Hay una hermosa canción del cantautor uruguayo Jaime Roos. Con el título de “Piropo” inicia con un verso que dice: “Lo más blanco que hay es la primera vez que vi nieve”. El tema, por demás conocido por los muchos fans que tiene este artista en el Cono Sur, resulta buena entrada para aproximarnos al fantástico libro Decir la nieve, de la escritora española Menchu Gutiérrez.
Podría ser esa canción o un haiku como el que cita la autora: La nieve que ayer / Caía como pétalos de cerezo Es agua de nuevo.
Muchas cosas que nos rodean, recuerdos que se niegan a desaparecer de nuestra mente, podrían evocarnos el sentido de la nieve en nuestras vidas. Hayamos visto o no algún paisaje nevado.
Al menos, esa es la principal percepción emotiva que deja la lectura de Decir la nieve, editado por Siruela y nacido en un ciclo de conferencias dedicado a las imágenes y los espacios de la literatura al que fue invitada la autora.
“Para mí, ver nieve es una experiencia muy profunda y constituye ahora un ejercicio de memoria. Creo que siempre que veo nieve recuerdo las primeras emociones, la infancia. He vivido en un sitio donde nevaba, pero no de manera constante. Ahora vivo en la sierra de Madrid y siempre hay nieve, pero en la ciudad se queda cada vez menos tiempo”, dice la escritora.
“La nieve es sinónimo de felicidad, de plenitud, ese acontecimiento prodigioso a raíz del cual mi madre solía decir, muy generosamente: – Hoy no hay escuela, porque vino la nieve”, evoca Gutiérrez.
El tema que podría parecer fútil de antemano, resulta trascendente en la privilegiada pluma de Menchu, quien al escribirlo descubrió el sentido especular que tiene la materia tratada.
LA NIEVE NOS DEVUELVE LO QUE SOMOS
“Nos devuelve lo que somos y proyectamos en la nieve lo que somos –dice- Este recorrido emocional no se queda nunca en los aspectos plácidos de la nieve. No rehúye el negro, no rehúye la cárcel en la que también se puede convertir la nieve”.
El libro trata algo que ha sido materia misma de la escritura y, cargado de simbolismos, despliega la fascinación que produce la belleza de la nieve a través de escritores dispares como Fiodor Dostoievski, Robert Walser, Marina Tsvetáieva, Yasunari Kawabata, Ernest Hemingway, Taneda Santôka y Guy de Maupassant, entre otros.
“Por supuesto, también aparece el tiempo fugitivo que se presenta en la forma de la nieve derretida, la magia que se eterniza y al mismo tiempo se diluye frente a nuestros ojos”, explica la escritora.
“También podría haber escrito sobre la niebla, la lluvia o el mar, porque tanto como la nieve son espejos que te regala la Naturaleza y donde tú te contemplas y donde terminas por verte a ti mismo, dijo a la agencia EFE.
Su obra ha sido objeto de distintas traducciones y ha sido recogida en varias antologías. Ha colaborado con artistas como Jürgen Partenheimer, en La caída del humo (1993) con poemas de la autora acompañadas de litografías del artista alemán (Colección Museo Guggenheim de Nueva York, Exposición CGAC La Coruña), y con el fotógrafo Chema Madoz, en un diálogo de fotografías y textos (Experimenta, 2006).
Su novela Disección de una tormenta ha sido llevada al cine por el director Julio Soto Gúrpide. El cortometraje, de título homónimo, ha obtenido distintos galardones internacionales, y fue preseleccionado por la Academia de Hollywood, para los Premios Oscar 2011.
Traductora de E.A. Poe, W. Faulkner, J. Austen, Joseph Brodsky o W.H. Auden, entre otros autores, ha colaborado con los suplementos culturales de El País y ABC, entre otros periódicos y en distintas revistas y suplementos literarios.