Ley bala para Maquío

21/05/2014 - 12:00 am

“Se mató Clouthier”, así rezaba el encabezado de un periódico vespertino el primero de octubre de 1988. Luego, abajito, decía “Fue en un accidente de carretera”. Pero en 1988 nadie creía en los periódicos ni en los accidentes de carretera. Ése año, la sociedad civil había despertado a lo largo y ancho del territorio nacional, y había tomado carreteras, plazas, calles, y había seguido a Maquío y había seguido a Cárdenas, y había acompañado a ambos junto con Rosario Ibarra de Piedra en esa marcha memorable para protestar por el fraude electoral.

Pero no sólo había ido a las calles la gente como quien va a la feria, en 1988 el PAN entregaba trípticos para explicarle a la población qué hacer en caso de represión: cómo cubrirte los riñones con los codos para que no te los reventara un granadero a toletazos, por ejemplo. Porque la resistencia civil de los panistas ya llevaba años en buena parte del país, años de tomar carreteras, garitas, presidencias municipales, años de protestar fraudes electorales, años y miles de panistas encarcelados, heridos o asesinados por demandar libertad en la educación, libertad de prensa, libertad de culto, libertad de asociación sindical; años y miles de panistas que se enfrentaron contra la policía y contra el ejército por demandar el respeto a la ley. Y sí, por eso, para 1988 ya iban mejor organizados.

Y ni qué decir de los socialistas. Para empezar, aún se llamaban así e incluso recordaban que el primer gobernador socialista elegido democráticamente en el mundo había sido mexicano (si usted es de izquierda, seguro lo recordará), tenían fuera de la cárcel a sus líderes y los sobrevivientes aún llevaban en la piel las marcas de la guerra sucia. Tampoco eran raras las imágenes de los niños (un amigo y su hermana en Chiapas, por ejemplo) que salían a taparles el paso a los tanques gritando “el pueblo unido jamás será vencido”.

En 1988 se salió a las calles.

En 1988 “se mató Clouthier” y, luego, “se mataron” un montón de cardenistas y opositores varios en diversos “accidentes”.

Yo no sé si exista el “más allá” –el cielo, la Historia que te absolverá—pero supongo que, si existe, allá los panistas asesinados y los socialistas asesinados estarán muy orgullosos de que su sacrificio haya servido para que hoy día los diputados y senadores del PAN y el PRD usen tuiter para mandar fotitos de atardeceres en el D.F., frases cliché de autores de superación personal, o “selfies” de algún acto protocolario mientras ignoran las preguntas de sus votantes, las contestan con evasivas o, mejor aún, votan en su estado, en un estado gobernado por la coalición PAN-PRD, una ley que, de haber estado vigente o haberse aplicado alguna similar en los 80s, ninguno de ellos tendría el cargo público que ahora ostentan.

Eso: la Ley Bala que este lunes aprobó el Congreso de Puebla, por ejemplo, habría permitido a la policía y al ejército disparar con armas de fuego sobre esa bola de revoltosos panistas y cardenistas que eran sus padres, tíos, hermanos y familiares en 1988. Se habrían ahorrado los accidentes.

Extra

¿Algunos ejemplos? La diputada Marisa Ortiz (PAN) respondió por tuiter que ésa, la Ley Bala, era una ley estatal y ella era una diputada federal, así que iba a revisar “en detalle” y luego daba su opinión. El senador Javier Lozano (PAN) prefirió postear fotos de los atardeceres capitalinos que contestarnos a quienes le preguntamos. Y el diputado local Franco Rodríguez (PAN) dice que “desde el día de ayer recibí las observaciones de @article19mex, mismas q he compartido con las comisiones correspondientes. He estado en contacto con ellos para poder trabajarlas y en su caso, realizar las modificaciones correspondientes”. Es decir, o nos está dando una cordial evasiva o tiene problemas de comprensión de lectura, porque si usted revisa el texto de Artículo 19, verá que no deja lugar a muchas dudas y, menos, dudas que necesiten de comisiones “para poder trabajarlas”.

Por su parte, los perredistas de un estado donde históricamente no obtienen más del 5% de los votos, Jalisco, siguen trabajando duro para perder a sus pocos votantes. El diputado Enrique Velázquez sigue sin responder desde hace 15 días qué se puede hacer cuando el director de una escuela pública exige cuotas a los alumnos bajo la amenaza de perderles los papeles o hacerles reprobar el año. Su compañera de partido, Celia Fausto, salió al quite para decir que hay que poner la demanda en la SEP pero, cuando le dije que en la SEP respondieron que no podían hacer nada porque al mentado director lo habían puesto “desde mero arriba”, dijo felizmente “le reitero que ese es asunto de la SEP”. Supongo que si sus hijos, nietos o sobrinos fueran a escuela pública, les importaría un poquito más el tema.

Las faltas de ortografía y redacción, son cortesía de los diputados.

Luis Felipe Lomelí
(Etzatlán, 1975). Estudió Física y ecología pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimos libros publicados son El alivio de los ahogados (Cuadrivio, 2013) e Indio borrado (Tusquets, 2014). Se le considera el autor del cuento más corto en español: El emigrante —¿Olvida usted algo? —Ojalá.
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