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Antonio Salgado Borge

21/07/2017 - 12:00 am

Teletransportaciones

ero más allá de ilusiones alentadas o desalentadas, el logro anunciado esta semana permite suponer que si algún día objetos macroscópicos pueden ser teletransportados esto probablemente ocurrirá por medio de la introducción como input de un objeto que será transformado en información transportable, a lo que seguirá la reproducción de esta información exacta en un dispositivo designado como output del que emergerá un objeto exactamente igual al introducido originalmente. Esto equivale a decir que, si un humano es el objeto a ser teletransportado, éste tendría que ser “traducido” en información teletransportable; lo que aparecerá en el dispositivo de salida es la materialización de esta información.

Hace unos días un grupo de científicos chinos emitió un anuncio sin precedente: teletransportaron un objeto de la Tierra a un satélite ubicado a más de 500 kilómetros de distancia de nuestro planeta. Foto: Fotos: Shutterstock.

Algunos sueñan con experimentarla, otros, resignados, se encogen de hombros ante lo que probablemente no será una realidad para ningún ser humano actualmente existente. Lo cierto es que, gracias producciones de ciencia ficción como Star Trek, muchos sabemos qué es la teletransportación, y entendemos lo fundamental de este proceso: 1) el objeto a teletransportar es colocado como input en un dispositivo teletransportador, 2) ese objeto “desaparece” del dispositivo incial y 3) el objeto teletransportado aparece inmediatamente como output en otro dispositivo teletransportador, colocado en un espacio distinto al dispositivo que recibió el input original.

Hace unos días un grupo de científicos chinos emitió un anuncio sin precedente: teletransportaron un objeto de la Tierra a un satélite ubicado a más de 500 kilómetros de distancia de nuestro planeta. Dos clarificaciones son indispensables. La primera es que al hablar de teletransportación, por “objeto” debemos entender cualquier entidad física, desde la más pequeña y fundamental hasta la más compleja. El objeto que transportaron los científicos desde Ngari, Tibet hasta el satélite chino Micius fue un fotón; una partícula cuántica u objeto microfísico. Este logro, empero, no es microscópico ni trivial, por lo que inmediatamente el anuncio puso a muchos optimistas a soñar que es cuestión de tiempo para que objetos macroscópicos como una persona puedan ser transportados empleando el mismo proceso.

Y es aquí que se impone la segunda de nuestras clarificaciones. El proceso empleado por los científicos chinos para transportar fotones se basa en un fenómeno llamando “entrelazamiento cuántico”, que consiste en parejas de partículas que son generadas simultáneamente y que comparten el mismo estado. Es decir, partículas que son consideradas entidades distintas, pero que tienen una conexión especial: un cambio cualitativo en una, se refleja proporcionalmente en la otra. Quizás lo que más ha llamado la atención de las partículas entrelazadas es que éstas pueden ser separadas por grandes distancias sin que su “comunicación” sea interrumpida; el cambio estado de una partícula es transmitido instantáneamente a otra que, sin importar los kilómetros de distancia, reacciona y cambia su estado en consecuencia al cambio acontecido en la primera.

Para ver cómo ha sido posible ejecutar la teletransportación cuántica, supongamos que tenemos a dos partículas entrelazadas –llamémoslas A y B respectivamente-. La teletransportación cuántica empieza cuando introducimos una tercera partícula C y la enlazamos a su vez con A. Lo que ocurre en ese momento, es que la partícula B, la partícula originalmente entrelazada con A, cambia de estado para reproducir el nuevo estado C introducido en A.  Visto así, este proceso claramente ha decepcionado a los que soñaban con que el anuncio de los científicos chinos equivaldría a la posibilidad de teletransportar seres humanos.

Pero más allá de ilusiones alentadas o desalentadas, el logro anunciado esta semana permite suponer que si algún día objetos macroscópicos pueden ser teletransportados esto probablemente ocurrirá por medio de la introducción como input de un objeto que será transformado en información transportable, a lo que seguirá la reproducción de esta información exacta en un dispositivo designado como output del que emergerá un objeto exactamente igual al introducido originalmente. Esto equivale a decir que, si un humano es el objeto a ser teletransportado, éste tendría que ser “traducido” en información teletransportable; lo que aparecerá en el dispositivo de salida es la materialización de esta información.

Desde luego que lo anterior genera preguntas filosóficas fundamentales que aplican lo mismo para seres humanos que para otros objetos. Y la primera de éstas tiene que ver con la identidad personal: ¿es el individuo que entra el mismo que sale del teletransportador? Los fisicalistas pensamos que la mente es física o superviene en lo físico, por lo que los recuerdos, cualidades cognitivas y experiencia del mundo del individuo que sale del teletransportador tendrían que ser exactamente los mismos que los del individuo que entra. Sin embargo, esto de ninguna forma resuelve la duda de si estamos hablando de la misma persona. ¿Qué pasaría si el individuo que funciona como input no es destruido al ser traducido en información, sino que es preservad en el punto de entrada? Claramente saldríamos del proceso con dos objetos idénticos actualmente existentes. En todo caso, antes de aceptar ser teletransportado, incluso un fisicalista tendría que pensarlo dos veces.

Ahora bien, los dualistas contemporáneos tienen un problema adicional. Éstos piensan que la mente –particularmente la conciencia- no es una sustancia que no se reduce ni superviene en lo físico. En esta misma categoría entran los dualistas escolásticos, que creen en que existe el alma y que ésta es una sustancia no física. El problema para los dualistas surge porque, si concedemos que existen, las sustancias no materiales no podrían ser “traducibles” a información microfísica, que es la que potencialmente se utilizaría en los teletransportadores del futuro. Esto significa que para los dualistas la teletransportación sería la muerte, pues el ser que aparecería del otro lado sería un zombie; un duplicado físico sin conciencia o alma. Pero aún para el dualista, si el individuo teletransportado sigue recodando, actuando y operando como el que entró al dispositivo, entonces la conciencia o el alma tendrían que ser vistos como epifenómenos que estarían sobredeterminando los poderes causales de lo físico; es decir, no serían necesarios para el funcionamiento humano como lo conocemos.

Cualquiera que sea el caso, si tomamos lo anunciado hace unos días es indicativo de lo que viene, dos cosas serían ciertas. La primera y más concreta es que lo logrado es un paso hacia delante en el desarrollo de procesos computacionales cuánticos, avance que permitirá que contemos con computadoras que procesen información de forma increíblemente más rápida y segura que las que tenemos actualmente. No hay duda de que esto será una realidad que muchos humanos contemporáneos alcanzarán a atestiguar.

La segunda y más transcendental certeza que podemos derivar de lo anunciado en China, es que la teletransportación de la que estaremos hablando en el futuro cercano consistirá en la reducción de un conjunto de propiedades a información que sería transportada a partir de entrelazamiento cuántico. Y entre la transportación de información de un fotón a otro y transportación de un objeto macroscópico miles de millones de veces más complejo que una partícula microfísica hay un abismo técnico y ético; una amplia y profunda brecha que estamos muy lejos de haber puenteado.

@asalgadoborge

[email protected]

 

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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