Crónica de una decepción anunciada. Carta abierta a Patricia Mercado

20/11/2015 - 12:03 am
Imagen: Prometheus Mag
Pronto se hizo evidente que no existe un estudio serio y completo del impacto urbano. Imagen: Prometheus Mag

Con extrema inocencia acepté la invitación de Simón Levy para formar parte de un “consejo rector” sobre el proyecto de renovación de Avenida Chapultepec. Quise creer su palabra de que yo y otros estábamos invitados a conocer y opinar sobre el proyecto con la idea de ejercer una lectura ciudadana, como vecino que soy de la colonia Roma, “vigilar el proceso y ayudar a mejorarlo”. Explícitamente afirmó que no se trataba de una invitación para avalar el proyecto sino para conocerlo y opinar sobre él. Como muchos otros me alegré de la iniciativa para mejorar una avenida antigua y olvidada. También me pareció importante que se discutiera el tipo de ciudad que queremos. Se nos dejó creer que el proyecto estaba en gestación y era modificable. También ante petición explícita, Simón Levy nos aseguró total transparencia en el proceso. Hasta ahí los motivos de alegría. Todos se revelaron finalmente falsos.

            Con la misma ingenuidad me propuse conocer a fondo el proyecto, revisar los documentos en línea y todo lo que pudiera estar a nuestra disposición. Le di el beneficio de la duda. He pasado un tiempo enorme creyendo que podría ser de alguna utilidad hacerlo.

            Entre más profundicé en los documentos disponibles, otros fueron pedidos y se nos negaron, más pude comprobar lo grave y peligroso de lo que se pretende hacer pasar como un proyecto de beneficio para la ciudad. Pronto se hizo evidente que no existe un estudio serio y completo del impacto urbano. Los supuestos beneficios para la ciudad que la propaganda no deja de enunciar son puras intenciones sin fundamento. Hay un interesante estudio urbano pero tan sólo de la colonia Juárez y de una cuadra al lado de Chapultepec. Una de las conclusiones que se deducen de una lectura desinteresada de ese estudio es que en las condiciones actuales el Corredor Chapultepec convertirá sin duda a la mitad de la colonia Roma y a una parte de la Condesa en algo similar a lo que ahora es la Zona Rosa. Un desastre urbano.

            No se ha estudiado a fondo y responsablemente el impacto ecológico. Y no me refiero a los dictámenes oficiosos por los que se aprueban protocolariamente grandes obras. Tampoco se ha estudiado verdaderamente el impacto social. Y es un tema crucial con el decadente paradero de camiones de Chapultepec y el enjambre de vendedores ambulantes en su entraña. No se ha estudiado seriamente el peligro sísmico en una de las zonas más frágiles de la ciudad. A los treinta años de haber visto la devastación de la zona se actúa como si eso no hubiera sucedido.

            No se ha estudiado ni por asomo qué tipo de proyecto cultural se quiere o se requiere, aunque se anuncia en el título como una de las marcas fundamentales del Corredor. Significativamente, tampoco se le destina un centavo del presupuesto. Se le dedica un espacio breve en el plano arquitectónico pero sin mayor definición. Es evidente que el tema nunca fue tomado con seriedad y tan sólo se le usa como maquillaje o máscara del centro comercial. Extrañamente presentado de manera avergonzada.

            Sí existe un estudio muy interesante de los impactos de movilidad urbana (pero hecho todo en función de presentar como única opción buena la de segundo piso, comparada exclusivamente contra la opción de no hacer nada en la avenida). Aunque el estudio de la consultora Steer Davies demuestra que la viabilidad no mejora en lo absoluto con el proyecto, que el transporte privado será el mismo. Que no incluye alguna medida para desincentivar el uso del automóvil y que el transporte público tal como se plantea, será aún más deficiente. Catástrofe vial.

            Existe un estudio económico del proyecto. Pero está hecho llanamente como se hace el Bussiness Plan de un edificio. Y con el gobierno como un socio más aportando el terreno. No es un estudio económico urbano que tome en cuenta los intereses de la ciudad a mediano y largo plazo. Y, sobre todo, que piense en la ciudad como un todo.

            Parece un negocio ventajoso porque la ciudad no aporta efectivo. El proyecto es autofinanciable desde el principio por los espacios comerciales que se generan. Pero lo que la ciudad aporta está mal calculado. Al leer los estudios financieros no me parece que se calcule correctamente el verdadero valor comercial de ese terreno a 40 años que es la duración de la concesión. Y, ¿cuál es el valor a largo plazo, no de un terreno cualquiera, sino el de una gran avenida por en medio de ella? Es un problema fundamental de criterios de valoración que incluso desde la más elemental perspectiva económica resulta perjudicial para la ciudad. No para los inversionistas privados. El contrato actual que calcula 5.12 por ciento de ganancia para el gobierno de la ciudad es, según los diferentes analistas de negocios que he consultado, muy mal negocio para la ciudad. Con la extraña salvedad de que la aportación de cuarenta años del terreno hecha por el gobierno ya se hizo en total, incluso calculando su valor por debajo de su valor potencial y el 5.12 por ciento de pago para el gobierno está sujeto al riesgo de las ganancias. Sumamente extraño. Todos los analistas que me han ayudado coinciden en que al gobierno se lo llevaron al baile. Suponen, no podemos saberlo, alguna razón oculta que justifica tan mala negociación (si es que la hubo) para las arcas de la ciudad y tan perjudicial para los ciudadanos.

