La influyente revista británica trae dos largos ensayos en su edición de esta semana. En el primero analiza las razones que acercaron a López Obrador a la Presidencia; en el segundo, que es el editorial de la casa, se lanza contra el líder de izquierda. No se anda con rodeos. Usa los mismos argumentos de Vicente Fox, de la élite empresarial o de quienes se han opuesto a su proyecto desde 2006: “Los líderes carismáticos que llevan estos resentimientos al poder casi siempre son falsos profetas”, dice, “que prometen seguridad y prosperidad incluso cuando erosionan sus cimientos. El peligro que representan para las nuevas democracias es mayor que en las más arraigadas”.
Ciudad de México, 21 de octubre (SinEmbargo).– La revista británica The Economist publica hoy dos grandes ensayos sobre Andrés Manuel López Obrador. Los dos son muy parecidos. En el primero detalla las condiciones que, dice, lo acercaron al triunfo en su tercer intento por la Presidencia: el crimen y la corrupción. Descarta un enojo popular por la desigualdad en un país con 53 millones de pobres.
El segundo texto es un editorial de la casa, que podría resumirse en el último párrafo: “Nos preocupa la Presidencia del López Obrador, pero le deseamos suerte. Si él falla, lo peor es lo que podría continuar”.
En ese editorial critica que López Obrador “no sabe nada” de cómo se mueve el mundo. Insiste en que no respeta a las instituciones.
El medio británico, que es influyente en las clases política y financiera internacional y que apoya abiertamente el liberalismo económico, tiene un discurso muy parecido al del ex Presidente mexicano Vicente Fox Quesada y al de la élite empresarial, y usa los mismos argumentos que los adversarios del político de izquierda utilizaron contra él en 2006 y 2012:
“Los líderes carismáticos que llevan estos resentimientos al poder casi siempre son falsos profetas”, dice, “que prometen seguridad y prosperidad incluso cuando erosionan sus cimientos. El peligro que representan para las nuevas democracias es mayor que en las más arraigadas”.
Donald Trump “está constreñido por el Congreso, un poder judicial independiente, una prensa libre y una burocracia con una larga tradición de seguir la ley. López Obrador, por el contrario, gobernará un país que ha sido democrático solo desde el año 2000, y donde la corrupción es generalizada y está empeorando. El principal trabajo del próximo Presidente debería ser reforzar las instituciones que sostienen una economía moderna, la democracia y, sobre todo, el estado de derecho. El riesgo con López Obrador, quien será el primer Presidente no inclinado a la tecnocracia en 36 años, es que hará exactamente lo contrario”.
The Economist dice que en estos días los mexicanos “están de acuerdo” en dos cosas: la victoria de su equipo de fútbol sobre Alemania el 17 de junio fue magnífica, y que las elecciones del 1 de julio serán las más importantes en décadas.
“El aspirante a la Presidencia Andrés Manuel López Obrador lidera una coalición llamada ‘Juntos haremos historia’. Sus oponentes temen que logre eso, de mala manera”, inicia.
“López Obrador, quien ha competido por la Presidencia dos veces, tiene un aire de incorruptibilidad que encanta a muchos mexicanos. Promete una ‘revolución radical’. Algunos oyen eso como una amenaza. López Obrador a veces se ha opuesto a las medidas que los gobiernos anteriores han tomado para modernizar la economía. Sus críticos lo comparan con Hugo Chávez, cuya ‘revolución bolivariana’ ha traído la ruina a Venezuela. El populismo nacionalista que ofrece no se parece a nada que México haya visto desde principios de los años ochenta. Y si las encuestas son correctas, él ganará”, señala.
Agrega: “Con eso, el segundo país más grande de América Latina se unirá a un puñado de democracias donde los electores se rebelaron contra el orden establecido. Lo que está a punto de suceder en México se parece a la elección de Donald Trump en Estados Unidos, el voto de Gran Bretaña par
a dejar la Unión Europea y el giro de Italia hacia el populismo. Puede repetirse en Brasil, donde el favorito para ganar la presidencia en octubre es Jair Bolsonaro, que habla con saña sobre los homosexuales pero que es partidario del gobierno militar”.
