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Jorge Alberto Gudiño Hernández

21/05/2016 - 12:04 am

Podcasts

El problema es de definición. Las estaciones de radio nos han convencido de que un podcast es una suerte de registro dentro de un archivo inmenso.

Desde hace varios años, en diferentes lugares del mundo, se descubrió el poder de estos audios portátiles. Foto: shutterstock
Desde hace varios años, en diferentes lugares del mundo, se descubrió el poder de estos audios portátiles. Foto: shutterstock

El problema es de definición. Las estaciones de radio nos han convencido de que un podcast es una suerte de registro dentro de un archivo inmenso. Por eso ofrecen, en el mejor de los casos, una base de datos descomunal. Apenas entrando en sus portales de Internet, uno puede volver a escuchar cualquiera de sus programas en cualquiera de sus emisiones. Supongo que las capacidades de sus discos duros van más allá de mi comprensión. Me dejo llevar por otras épocas, imaginando millones de casetes bien acomodados con todo el contenido radiofónico que han generado. Contenido, ahora, a la disposición de sus radioescuchas gracias a que las millones de horas de transmisión se sintetizan en archivos de audio a los que todo mundo puede acceder.

Para ellos, para nosotros, ésos son los podcasts.

Sin embargo, también son algo más.

Desde hace varios años, en diferentes lugares del mundo, se descubrió el poder de estos audios portátiles. Tan es así que, en su mayoría, éstos no se desprenden de emisiones que alguna vez se escucharon en alguna estación de radio. Por extraño que pueda parecer, los mejores fueron pensados como podcast, sin la necesidad de transitar por las frecuencias de am o fm.

Como en todo, las calidades son contrastantes. Si, pese a ello, uno tiene la paciencia para buscar, podrá encontrarse con productos con un gran contenido y no menor producción. Los hay para descargar en cada una de nuestras computadoras o, mejor aún, para traerlos en nuestros teléfonos portátiles. Aprovechando las ventajas que aporta el Bluetooth, uno puede reproducirlos, desde el teléfono, a las bocinas del automóvil, por dar sólo un ejemplo, o escucharlos a través de los audífonos mientras la ciudad se derrumba conforme nos dirigimos a nuestros destinos en un infame sistema de transporte.

Los hay de todos los temas. Desde la superación personal hasta los temas científicos, pasando por los históricos. También los hay de ficción o de periodismo de alto nivel. Se puede encontrar uno en que se da cuenta de sucesos inexplicables en busca de ser desvelados. Otro, tal vez, que retoma un caso penal que condenó a un inocente a una pena de varios años. Tras una docena de horas bien narradas, se dará cuenta de la vida del sujeto en turno.

Confieso mi entusiasmo frente a varios de ellos. Radiolab es, para mi gusto, uno de los mejores. Parte de una premisa simple: explicar algo que, por norma general, es tan complejo que puede disuadir a los escuchas. Suele tener que ver con la ciencia, con el comportamiento humano. Podría ser clasificado dentro de esa maraña tan inasible que es la divulgación científica pero es mucho más. Sobre todo, porque es tan entretenido que derrumba los prejuicios en torno a lo que podrían ser los temas duros de la ciencia.

Por desgracia, casi todos estos podcasts están en inglés. La mayoría de ellos. También los hay en otros idiomas pero se encuentran muy pocos en español. Espero que pronto llegue el día en que las grandes empresas de comunicación, las universidades y las fundaciones mexicanas, se den cuenta del poderoso instrumento que han despreciado. Entonces, quizá, podamos acceder a estas maravillas en nuestro idioma. No es cuestión de quedarnos, de nuevo, a la saga del resto del mundo y conformarnos con la idea de que un podcast es una simple grabación de audio. En verdad, hay mucho más ahí. Tanto, que desde hace varios años hay una aplicación en los teléfonos inteligentes que permite organizarlos.

Vienen mejores tiempos para la difusión del conocimiento.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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