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Fabrizio Mejía Madrid

20/12/2023 - 12:05 am

Xóchitl artificial

El problema es que la inteligencia artificial se alimenta con metadatos, es decir, sólo genera variedades y recombinaciones, pero realmente es incapaz de crear algo enteramente nuevo. Sus posibilidades contienen los sesgos racistas, homofóbicos, centralistas, y misóginos de quienes los alimentan.

Hace unos días sucedió un evento en la campaña de Xóchitl Gálvez digno de reflexión. Mediante un video, la candidata del bloque opositor anunció lo siguiente: “Quiero avisarles que, a partir de ahora, implementaremos una vocería especial con inteligencia artificial. Muchos de ustedes han visto videos míos realizados con esta tecnología. Y hoy hemos decidido oficializar esta vía. La inteligencia artificial generativa eficienta los tiempos y los recursos. Es muy rápido tener el material y es muy barato. Lo cual es perfecto cuando andas del tingo al tango y con poca lana. Así que, a partir de hoy, AI Xóchitl, o sea yo, seré una de las voceras de la precandidata. Tendré su aval, su supervisión, y su aprobación de los mensajes que estarán permanentemente alojados en sus redes sociales. AI Xóchitl, además, pronuncia bien la “erre”. No dice “eye”. Que tengan un bonito día”.

El mensaje, leído como casi todas las intervenciones públicas de la candidata, de un teleprompter que puede o no puede desconectarse, contiene una mentira, una triste confusión y, finalmente, un patético reconocimiento. La mentira es, por supuesto, con su campaña no tenga dinero. Los partidos que la sostienen, PRI, PAN y PRD gastarán 4 mil 521 mil millones de pesos, casi mil millones más que Morena. Lo de si anda del tingo al tango, es dudoso porque, realmente, no se sabe qué actividades tiene la candidata habida cuenta de que escogió una campaña centrada en su persona en bicicleta, comiendo en una celebración de cumpleaños o diciendo alguna falsedad sobre el Presidente López Obrador. La triste confusión es decir, en tercera persona, como si ella fuera alguien más, que ella enfundada en su huipil rosa, es sólo “una de las voceras” y que le consultará su aval y aprobación a los mensajes que expida. Esto raya un poco en la esquizofrenia de desdoblar su integridad en distintas máscaras que hablan a nombre de la misma persona que habla. Es como, cuando Javier Milei en la Argentina trató de impresionar a todos disfrazado de un personaje de cómic. Pero ni siquera allá pegó. Aquí, la confusión está plagada de sinsabores: que la candidatura es entre tres partidos que no se respaldan ni a ellos mismos, que la han obligado a leer sus discursos por más insignificantes que sean, y que ella misma es cualquiera de sus versiones: trotskista sin comprobación posible, neoliberal en contra de los programas sociales y de la salud universal, o indígena por elección del estilo de vida, mujer que sufrió el alcoholismo de su padre u obtuvo de él el valor del trabajo. Como cualquiera de estas versiones es válida, la consecuencia lógica es que, como el propio bloque opositor, ella se siga llenando de máscaras, disfraces, cambiando su propia historia al ritmo de las audiencias, y luego olvidándose de todo con una risa fingida.

El reconocimiento patético es el escarnio que ella misma hace de su forma de hablar, es decir, que pronuncia las “erres” como si fuera “g”. Lo hace con una expresión de autohumillación que me dio pena ajena como espectador. En lugar de aceptar sus peculiaridades al hablar, como todos, ella se menosprecia a sí misma en comparación con un audio editado en una computadora. Es terrible lo que se hace a sí misma esta mujer sólo por ganar algunos, pocos, votos.

La nueva imagen ya alterada de Xóchitl se parece a la actriz de los sesentas, Angélica María. Muchos usuarios en la red comentaron esta similitud, no entre la verdadera candidata y la novia de México, sino entre ésta y la imagen transformada. Pero nadie atinó a otra semejanza entre ambas. En 1979, Angélica María esteralizó una telenovela llamada “Yara” en la que interpretaba a una indígena de la Selva Lacandona. En la entrada del programa que tuvo 155 capítulos en horario estelar, sufrías con Yara tratando de atravesar Avenida Reforma, descalza e inexperimentada en el uso de los cruces peatonales. De muchas maneras Xóchitl se ha convertido en este personaje lastimoso que trata de agradar a sus creadores, los líderes del frente opositor, es decir, los juniors como Claudio X. González, los medios corporativos, los publicistas de las guerra de lodo, como el ex baterista de Timbiriche, Max Cortázar, autor de las bajezas comunicativas del sexenio de Felipe Calderón, y las audiencias que ya no se sabe si asisten a escucharla o a reírse de ella. A diferencia de Yara, que jamás pierde su inocencia, Xóchitl ha ido perdiendo su mismidad, es decir, aquello que, en un principio se supone que la haría competitiva en lo electoral. Ahora es, como el cartel de Angélica María, una serie de fragmentos con los colores de los partidos que la respaldan, desintegrado su rostro, a la deriva.

