Parcial y subjetivo | Entre números y letras

21/09/2012 - 12:00 am

No es difícil justificar el prejuicio: las disciplinas más alejadas entre sí son las ciencias duras y las artes. En concreto, la literatura y las ciencias exactas. Es sencillo demostrarlo aunque, al parecer, ni siquiera se necesita. Nosotros mismos nos dejamos llevar por las imágenes que representan a los mayores exponentes de estas disciplinas. Incluso en determinadas épocas han sido radicalmente opuestos: ¿cómo conciliar, si no, la idea del científico loco embebido en un pensamiento obsesivo con otra forma de la locura representada por los artistas bohemios carentes de disciplina? Aunque parten de estereotipos y caricaturizaciones, estas imágenes no están del todo equivocadas. Sucede que los unos trabajan con el rigor científico, que apelan a la verdad, mientras que los otros hacen una apología de lo subjetivo, sobreponiendo la libertad.

Así, parece imposible un encuentro entre ambos mundos. Sin embargo, se da. Cada tanto nos topamos con literatura que encuentra coincidencias con lo científico. Ya sea porque los personajes que la habitan ejercen dicha profesión, ya porque el entramado se arma a partir de una compleja estructura matemática, ya porque se ha encontrado un profundo simbolismo en el comportamiento numérico, ya porque existen explicaciones a las que no se puede acceder sino mediante la ciencia. En cualquiera de los casos, la convergencia suele ser gratificante. Baste pensar que, en muy buena medida, gran parte de la ciencia ficción surge de una convivencia como la planteada.

En el listado de hoy no me ocuparé de ese género tan popular, ya habrá ocasión para ello. En su lugar optaré por relaciones más personales, sin la necesidad de predicciones ni futuros. Así, el encuentro entre estas dos disciplinas se llevará a cabo en un sitio muy parecido al que habitamos.

La soledad de los números primos

Mattia y Alice son dos jóvenes disfuncionales. La explicación de ello está en su pasado. Él perdió a su hermana gemela por no querer llevarla a una fiesta infantil en la que se burlarían de su discapacidad. Ella sufrió un accidente esquiando por lo que una pierna le quedó inmovilizada de por vida. Mattia los describe a ambos a partir de los números primos: aquéllos que sólo son divisibles entre sí mismos y la unidad. Dentro del conjunto de estos números existen unos en particular que tienen una característica única: son contiguos a otros números de este tipo. Para Mattia, así son él y Alice. Poco importa que él se vuelva un matemático duro que vive en otro país o que ella padezca anorexia y se enamore de hombres imposibles. A la larga, sus destinos parecen estar ligados. Tanto como puede estarlo el de un par de números que, aunque contiguos en apariencia, siempre estarán distantes entre sí. Paolo Giordano logró una novela conmovedora en medio de la frialdad de su protagonista.

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El enigma de Fermat

Pierre de Fermat fue uno de los matemáticos más importantes del siglo XVII. Como buen amante de la ciencia dura, no tenía empacho a la hora de plantear problemas o enigmas a sus contemporáneos. El más famoso de ellos es el que lleva su nombre. A simple vista parece una ecuación que cualquiera puede entender. El problema es que, durante trescientos años, nadie fue capaz de demostrarla. Andrew Wiles lo hizo en la última década del siglo XX. De ello dio cuenta Simon Singh en un libro de divulgación que podría parecer pesado para los lectores legos. Sin embargo, Singh consigue hacer una verdadera novela de intriga. Si bien es cierto que la historia en sí misma podría resultar demasiado técnica, lo cierto es que consigue narrarla a partir del drama humano y eso, sin duda, vuelve apasionante al mundo de las matemáticas puras.

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El curioso incidente del perro a medianoche

Christopher John Francis Boone tiene quince años y sufre de Asperger. Esto lo ha llevado a tener dificultades para relacionarse con el mundo debido a que es incapaz de entender cosas que resultan por demás naturales para nosotros. En contraparte, ha desarrollado una gran capacidad para entender el comportamiento matemático del mundo. La novela está narrada en primera persona por el propio Christopher e inicia porque su perro ha sufrido un accidente. A partir de ahí, el lector irá conociendo las manías y obsesiones del personaje mientras éste intenta desentrañar una verdad oculta bajo una cantidad considerable de velos frente a los que su inteligencia no tiene mucho por hacer. Mark Haddon consiguió recrear el pensamiento de un chico en estas circunstancias de una manera sobresaliente. Tanto, que resulta inevitable establecer un vínculo de empatía con él, sumándonos a su dolor, a sus dudas y a su forma de percibir la vida. Es, pues, un libro que nos permite ampliar nuestro panorama vital a partir de uno tan rígido que cualquier excepción puede resultar devastadora.

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Teoría de las catástrofes

Existen modelos matemáticos para casi todo. Éstos buscan describir el comportamiento del mundo, ya sea que se centren en la reproducción de los parásitos, en el desarrollo de un grupo social, en el amor o en los conflictos armados. Las catástrofes también tienen una teoría matemática que da cuenta de ellas. Tryno Maldonado utiliza este modelo para descubrir qué es lo que va a terminar con la vida en pareja de Mariana y Anselmo, jóvenes entusiastas que, de pronto, se dan cuenta de que viven en un estado casi de sitio. El conflicto magisterial en Oaxaca es un contexto difícil de habitar. Sobre todo, si se es maestro no sindicalizado, si no hay trabajo y se inician relaciones con gente peligrosa. Teoría de las catástrofes es una novela con varios niveles de lectura. En cada uno de ellos la catástrofe continúa presente como si la vida no fuera suficiente amenaza para sí misma.

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Crímenes imperceptibles

El crimen y las matemáticas parecen obedecer a principios similares o, al menos, existe un vínculo que vuelve atractiva su coexistencia. Eso es lo que le pasa a un joven argentino que se acaba de titular de matemático y va a Oxford para continuar sus estudios. Ahí se ve involucrado con el descubrimiento del cadáver de una anciana. Eso lo llevará a interesarse por los patrones que pueden identificarse en los asesinos seriales. Su guía será Arthur Seldom, un eminente matemático que, en un estudio sobre series, incluyó un capítulo sobre asesinos. Lo interesante de esta novela no es sólo cómo las matemáticas resultan imprescindibles para la comprensión del drama, sino el retrato profundamente humano que se hace de todos los protagonistas de esta historia. Incluso en las víctimas hay algo de poético. Por si fuera poco, Guillermo Martínez incluye una breve historia en torno de un examinador de comportamiento que es casi un poema salido del mundo de la ciencia.

Aunque resulta inevitable pensar que la ciencia y el arte poco tienen en común, lo cierto es que van de la mano. Las novelas anteriores dan cuenta de ello. Algunas de ellas, incluso, han sido escritas por científicos que encontraron en la palabra una forma de expresión para la que no les alcanzaban las fórmulas. Esto obliga a aceptar que ambas disciplinas no pueden ser tan lejanas. A fin de cuentas, si tanto la ciencia como el arte no son sino dos formas diferentes de explicar el mundo, su reunión no puede ser más que esclarecedora.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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