciudadanos sintieran afectado su derecho a decidir. Culpaban de prácticas antinacionales y antidemocracias al candidato de Acción Nacional, Felipe Calderón, quien se hizo llamar Presidente de México de manera ilegítima. Y culpaba a las élites en los medios y en la academia; a un grupo de empresarios en lo individual, así como a varios de los corporativos más importantes del país y a sus sindicatos patronales; a la estructura de la iglesia católica y a un poderoso grupo de “especialistas” y políticos en control del aparato electoral.

Asumida de manera fraudulenta la Presidencia, Calderón Hinojosa se sintió presionado por las acusaciones de fraude electoral y quiso mostrarse en capacidades para ejercer violencia de Estado. Fue así –de acuerdo con esta tesis– que tomó la decisión de declarar una guerra sin que previamente fuera consultada con especialistas en la materia; sin que se proyectaran posibles escenarios; sin que se calculara la fuerza disponible y la capacidad de reacción de su enemigo. Esto explica además por qué la guerra al narcotráfico no estuvo contemplada en los ofrecimientos de campaña del candidato del PAN o en su plan sexenal y por qué, 18 años después, no se encuentra documentada la decisión y la razón de Estado.

La tesis de la cortina de humo es coherente con lo que sucedió el 2 de abril de 1982 en el extremo sur del Continente, con otra fuerza igualmente identificada con las élites y con la derecha. Ese día, tropas argentinas desembarcaron en las Islas Malvinas (Operación Rosario) en una acción espectacular que pretendía generar apoyo popular para la Junta Militar que se había robado la presidencia del país. Sin embargo, los militares argentinos – con simpatías de Washington, como el Gobierno de Felipe Calderón– sí hicieron preparativos y cálculos aunque resultaran, a la postre, un fiasco.

Para muchos, incluyendo el expresidente López Obrador, la razón de la guerra de Calderón se encuentra en la tesis de la cortina de humo. El país estaba realmente polarizado después de la elección de 2006 y quienes tienen antecedentes del comportamiento iracundo del expresidente de derechas no dudan de esta versión y no excluyen la posibilidad de que su presunto alcoholismo facilitara la decisión. Dicho de manera más puntual: vio necesaria una cortina de humo y lanzar una guerra sin prepararla no le pareció una mala idea, dada la distorsión que le provocaba su enfermedad.

Los militares argentinos se rindieron en días ante las fuerzas armadas de Inglaterra, y esto trajo menos muertes para las partes involucradas en el conflicto: apenas 900 personas, contando 649 argentinos, 255 soldados británicos y tres isleños. La guerra en México, sin embargo, sigue hasta nuestros días en territorios que van cambiando y con escenarios volátiles que dependen de líderes y fuerzas que operan en la clandestinidad. La decisión de Calderón tuvo y tiene consecuencias que posiblemente nunca alcanzaremos a medir.

Y la Presidenta necesita ese relato para decirle a México: la inseguridad es nuestra prioridad, pero tenemos que estar todos en el mismo canal, entender que un pirómano echó gasolina a una pira de leños del tamaño de una montaña y sigue ardiendo. ¿Por qué decidió hacerlo? Hay varias tesis, y estos son los documentos disponibles. Claudia necesita ser científica. Sí, el relato es político pero ella necesita ser científica: mostrar lo que tiene y convencer. Por eso, creo, la comisión de la verdad sobre la guerra en México (las comisiones quedan siempre mal: quizás buscarle otro nombre) debe ser considerada por el Gobierno como una herramienta de trabajo, no una carga.

Concluyo con una idea: No recuerdo si lo leí o escuché a alguien decir que era “inevitable” que Claudia se moviera al centro. Insisto: es muy difícil que se desplace por voluntad propia hacia el desprestigio. Con la misma lógica creo que las presiones de la prensa, de los intelectuales, de Norma Piña y los siete enanos y de otros poderes de facto no son suficientes frente al bono democrático que posee. ¡Es enorme! Y puede usarlo para el bien de la gente.

Si no quiere someter a juicio a Felipe Calderón, la Fiscalía tampoco lo hará. Eso queda solventado. Pero eso no debería cancelar la posibilidad de que se esclarezca por qué estamos en una guerra. Miles de muertos, miles de desaparecidos, miles de desplazados y dolientes deberían ser razón para que se trajera luz y se nombrara a los culpables. García Luna es poca cosa: es guerra ede Calderón. Hay que decirlo. Porque aquello que no se nombra –permítame, Presidenta, recurrir a su frase–, no existe.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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