La campaña de Xóchitl ha tenido ya tres etapas y ha sido nombrada por Carlos Pérez Ricart como “la candidata del 2024 que perdió desde 2023”. La primera etapa fue tratar de inflarla. Ahí, sus destapadores, como Aguilar Camín, Enrique Krauze o Silva Herzog-Márquez le atribuían pura autenticidad. “Es el pueblo mismo” escribió Krauze, mientras Aguilar Camín la comparaba como Mohamed Alí en una pelea de box, y Silva le atribuía el enorme atributo de haberle “arrebatado” la agenda pública al Presidente López Obrador. Esa primera etapa terminó por la injerencia de Vicente Fox que, queriendo ayudarla, ciego a su propio desprestigio, comenzó a dotarla de un plan de gobierno súbito: que iba a sacar del país a los “huevones” —así dijo— que reciben apoyos del gobierno, que era una “Mesías” para guiar al país de vuelta a los tiempos del PRIAN, etcétera. Fue nombrada “Virgen de Guadalupe” por una columnista de sociales del diario Reforma.

La segunda etapa de la campaña de Xóchitl fue cuando ella misma empezó a hablar. Transcurrieron semanas en que todos los días desmentía lo que había dicho el día anterior. Que no pretendía que los programas sociales fueran “temporales” (cosa que sostuvo en la FIL de Guadalajara creyendo agradar a un público de derecha). Que no había dicho que los indígenas de Chiapas no “tenían la cultura de trabajar ocho horas seguidas” y que, por tanto, el desarrollo industrial era privativo de Nuevo Léon. Que no se había referido al Presidente nacional del PRI, “Alito” Moreno, como un impresentable que no estaría en su próximo gabinete. Y una serie de derivas al designar colaboradores que, unas horas después, declinaban tan alto honor. Esa etapa terminó cuando la pusieron a leer absolutamente todo lo que decía. Estrategia que alcanzó con velocidad su límite cuando, en su informe como senadora en el Monumento a la Revolución, el telepromter se le apaga y no sabe cómo continuar su propio discurso.

La tercera etapa es la que estamos padeciendo los espectadores. Es ésta donde, convertida en Angéilica María, se desdobla en varias vocerías de ella misma, incluyendo la que proviene de la inteligencia artificial. Una etapa donde se encubre al PRI, al PAN y al PRD bajo una pila de logotipos de “Sí por México”, “Marea Rosa”, “Fuerza y Corazón”, al que ya le empiezan a decir “Fuerco”. Y, de igual manera, se encubre la supuesta “autenticidad” de Xóchitl Gálvez a través de este número infinito de vocerías donde unas veces podrá ser una “hija del esfuerzo” para trasladarse con velocidad a ser una “xingona”, lo que eso quiera decir.

La campaña se ha ido estructurando a base de esconder lo que realmente es: el PRIAN con todos sus cuadros neoliberales, acusados de malversación de fondos, cuando no de masacres; que es Xóchitl, la que nunca aclaró sus contratos de mil 400 millones de pesos a sus empresas cuando ella daba los permisos de construcción en la alcaldía Miguel Hidalgo; que no hay nada detrás de tanta máscara, más que intereses privados. Esconder lo que realmente es resulta una tarea que requiere muchos logotipos con los clores del arcoíris, muchas organizaciones fachada donde siempre se encuentra la palabra “México”, muchas propuestas contradictorias para quedar bien con todos: que se privilegia el esfuerzo por sobre los derechos sociales o que los derechos sociales no se van a perder sino que se van a “eficientar”. Todo cabe en Xóchitl porque nada es verdad ni nada es mentira, depende el teleprompter al que se mira.