La revista inglesa analiza las causas variadas de la ira popular. “En América Latina, como en otros lugares, los votantes están furiosos con las élites que consideran corruptas, ineficaces y condescendientes. Así como los populistas estadounidenses condenan el ‘pantano’ en Washington y los brasileños están horrorizados por la inmundicia de su clase política, López Obrador fulmina contra la ‘mafia del poder’ que, según él, controla a México”.
Según The Economist, “la tecnocracia mexicana tuvo sus éxitos. Las políticas económicas ortodoxas han asegurado un crecimiento relativamente constante aunque poco espectacular desde la década de 1990”.
Detalla cómo gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con los Estados Unidos y Canadá, que entró en vigor en 1994, “México es el cuarto mayor exportador mundial de vehículos de motor. El Presidente saliente, Enrique Peña Nieto, abrió la energía y las telecomunicaciones a la competencia y está tratando de imponer estándares más altos en un sistema escolar deficiente. Por desgracia, el progreso ha sido más lento de lo que los políticos prometieron y es desigual. El sur de México, donde vive un cuarto de la población, tiene arados tirados por bueyes en lugar de líneas de ensamblaje. Según la propia medida de México, casi el 44 por ciento de sus ciudadanos son pobres”.
“La fuente principal del descontento de los mexicanos no es la desigualdad, sino el crimen y la corrupción, que se han desatado bajo Peña. La tasa de homicidios ha roto un récord establecido en 2011. El partido gobernante [el PRI] ha visto innumerables escándalos. Resultó que la casa de 7 millones de dólares de la esposa de Peña [Angélica Rivera] había pertenecido a un contratista del gobierno. En una elección ordinaria, los mexicanos abandonarían el PRI de Peña y regresarían al conservador PAN. Pero después de sus últimos años en el poder plagados de crímenes, de 2006 a 2012, también están hartos de eso. Quieren un cambio, que López Obrador ciertamente ofrece”.
The Economist cita que los partidarios de AMLO dicen que ha madurado, y que su historial como Alcalde popular de Ciudad de México de 2000 a 2005 demuestra que siempre fue pragmático. “Ha hecho las paces con el TLCAN y ya no habla de revertir la Reforma Energética. Promete ejecutar un presupuesto disciplinado, respetar la independencia de Banxico y no aumentar los impuestos. Algunas de sus ideas, como un programa de aprendizaje a nivel nacional, tienen sentido”.
“Pero parece tener poca idea de cómo funciona una economía o una democracia modernas –segura–. Menosprecia a las instituciones independientes, como la Suprema Corte. Habla de hacer que México sea autosuficiente en alimentos y en la construcción de refinerías de petróleo, lo que es poco probabparece tener poca idea de cómo funciona una economía o democracia modernaparece tener poca idea de cómo funciona una economía o democracia modernale que tenga sentido comercial. Sus ideas son simplistas. Quiere reducir a la mitad los salarios de los altos funcionarios, incluido el Presidente, y someterse a un referéndum revocatorio cada dos años. Aunque personalmente limpio, ha formado alianzas con políticos que son todo lo contrario. Denuncia la Reforma Educativa de Peña, que ofrece a los niños pobres la oportunidad de un futuro mejor. Sí, López Obrador se ha reinventado a sí mismo, pero como un paquete de contradicciones”.
“Eso hace que su presidencia sea un experimento arriesgado. Los mercados financieros podrían domesticar a un gobierno de López Obrador. Pero una mayoría en el Congreso para su partido también podría alentar el radicalismo. Podría funcionar bien si, por ejemplo, frena la corrupción o enfrenta a Estados Unidos por el comercio. Lo más probable es que el progreso siga siendo difícil de alcanzar. México no puede detener el soborno sin las instituciones que desprecia López Obrador. Y con los proteccionistas a la cabeza en sus dos estados miembros más grandes, el TLCAN podría colapsar”, afirma The Economist. “Eso envenenaría aún más las relaciones con los Estados Unidos, lo que posiblemente pondría en peligro la cooperación sobre las drogas y la inmigración.