            De cada uno de los puntos anteriores hay mucho que decir y lo haré poco a poco en varios artículos. Y no me he metido todavía con el tema arquitectónico del segundo piso, porque ha sido el más arduamente criticado. Tanto y por voces tan autorizadas que resulta de nuevo muy extraño, que se insista en impulsarlo a ultranza y se le siga considerando una opción sana. Opiniones autorizadas que se intentará desacreditar con una “consulta” a todas luces mayoriteada.

            Después de haber mencionado varios de los temas anteriores en las reuniones del consejo y verificar más tarde que no aparecían en las actas que se nos enviaban, manifesté a Levy, seriamente ofendido, su manipulación de nuestras opiniones. Y en una reunión que se llevó a cabo hace más de un mes traté de hacer varias mociones importantes. Apelando sobre todo a la responsabilidad que tiene el consejo.

            Hice entonces una primera moción que fue votada y aprobada por la mayoría del consejo de que dejara de mentirse en la publicidad y en la imagen pública del proyecto y dejara de llamársele Corredor Cultural Chapultepec para llamarlo tan sólo Corredor Chapultepec. Era simplemente el más elemental llamado a la verdad. Levy prometió ahí, ante todos, obedecer y ejecutar la decisión del Consejo (ya entonces llamado Consultivo en vez de Rector por el mismo rigor de verdad) en todas las instancias de difusión e imagen del mismo. Y por supuesto que no lo hizo. Una vez más y ahora sí de manera ofensivamente evidente se burló de nosotros. Y demostró que no estábamos ahí para ser escuchados. Luego se apresuró a conseguir una especie de carta de intención futura de la Secretaría de Cultura. Como si con cartas y oficios internos a posteriori paliara de verdad su irresponsable desinterés. Desde ese día varios miembros del consejo renunciaron y fueron substituidos por apoyadores incondicionales del proyecto.

            Hice en esa misma reunión una segunda moción para que fuera votada: Pedir al gobierno de la ciudad que se detuviera la realización del proyecto hasta que los estudios elementales que he mencionado se hicieran de manera responsable y pensando en el interés público, no en el interés exclusivo de los inversionistas públicos y sobre todo privados. Como era el caso de los económicos y de vialidad que se habían realizado. Levy entonces nos pidió un tiempo antes de que esta moción se votara para poder mostrarnos los estudios. Fue entonces que conocimos oralmente, en dos reuniones siguientes, el interesante análisis de Seduvi de la Colonia Juárez. Fue todo. La mascarada del nombre puede parecer poco importante a algunos. Es, al contrario, muy significativa. No sólo demuestra la voluntad de presentar un megaproyecto, como lo que no es, y con ventajas de todo tipo, que no tiene. Esconde, además, un acto mayor de irresponsabilidad múltiple como lo he mencionado. Y una voluntad férrea por hacer un negocio que con el tiempo se mostrará escandalosamente riesgoso en todos los sentidos.

            Aunque la propaganda diga lo contrario, el proyecto del Corredor Chapultepec no está listo para ser votado por la ciudadanía. Desde antes de pensar en opciones de primer o segundo piso u opciones obvias de si se quiere alguna mejoría o no se quiere, el gobierno de la ciudad, mucho más que la agencia ProCDMX y por encima de ella, debe actuar con responsabilidad mayor y cordura, y pensar más seriamente en lo que está haciendo.

            Hay especialistas en elecciones y en transparencia que sostienen que esta votación estará manipulada. Que tienen datos de que ya se movilizan desde la Delegación y desde el corporativismo informal los votantes masivos que aprobarán el proyecto. Que se hará un dispendio inútil para darle maquillaje de autenticidad a una imposición de negocios. ¿Cuánto costará esa votación de máscaras? Pero mucho antes de pensar en esto (que ya sucedió en Oaxaca recientemente ejecutado por el Instituto Electoral local), hay que darse cuenta de que los promotores públicos del proyecto no han hecho su tarea todavía con responsabilidad. Se lo he dicho claramente a Levy. Simular que lo han hecho es otra mascarada. Tal vez por eso se habla tanto de transparencia y de consulta ciudadana. Nos están llevando a todos al baile y es un baile de máscaras.

            Me sumo a todos los que piden al Gobierno de la Ciudad una actitud y una acción responsable. Que los especialistas sean consultados y escuchados, y el proyecto entero se construya de cero con una base más solida y menos voraz. Y desde este momento renuncio a formar parte de un Consejo Consultivo que no es tal.

Alberto Ruy-Sánchez
Escritor y editor. Hizo estudios de literatura y lenguajes sociales con Roland Barthes y de filosofía política con Jacques Rancière, Michel Foucault y Gilles Deleuze. Ha publicado más de 26 libros de narrativa, ensayo y poesía, entre los cuales las cinco novelas experimentales donde investigó y narró, una larga búsqueda del deseo: Quinteto de Mogador. Codirige con Margarita De Orellana desde 1988 el proyecto editorial independiente Artes de México. En el libro editado por Ricardo Raphael, El México indignado, explica su militancia por la poesía como socialmente urgente e indispensable para entrar en contacto con la realidad, más profundamente, con más libertad e imaginación. Foto de @Nina Subin.
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