Esta última etapa de la campaña ha consistido en llamarle “xingones” a los trabajadores informales. Se han divulgado fotografías de personas que aguantan el régimen de explotación de no tener trabajos estables ni derechos laborales, para asentar que esos son los que la oposición ve como mexicanos destacados. O mejor, los ve como “mexicanos que le agradan a los patrones”, es decir, si se esfuerzan más, trabajan más, y se aguantan más. Es un tipo de pertenencia que inventó el PRI en los años cincuentas: el del mexicano que se resignaba, que aguantaba las malas condiciones laborales, políticas, económicas, afectivas, alimenticias, y de salud. La idea de que ser muy mexicano era aguantar otro sexenio más. La idea de que ser mexicano era lo más próximo a ser un faquir de circo: mal comido y obedeciendo. La campaña de Xóchitl dice “Fuerte como tú” y reedita un viejo nacionalismo priista que justo el obradorismo quebró para siempre. El debate ahora es por los derechos sociales, la repartición de la riqueza, y la indignación contra todos aquellos que lograron su bienestar a costa de la enorme corrupción. Pero Xóchitl, con “Fuerte como tú” vuelve en el tiempo a un país de personas sin clase social, género, color de piel, zona geográfica, y que sólo deben esforzarse para ser calificados por la canidata como ”xingones”. Justo hace seis décadas, “El Chingoncito”, un personaje creado por el caricaturista Rius, era la quintaesencia del “me vale madre” y la pobreza extrema. El problema con ese mensaje es que está afuera, miles de años luz, de lo que sucede en México donde hasta la señora del mercado cuya foto y la de su mamá utilizó Xóchitl le demandó quitarla de sus redes por no tener permiso para usarla.

Sin biografía verificable, mal hilvanada de retazos contradictorios, Xóchitl ha querido impresionar a sus audiencias y sólo ha logrado indignación o burlas. Además de exhibir una imagen degradante de su contrincante, Claudia Sheinbaum, en un acto en la Universidad Anáhuac, también dijo hace no mucho que ella era muy “xingona” porque ganaba 50 mil pesos cuando apenas estaba en el tercer semestre de la carrera de ingeniería. Con lo cual, si bien puede ser que logre levantar su autoestima, genera una sensación de que está mintiendo entre todos los que, a esa edad universitaria, íbamos de free-lance juntando para comprar los libros de la carrera.

Por último, creo que conviene reflexionar sobre la idea de política que hay detrás de la Angélica María parlante del PRIAN. Ellos se han destacado en estos últimos cinco años por confundir representación con realidad, simulacro con acontecimiento, y verdad con deseos. Así, por ejemplo, ellos fueron a la Suprema Corte de Justicia en pos de que se prohibieran los muñequitos de AMLO, el famoso “amlito” del monero Hernández. Y los magistrados, leales a sus gerentes, lo prohibieron sobre la base de que el dibujo y la persona del Presidente de la República eran lo mismo. Los argumentos son para novela de Umberto Eco: que la representación es la que nos gobierna, es casi de la Edad Media. Luego, esa misma oposición fue la que armó un escándalo en los medios, sobre todo en la radio, cuando se quemó una efigie de la ministra Norma Piña. Dijeron que equivalía a que la hubieran asesinado y pidieron medidas cautelares para protegerla.

Esa es la misma oposición que hoy utiliza una candidata digital, una matriz alimentada con algoritmos, como si fuera la candidata de verdad. Aunque “mejorada” porque no se parece a sí misma y no mal pronuncia las palabras con “erre”. Incluso, obligan a la persona real a hablarse en tercera persona y jurar ante la cámara que consultará los mensajes con la candidata que, a estas alturas, ya no sabemos si está generada por computadora o por su padre alcohólico que le enseñó el valor del trabajo en una comunidad indígena que no era tan marginada porque, apenas unos años después, ella ya ganaba 50 mil pesos por saber mucho de inteligencia artificial. El problema es que la inteligencia artificial se alimenta con metadatos, es decir, sólo genera variedades y recombinaciones, pero. realmente es incapaz de crear algo enteramente nuevo. Sus posibilidades contienen los sesgos racistas, homofóbicos, centralistas, y misóginos de quienes los alimentan. Así, un programa de sentencias judiciales en Estados Unidos encarcela más afroamericanos porque ha sido alimentado con el sesgo de la cultura judicial de los estadunidenses.

Y así, la Inteligencia Articifical de Xóchitl se usa para generar una recombinación de Angélica Marías pero, en el fondo, nada ha cambiado: sigue siendo la ex funcionaria de Vicente Fox, la que nunca aclaró sus conflictos de interés en Miguel Hidalgo, postulada por el mismo PRIAN con lo mismo.

Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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