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Gabriel Sosa Plata

20/10/2015 - 12:00 am

Ya chole con tus quejas

Era de esperarse: la campaña del gobierno federal sobre los logros de las reformas estructurales ha sido contraproducente. En lugar de reinvindicar una acción de gobierno, generó rechazo. La frase “Ya chole con tus quejas” utilizada en uno de los spots refleja, sin embargo, una visión muy clara de cómo ve el gobierno a un […]

Su frase representa tal cual a un gobierno y a un partido que no terminan de comprender o de asimilar el cambio político de una sociedad, que ya no se traga los discursos triunfalistas. Foto: Captura de pantalla de YouTube
Su frase representa tal cual a un gobierno y a un partido que no terminan de comprender o de asimilar el cambio político de una sociedad, que ya no se traga los discursos triunfalistas. Foto: Captura de pantalla de YouTube

Era de esperarse: la campaña del gobierno federal sobre los logros de las reformas estructurales ha sido contraproducente. En lugar de reinvindicar una acción de gobierno, generó rechazo.

La frase “Ya chole con tus quejas” utilizada en uno de los spots refleja, sin embargo, una visión muy clara de cómo ve el gobierno a un sector de la sociedad que se queja, que se manifiesta en las marchas, en las redes sociales y en las calles sobre la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, la “casa blanca”, la fuga de “El Chapo” o el despido de Carmen Aristegui. Es la imagen de un gobierno desesperado que no encuentra la manera de comunicar y convencernos de sus supuestos logros -entre ellos las reformas estructurales- frente a una ciudadanía muy enojada por la corrupción, la violencia o la falta de empleo.

También su frase representa tal cual a un gobierno y a un partido que no terminan de comprender o de asimilar el cambio político de una sociedad, que ya no se traga los discursos triunfalistas, hegemónicos, de los llamados gobiernos posrevolucionarios, ampliamente difundidos, durante décadas, por los medios electrónicos y la prensa oficialista.

Las estrategias discursivas y de la comunicación política que se hacían en el pasado simplemente no pueden funcionar en el México actual, pero hay quienes consideran que sí. Por eso prevalece el cuantioso y dispendioso gasto en publicidad gubernamental y las relaciones que caracterizaron al poder político con televisoras, radiodifusoras, periodistas y columnistas. La consecuencia es que no se le cree al presidente, a su equipo ni a los medios que propagan acríticamente los éxitos gubernamentales porque el discurso contrasta con la realidad cotidiana y lo que ahora se informa en las redes sociales y en los medios digitales que decidieron romper con el sistema político-comunicacional del pasado.

La comunicación gubernamental de la administración actual sigue en general anclada a una época que creíamos superada. No es una comunicación que vaya a la par de la democracia por más que se exploten sitios web con bonitas imágenes interactivas, videos en YouTube, fotos en Instagram y bellas frases en Twitter y Facebook. La tecnología no modifica en sí misma una forma de comunicación que sigue siendo añeja, unilateral y que no fomenta el diálogo ni la interacción entre gobierno y ciudadanía, bajo la nueva realidad democrática. Para colmo, el gobierno regaña a quienes reaccionamos quejándonos.

El problema, sin embargo, no es sólo de discurso o de campañas de comunicación, sino de obras y acciones. Ya lo han dicho reiteradamente los expertos de la comunicación política: las estrategias comunicacionales no resuelven los problemas de corrupción, de conflicto de intereses, de desempleo o de narcotráfico que se viven en México. Ni mucho menos los problemas de credibilidad y aceptación de un gobierno como el que encabeza Peña Nieto o los gobernadores. Así que por más que nos digan que, por ejemplo, las reformas estructurales han sido benéficas, hay sectores de la sociedad que no ve cotidianamente los resultados positivos por ninguna parte.

Del tema que me es familiar, las telecomunicaciones, podría decirse que la reforma estructural del sector trajo cambios positivos: la creación de un órgano regulador independiente, el reconocimiento de los medios comunitarios y la regulación asimétrica de Televisa y América Móvil como agentes económicos preponderantes. Sin embargo, hasta el momento el status quo de la radiodifusión y las telecomunicaciones está casi igual; es más, hoy el conglomerado de Emilio Azcárraga está más concentrado que antes de la reforma y en telefonía móvil pasamos de cuatro a tres grandes operadores. Recuérdese que la reforma estructural en telecomunicaciones “vendió” la idea de que se acabaría con los poderes fácticos, lo que finalmente no ocurrió ni ocurrirá.

La “cacareada” eliminación de los cargos por las llamadas de larga distancia -otra vez recuperados en los spots de Presidencia- y otros “descuentos” por servicios telefónicos (por ejemplo, la consulta de saldos) son migajas frente a los grandes beneficios económicos en el sector. Tampoco el gobierno puede creer que debemos estar profundamente agradecidos por llevar internet a miles de sitios públicos en el país, cuando en realidad se trata de una obligación fundamental ante el atraso tecnológico y la falta de conectividad en miles de poblaciones en el país. Por eso yo sí me quejo de esto y más, y me seguiré quejando y actuando cuando considere necesario, faltaba más.

@telecomymedios

www.gabrielsosaplata.com

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