La Llegada… o el año en que hicimos contacto

20/11/2016 - 12:00 am

La llegada (Arrival, 2015) del propositivo y visionario cineasta canadiense Denis Villeneuve (Incendies, Enemy) es una película que precisa verse más de una vez. En su segunda semana en cartelera reafirma que no es una sesión de butaca de impacto efímero sino más bien una invitación a la cavilación, un vino a  paladearse lentamente. La premisa: el arribo de 12 naves gigantescas de procedencia extraterrestre en varios puntos geográficos de la Tierra. Suspendidas a varios metros de altura despiertan el miedo, la intriga y cuestionamientos: ¿Quiénes son y a qué han venido?

Los gobiernos y las fuerzas militares de los países invadidos se preparan para lo que se anuncia como un inminente ataque. Científicos, políticos y milicia no encuentran una explicación lógica para las coordenadas elegidas por los misteriosos visitantes. Los días transcurren sin novedad ante una creciente tensión mundial. La convocatoria global es intentar establecer contacto con ellos. En este punto, en cualquier otra película sería el momento perfecto para “amenizar” con bombardeos alienígenas, ciudades destruidas y una cadena de desastres. Aguarden, es Denis Villeneuve.

Un comando liderado por el coronel Weber (Forest Whitaker) recluta a una eminente lingüista, la Dra. Louise Banks (Amy Adams enfilándose hacia una segura nominación por la estatuilla dorada) y el físico Ian Donelly (Jeremy Renner (despojado de su investidura de héroe de acción y en el ánimo de Zona de miedo), para que establezcan una estrategia de contacto y resuelvan el enigma. Lo que encontrarán dará un vuelco a sus vidas, al sentido del tiempo, la experiencia y la memoria. A cuentagotas, con la precisión de un cirujano,  Villeneuve entrega trozos de vida de la Dra. Banks, quien atraviesa varios duelos. Alterna fragmentos del pasado de Banks con los intrigantes encuentros sostenidos con los extraterrestres y el nerviosismo internacional. Así como Banks y Donelly precisan resolver la incógnita, se nos ha entregado a los espectadores un acertijo a descifrar.

Basada en el relato “Story of your life” del escritor estadounidense de ficción Ted Chiang, quien suele fusionar la ciencia con lo fantástico y con un guion trabajado por Eric Heisserer (La Cosa, 2011), el cineasta canadiense elabora una de las mejores películas del año, propositiva y compleja. Desde el aspecto de los alienígenas, más cercanos a los habitantes marinos de las profundidades en donde se originó la vida en la Tierra; el quebrantamiento de las leyes de la física, la gravedad; el planteamiento de que la comunicación y el tiempo no son lineales sino una suerte de peceras desmesuradas en donde nos contactamos con el otro y con el todo a nivel conciencia, rebasando los sentidos.

La comunicación sin barreras de ninguna especie, los diversos planos de conciencia o la indefinición del tiempo son parte del engranaje donde confluyen ciencia y metafísica, donde serán requeridas la introspección y los cuestionamientos filosóficos. A años luz de Día de la Independencia (Emmerich,1996), más cercana a Contacto (Zemeckis, 1997), con la concreción no lograda de Interestelar (Nolan, 2014) y más en el camino del sentido profundo del género de ciencia ficción, teniendo en el horizonte a obras maestras como 2001: Una odisea del espacio (Kubrick, 1968) o Solaris (Tarkovski, 1972). Las referencias son ineludibles: las descomunales naves y la constatación de inteligencia alienígena nos remiten a los monolitos del filme de Kubrick y a las interrogantes sobre nuestra existencia en el universo; el duelo o el sentido de lo humano a la obra de Tarkovski.

Villeneuve suma de manera eficaz todos los elementos: actuaciones, efectos visuales, guion, diálogos, emplazamientos, música y más para entregarnos un filme fascinante. La fotografía de Bradford Young (Selma, El año más violento) logra esa atmósfera lírica de los filmes de Terrence Malick (El árbol de la vida, 2011) en complicidad con la oda musical del compositor islandés Jóhann Jóhannsson, quien ha trabajado con Villeneuve en Prisioneros (2013) y Sicario (2015). Complementan la atmósfera hipnótica el Opus 22 del músico checo Antonín Dvorák y On the nature of daylight del compositor británico Max Richter.

Desde que se estrenó Incendies con el título de La mujer que cantaba (2010), obra de una complejidad moral temeraria, Denis Villeneuve se ubicó como un director de relevancia. Los abismos de las culpas y la violencia de Prisioneros (2013) o los enigmas de la duplicidad de Enemigo (2013)- basada en la novela El hombre duplicado de José Saramago-, ratificaron esa noción. Después de ver La Llegada, los afectos a la ciencia ficción que estaban preocupados porque el director está a cargo de Blade Runner 2049, ya pueden dormir tranquilos, el proyecto ha caído en buenas manos. La Llegada, lo confirma, es un filme deslumbrante, de alcances poéticos y con miras a convertirse en un referente del género.

 

 

Rosalina Piñera
Periodista egresada de la UNAM. En su pesquisa sobre el cine ha recorrido radio, televisión y publicaciones como El Universal. Fue titular del programa Música de fondo en Código DF Radio y, actualmente, conduce Cine Congreso en el Canal del Congreso.
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